Imposiblemente, Guatemala empezó ganándole al Campeón del Mundo la noche del 14 de junio. Minuto 4, y un centro al área, una jugada turbulenta y un par de patadas que culminaron en autogol; explotó el FedexField Stadium, ubicado en Maryland a media hora de Washington DC. Más de 51 mil personas llenamos el estadio, de las cuales, calculo, un 60 o 70 por ciento éramos de Guatemala. En la previa al partido, en la gran calle donde se camina para ingresar, se recordó la 12 avenida de la zona 5 frente al Doroteo Guamuch Flores cuando entre puestos de carne pellejuda, tortillas, pupusas, ventas de camisa de Guatemala y Argentina, se celebraba un partido especial porque se había anunciado que Lionel Messi, el astro, jugaría de titular. Cumplió y estuvo los 90 minutos en la cancha.
Yo nunca había visto, fuera de Guatemala, a tanta gente chapina junta. Miles de miles. Personas portaban camisetas de Municipal, Marquense, Xelajú. Vendían Tiky, Orange Crush, Tortrix. El inconfundible “muchá”, o “pues”, resonaba por todos lados, palabras que terminan caracterizándonos en el extranjero. Cuando se vive afuera, uno es capaz de pagar $10 dólares por un shuco en medio de un oloroso ambiente a pollo asado y humo de carbón.
La sensación de que Guatemala vibraba metiéndole un gol tempranero al campeón del mundo volvió loco a la mayoría de espectadores. Nos abrazamos con los guatemaltecos del graderío que encontramos y gritamos hasta quedar roncos. “Sí se puede, sí se puede”, se coreaba frente a las caras alargadas de los argentinos quienes no están dispuestos a perder contra nadie, ni en un amistoso como este. Guatemala se sintió, por 12 minutos, campeona del mundo, con una plantilla 118 veces menos cara que la argentina, sin haber ido nunca a un mundial, con una garra de pelea que nos recordaba la posibilidad de lucha demostrada en las protestas ciudadanas, de que los Davides vencen, a veces, a los Goliats, y que la existencia suele ser impredecible.
Guatemala dominaba y generaba oportunidades hasta que al minuto 12 cayó el primer gol de Messi debido a un error monumental del portero Hagen. En un contragolpe posterior, el Dibu Martínez salió demasiado y Castellanos tuvo el chance de ponernos de nuevo arriba pero el balón pasó apenas arribita del arco. Luego vino el penal, al 39, cuando ya la cosa se puso como se esperaba, que Argentina fuera ganando. Pero el partido seguía parejo hasta que finalizó el primer tiempo.
En la segunda mitad vinieron los otros dos goles, uno de Messi y el otro de Lautaro (ambos terminaron con dobletes) y se dieron muchas ocasiones más para los gauchos: un poste, un gol anulado. Guatemala generó pocas oportunidades y Argentina se explayó en la cancha. Es el campeón del mundo, eso está claro.
Sin embargo, la emoción guatemalteca no se diluyó y más bien, en redes sociales se veían publicaciones de muchas personas que acudieron al estadio, en cuenta a fiscales exiliados por defender la justicia. El exsuperintendente de la SAT Juan Francisco Solórzano Foppa acudió al partido y tuiteó un video donde se ve a guatemaltecos cantar contra el jefe de la Fiscalía Especial Contra la Impunidad (FECI), Rafael Curruchiche, diciéndole: “te vas a ir al bote”.
Y cuando las 51 mil almas caminábamos de regreso al metro o al estacionamiento, inevitablemente se dejó caer una distópica lluvia torrencial, propia de los veranos en estas tierras de clima avieso, y fue tal la lluvia que la gente empezó a correr a tratar de guarecerse pero no había dónde porque estábamos en una inmensa escampada de cemento y solamente quedaba avanzar sin la esperanza de encontrar techo cerca. Por más que corrieras, no había dónde protegerse. Por lo que, riéndonos, con una carcajada de resignación, aceptación y placer, disfrutamos cómo la lluvia mojó hasta el último centavo que llevábamos en las bolsas. Una lluvia, como diría mi primo, como las que caen en Mazate, donde de la nada se aparece una nube cargada y luego se va, solo que esta no se iba o no se iba lo suficientemente rápido, como hubiéramos querido; después nos dio igual el agua y más bien abrimos los brazos a recibir la vida en forma de gotas, que nos decía que la inmensidad era más allá de los partidos y las nacionalidades.
Por fin, encontramos un techito en el cual quedarnos y unas personas de varios países nos felicitaron por los primeros minutos, ese “arranque de caballo viejo”, que tuvo Guatemala en el que nos puso a soñar. Otro señor, de la India, comentó que no podía morirse sin ver a Messi por lo menos una vez en la vida, y el crack había cumplido incluso no celebrando el gol que le regaló Hagen.
La lluvia no se fue del todo, pero se volvió tolerable y procedimos a salir, con mi amigo Sergio, saludando al resto de chapines que llevaban banderas, felices de compartir desde lejos un poco de nuestra tierra que amamos “simplemente porque es la nuestra”, como decía Luis Cardoza y Aragón. Nos despedimos del estadio comentando cómo Washington DC se convirtió en un santuario para los exiliados, para la resistencia frente a la injusticia y terminamos la noche hojeando el libro de Francisco Villagrán, quien falleció recientemente y quien fue un diplomático guatemalteco que hizo, como quizá ninguno, una vida notable en DC, promoviendo democracia y ayudando a otros chapines y que estaría muy contento de haber visto a Messi jugar contra la azul y blanco.
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