Ha corrido tanta agua bajo el puente durante el último año, que no sería suficiente una enciclopedia para escribir todo lo que haría falta para explicar lo sucedido. En el futuro, corresponderá a los historiadores sacar conclusiones más precisas al respecto. Por de pronto, si una lección queda clara es la importancia que tiene la libertad de opinión para el buen funcionamiento de la democracia y la pacífica convivencia en sociedad. En tal sentido, este es un momento propicio para recordar los principios generales que deberían prevalecer en el debate de ideas y opiniones en una sociedad civilizada, para evitar así comportamientos destructivos que pretendan anular el disenso. En tal sentido, es importante recordar los principios de J.Habermas, el afamado filósofo alemán, en relación al Sprachethik (la ética del discurso): discusión racional: argumentación racional y crítica entre los participantes en el debate; imparcialidad: evitar sesgos y favoritismos injustificados en la discusión; sinceridad: las opiniones y argumentos en la discusión deben ser honestos y sinceros, evitando la manipulación y la opacidad en la comunicación; autonomía: reconocer la libertad y autonomía moral de cada persona para distinguir entre lo correcto e incorrecto; universalidad: todas las personas deben tener la oportunidad de expresar sus puntos de vista de manera respetuosa y en condiciones de igualdad.
Estos principios resaltan la importancia del diálogo racional y la comunicación abierta en la resolución de manera pacífica y democrática de problemas colectivos: la importancia de la discrepancia de puntos de vista y la discusión racional como parte esencial del proceso democrático. La importancia del pluralismo de ideas para enriquecer el debate público y la toma de decisiones informada. Con todo lo malo que pudiera significar para algunos la existencia de voces disidentes a las ideas de moda en un momento determinado de la historia, es mejor para todos que exista un pluralismo de ideas a que predomine una sola narrativa, independientemente de qué tipo de narrativa sea. Así como muchas personas celebran con regocijo que el cambio en el tono del debate político reinante hace unos meses atrás, otros tantos seguramente estarán muy molestos y frustrados. En todo caso, lo importante es que cada ciudadano pueda expresar libremente sus ideas, independientemente que agraden o desagraden a quienes detentan el poder y a sus corifeos. Claro está, siempre que el intercambio de ideas se haga respetando las reglas mínimas éticas del discurso que demanda una sociedad respetuosa de los derechos humanos, la justicia, la democracia, la tolerancia y la convivencia pacífica. Aunque hoy no sea como ayer, hay que tener claro que este tipo de apertura no está garantizada, debe defenderse todos los días, en todos los medios y en todo tipo de circunstancias.
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