El síndrome de Milei y el dilema de Johannes Kaiser

El crecimiento de Kaiser parece no solo ser un síndrome asociado a los procesos de Milei, sino un momento de exploración disruptiva.

Alberto Mayol

marzo 14, 2025 - Actualizado marzo 13, 2025
Alberto Mayol

Las derechas contemporáneas han evolucionado hasta formar cinco grandes corrientes que, aunque comparten ciertas premisas, presentan contradicciones que dificultan los intentos de integración en un solo proyecto político viable.

Estas tres corrientes son:

1. La derecha liberal clásica, que prioriza la libertad económica, el libre mercado y la reducción del Estado. Esta derecha obtiene el 17% en la encuesta de La Cosa Nostra.

2. La derecha del punto 1 puede estar emparentada con el liberalismo integral, que supone alta autonomía en las decisiones personales, cuestionando intensamente el conservadurismo. Estos grupos a veces migran a la izquierda porque no se sienten cómodos con la combinación entre libre mercado y tradiciones o moralidad intensa. Esta perspectiva obtiene un 15%.

3. El neoconservadurismo, que valora el mercado, pero enfatiza el orden social, los valores tradicionales y un poder fuerte del Estado para sostener ese orden. En la encuesta de La Cosa Nostra este grupo muestra representar al 27% del electorado.

4. La nueva derecha antiliberal, que rechaza el liberalismo globalista y el multiculturalismo, apostando por el proteccionismo y la defensa de identidades nacionales homogéneas. En la citada encuesta esta opción obtiene solo el 1%.

5. El tradicionalismo, la importancia del orden y la familia como el corazón del pensamiento político. Esto nos da un 5%.

Mención aparte la suma de los resultados, que redunda en una capacidad potencial de la derecha de sumar más de sesenta por ciento, aunque el lío comienza acá.

Cada una de estas derechas tiene diferencias que, en muchos casos, son irreconciliables. El problema surge cuando un líder político intenta gobernar tomando elementos de todas o algunas de ellas, sin resolver sus contradicciones internas. A este problema lo llamaré el síndrome de Milei, en referencia a la imposibilidad de Javier Milei de unir las estructuras de las derechas en un todo políticamente coherente.

El problema de Javier Milei es grande porque se basa en una tesis política (el anarcocapitalismo) que es altamente disruptivo y que supone una población que se ha de regocijar con eventuales aumentos del PIB sin importar cómo se reparte y sin importar la capacidad de desarrollo social y cultural de un país.

Pero Milei no es el único que enfrenta este dilema. Johannes Kaiser, quien aspira a convertirse en un referente de la derecha en Chile, enfrenta el mismo problema. Tanto él como Milei buscan articular un discurso que tome elementos del liberalismo económico más extremo, del conservadurismo y del nacionalismo antiliberal. Sin embargo, al intentarlo, chocan con la misma barrera: estas tres formas de derecha no son compatibles en la práctica.

Los siguientes son los problemas:

1. La imposibilidad de unir el anarcocapitalismo con el neoconservadurismo

Milei se define como anarcocapitalista, lo que implica una fe radical en el mercado como mecanismo de asignación de recursos y en la reducción extrema del Estado. Pero al mismo tiempo, en su discurso apela al orden, a los valores tradicionales y a un Estado fuerte en materia de seguridad.

Aquí aparece la primera gran contradicción: ¿cómo se sostiene el orden social si el propio Estado es desmantelado? El neoconservadurismo necesita una estructura estatal que regule y controle, mientras que el anarcocapitalismo busca suprimir esa misma estructura.

En el caso de Johannes Kaiser, la contradicción es similar. Su discurso recoge elementos libertarios, pero también coquetea con tradicionalismos y conservadurismo moral. Sin embargo, un Estado reducido al mínimo difícilmente puede garantizar el orden que el conservadurismo exige.

2. La tensión entre el liberalismo económico y el proteccionismo de la nueva derecha

Otra contradicción fundamental es la relación con la globalización. La derecha liberal clásica, de la que Milei se nutre, defiende la apertura de mercados, la competencia y el comercio global sin restricciones. Es ‘globalista’ necesariamente. Sin embargo, la nueva derecha antiliberal, de la que Milei también toma elementos, rechaza el globalismo y favorece el proteccionismo económico para defender la producción nacional. Para decirlo con un ejemplo: estas semanas Milei ha llenado de aplausos los aranceles de Trump, mismos que habría furiosamente denostado si fueran medidas desde la izquierda.

En el caso chileno, Kaiser enfrenta el mismo dilema. Su base de apoyo incluye tanto a sectores libertarios, que buscan la apertura económica, como a grupos nacionalistas que rechazan el libre comercio y la influencia extranjera. Esto genera una trampa política: si apuesta por el liberalismo económico, pierde apoyo en los sectores identitarios que buscan proteger la industria nacional. Si, en cambio, adopta posturas proteccionistas, se aleja de su discurso de libre mercado.

Como se aprecia en los datos, Kaiser solo marca de manera relevante en tres grupos: derecha liberal clásica, liberales integrales y neoconservadores. En la siguiente imagen vemos la votación de Kaiser marcada con el color amarillo.

