La crisis en Guatemala es permanente y a diario se la carcome la corrupción, lo cual mina las esperanzas depositadas en los nuevos liderazgos. La incertidumbre crece, los ánimos se tensan y la confianza se deteriora dentro de un escenario de decepción, lo que favorece indefectiblemente a sus detractores.
Es un hecho y nadie niega que actualmente muchos funcionarios sean honestos, pero debemos tener claro, que sólo la integridad personal como estandarte del poder, no es suficiente.
Es indudable que la probidad es fundamental, pero no la única carta a jugar.
La honestidad y rectitud son cualidades indispensables, pero las mismas deben ir acompañadas de la capacidad de ejecución, de toma de decisiones firmes, estratégicas y con sentido de oportunidad, sobre todo en un contexto tan complejo como el que atravesamos.
La confianza depositada en esta administración es fruto del trabajo y sacrificio de una sociedad compuesta por muchos actores, representantes de todos los sectores, que, con mucha valentía, dimos todo nuestro esfuerzo y la milla extra para defender nuestra democracia, garantizando así la legitimidad del pasado proceso electoral.
En esencia, este gobierno es el producto y resultado de ese inmenso y colectivo esfuerzo para sostener la estabilidad democrática de este diminuto país. A estos sectores y a toda esa población, hoy se le deben respuestas y ante todo lealtad.
Muchos perciben con preocupación, señales de aislamiento por quienes hoy tienen la enorme responsabilidad de gobernarnos, argumentando que no basta con rodearse de un círculo reducido de colaboradores y asesores, que, aunque sean capaces y de quienes se reconoce su competencia, abrirse y contar con el apoyo de sus aliados estratégicos, es trascendental.
Para liderar con eficacia, es importante escuchar. Pero esto va más allá, es hacerlo bajo la premisa del diálogo profundo y sincero que permita medir la temperatura del exterior.
Pareciera inocuo, pero sí resulta esencial contar con esos apoyos que a la hora de tomar importantes decisiones que conllevan riesgos, puedan ser ese sostén que soporte a la autoridad y no quedarse sola.
Muchos, aunque críticos, pueden aportar perspectivas valiosas y constructivas para enfrentar estos ataques.
Es lógico y razonable la imposibilidad material de escuchar a todo mundo, pero existen los canales para ello.
Un gobierno democrático, que se manifiesta de puertas abiertas, debe consolidar sus relaciones con todos sus aliados, pues de no hacerlo, el riesgo de caer en una gobernanza encapsulada en una burbuja impenetrable es enorme y sumamente peligroso, pudiéndose caer en el aislamiento, el cual llevará al desgaste político y eventualmente a la pérdida de legitimidad.
Reitero, las alianzas con la ciudadanía, con los sectores organizados y con los actores políticos que apoyaron este proyecto de gobernanza, no deben ser meros compromisos electorales, sino pilares estratégicos para sostener la democracia.
Hoy más que nunca, se recuerda, no ignorar estas recomendaciones, que no sólo aquí se manifiestan.
Gobernar bajo los principios de la participación, la colaboración y la transparencia, requiere de abrir puertas, generando una escucha activa y proactiva entre gobierno y sus ciudadanos, para diseñar salidas a los problemas desde la perspectiva y experiencia de todos los sectores a través de sus representantes, con quienes podrán consensuarse las mejores soluciones de forma conjunta.
Es fundamental construir y consolidar ese paracaídas que sostendrá a las autoridades y al gobierno en general.
No hacerlo, será un grave error, deteriorándose y anulándose ese liderazgo que le brinde respaldo político y social.
Es perfectamente comprensible lo delicado del asunto y que toda decisión que se tome conllevará delicadas consecuencias, pero ya es hora de desenredar este entuerto que nos asfixia y que día a día avanza con su mal, entiendo que las salidas aisladas y solitarias, no tendrán ningún efecto.
Se invita a las autoridades a tomar con firmeza la batuta de director, reconociendo que liderar no es sólo ejercer poder, sino armonizar las voces y talentos de cada miembro de la sociedad como si fueran una orquesta. Así como el director guía con precisión y sensibilidad esa batuta, para que cada instrumento alcance su máximo potencial, las autoridades tienen el deber de coordinar esfuerzos, escuchar las necesidades y marcar el ritmo para parar el ataque bajo el cual estamos.
En esta sinfonía social, cada decisión debe ser tomada con maestría, asegurando que ninguna nota quede fuera de lugar y que el resultado sea una obra que inspire confianza y bienestar colectivo.
En efecto, no se trata de caer en autoritarismos, pero sí en tener la autoridad suficiente para actuar con legitimidad y determinación.
Para vencer la adversidad, es imprescindible contar con esos aliados que hoy aún apoyan, pues son los únicos que sostendrán este barco que se hunde, evitando así poner en riesgo la institucionalidad.
Escuchar no significa ceder a todo y mucho menos a oscuros intereses, pero sí construir consensos y ejercer ese liderazgo necesario para alcanzar soluciones.
En un sistema democrático, la legitimidad no sólo se obtiene en las urnas, sino que se consolida con acciones firmes, eficaces y siempre dentro del marco de la legalidad.
Es momento de demostrar que este gobierno está a la altura de las expectativas, que la lucha anticorrupción está al centro de su gestión, por lo que se reitera la importancia de fortalecer las alianzas respectivas, que brinden ese apoyo necesario para salir de este fango.
Estar en los zapatos del liderazgo, seguro no es fácil, eso está claro, pero el desafío asumido no será posible, si no permiten respaldarles y por ende apoyarse en quienes les han acompañado en este proceso.
En conclusión, necesitamos un presidente que no sólo sea probo, sino que también ejerza el poder con sabiduría y firmeza. Que no se olvide que en esta lucha no está sólo, pero sí podría quedarse así, si no consolida sus alianzas y escucha a quienes desean apoyarle de verdad.
La historia juzgará su legado y está en sus manos decidir si ser recordado como el líder que actuó con principios y clara decisión o como el que, por temor o aislamiento, dejó escapar una oportunidad más.
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