El síndrome de Milei y el dilema de Johannes Kaiser, columna de Alberto Mayol

3. La desinstitucionalización como factor de crisis

El síndrome de Milei no es solo un problema de discurso, sino también de gobernabilidad. El anarcocapitalismo de Milei parte de una premisa científicamente equivocada. En simple, nace de un reduccionismo: que la economía puede operar sin instituciones fuertes.

Lo que Milei parece no comprender es que el Estado no es solo un aparato burocrático, sino una institución social. Este es un problema de analfabetismo sociológico y antropológico fundamental. Lo han padecido grandes corrientes intelectuales, pero eso no exime de responsabilidad a quienes, ante la evidencia, insisten en la desregulación de mercados.

El problema es el siguiente: las instituciones de la sociedad (no solo las formales, también las costumbres arraigadas, los valores, las normas o las costumbres cotidianas) necesariamente modifican los escenarios sociales y regulan los mercados. Nos violentaría un mercado de niños. Incluso es probable que el camino que se ha optado en el mundo para combatir el narcotráfico nazca de una regulación moral básica que se transforma en ley: no aceptamos un mercado lícito de drogas altamente adictivas. Y probablemente (es lógico pensarlo), sería más viable destruir los entramados del crimen organizado y generar políticas de salud pública.

Es decir, las regulaciones son un hecho social, más allá del Estado. Un ataque furibundo al Estado es un ataque a toda una estructura de instituciones, que no solo son las estatales, como en su momento un ataque a la iglesia suponía un ataque a gran parte de la institucionalidad. Es decir, cuando las instituciones se debilitan hasta el extremo, lo que surge no es un mercado puro y eficiente, sino el caos.

En Chile, esto ya ha ocurrido. Tanto en 2011 como en 2019, el país vivió grandes procesos de protestas al punto de arribar a un estallido social. Todos estos hitos fueron precedidos por un proceso de desinstitucionalización y de radicalización del modelo económico y los casos emblemáticos ocurrieron en el gobierno de un presidente empresario, que diluía las diferencias institucionales entre el dinero y el poder político.

Cuando las reglas del juego se vuelven demasiado flexibles o desaparecen, el resultado no es más libertad, sino más incertidumbre y conflicto. El problema es que el liberalismo económico, en su versión más radical, apuesta por ser prioritario ante el liberalismo político o moral. Y ante ese escenario comienza la crisis.

Kaiser, al igual que Milei, parece no entender esta dinámica. Si pretende aplicar un modelo de desregulación extrema, solo acelerará la crisis social y política. La historia demuestra que los países que han intentado desmontar sus instituciones de manera abrupta terminan enfrentando protestas masivas y colapsos políticos.

El dilema de Johannes Kaiser

Si Johannes Kaiser quiere construir un proyecto político sólido, tendrá que definir con claridad cuál de estas derechas representa. Si Kaiser se queda atrapado en Milei, tendrá problemas de crecimiento para llegar a una mayoría en segunda vuelta. Pero de momento, si se mueve Kaiser, parece no tener recepción en otros sectores.

No puede ser un defensor del anarcocapitalismo y al mismo tiempo un conservador estatista. No puede apoyar el libre mercado mientras coquetea con el proteccionismo. No puede desmantelar el Estado mientras promete orden y seguridad.

Milei, con todo su carisma y apoyo electoral, ya enfrenta las primeras señales de esta crisis en Argentina. Su gobierno se encuentra en una encrucijada porque intenta aplicar un modelo económico radical que choca con la realidad política y social del país. La pregunta es: ¿será Kaiser capaz de aprender de este error antes de que sea demasiado tarde?

La inviabilidad de Johannes Kaiser

En un libro que publicamos hace más de una década (El Chile profundo) detallábamos los resultados de una investigación que hicimos en el marco del proyecto CIES (fondos Milenio). Esos resultados eran interesantísimos: permitían vislumbrar dos grandes culturas político-institucionales en Chile, ambas de derecha, que se habían entroncado históricamente en un acuerdo tácito entre el nuevo empresariado financiero y la oligarquía histórica.

Uno lleva el discurso del emprendimiento y el otro sostiene los valores de lo que llamamos “Chile profundo”. La imagen a representar es la siguiente: la antigua institucionalidad y el valor social de ella sostiene mediante una subvención cultural la fortaleza del empresariado. Pero el modelo economicista es corrosivo para la institucionalidad y conduce a escenarios sin legitimación. Es así como, a medida que la visión empresarial dura avanza, la capacidad de producir orden e integración se debilita.

El crecimiento de Kaiser parece no solo ser un síndrome asociado a los procesos de Milei, sino un momento de exploración disruptiva que conduce, como suele pasar en sociedades en crisis, hacia el deseo de aproximarse a la intensificación de aquello que lo enferma.

Cansados y rendidos, una parte de la población avanza hacia Kaiser, como quien come desaforadamente no a pesar de sentirse mal del estómago, sino precisamente por eso.

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* Alberto Mayol (Santiago de Chile, 1976) es analista político, politicólogo, académico universitario, investigador en ciencias sociales, política y cultura. Fue precandidato presidencial en la elección de Chile en 2017 en el partido Frente Amplio.

** El presente artículo fue publicado originalmente en el medio de comunicación chileno BiobioChile

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