Construyamos desde la participación y no desde la crítica destructiva

Mariana Rohrmoser

febrero 25, 2025 - Actualizado febrero 24, 2025
Mariana Rohrmoser

Hoy quiero enviarles un mensaje a mis conciudadanos guatemaltecos, a mis amigos y familiares, a mis colegas de trabajo en los múltiples ámbitos que me desarrollo, a mi gremio de profesionales, a todo aquél que tenga el gusto de conocerle y en especial a usted, estimado lector que hoy me brinda su tiempo para leerme.

Considero que ya es hora de dejar de desacreditarnos mutuamente, con etiquetas ideológicas que nada tienen que ver con lo que se está viviendo en el país o lo que realmente implican estas. Es agotador y absurdo seguir atacando el actuar de las personas y sus pensamientos, bajo el argumento trillado de la ideología.

Es hora de ponernos a trabajar en pro de Guatemala y dejar atrás este tipo de actitudes separatistas que menoscaban el progreso e impiden la cohesión de fuerzas productivas para este país.

Es impresionante que a la fecha y con pruebas contundentes aún existan ciudadanos que prefieran la corrupción por encima de las ideologías. Me atrevería a decir que para muchos ser corrupto o ladrón no es una pena, pero ser “chairo” sí lo es.

¿Cómo es posible que hayamos perdido tanto el norte y no sepamos discernir entre el correcto actuar, los verdaderos principios, los ideales y la retórica? ¿Cuánto ha decaído la inteligencia, la educación, la cultura general que genera la lectura para que hoy, algunos individuos no tengan ni la más remota idea de lo que realmente implican las ideologías y sus bases doctrinales, como para volverlas insultos y hasta descalificaciones? Pareciera que cuando la razón topa, las ideologías surgen al rescate.

La historia de la humanidad nos ha demostrado que los grandes avances no han surgido de las simples críticas y las descalificaciones, sino de las acciones concretas de ciudadanos comprometidos con el progreso.

Las ciudades más evolucionadas, los inventos tecnológicos, los cambios sociales y las mejoras en la calidad de vida de los humanos han sido posibles gracias a personas que decidieron construir, aportar y transformar, no sólo en atacar, descalificar, señalar defectos e insultar.

En Guatemala, durante décadas, hemos tenido gobiernos marcados por la corrupción, el narcotráfico y la impunidad. Sin embargo, la severidad crítica y las descalificaciones de orden ideológico parecen haberse intensificado en este último tiempo, cuando por primera vez y luego de muchos años, lo queramos aceptar o no, contamos con esfuerzos que gozan de principios alejados de la corrupción.

Es un hecho que la actual administración no es perfecta, pero existen indicios para saber que la misma no se encuentra vinculada a los mismos vicios y nexos a los más obscuros poderes de este país. Esto, constituye una enorme ganancia, ¿o no?

Esto me lleva a las siguientes interrogantes, tales como ¿por qué en el pasado no existía el mismo nivel de exigencia hacia presidentes abiertamente corruptos? y ¿por qué hoy el énfasis está en señalar la falta de acciones para todo, cuando sí existen acciones positivas y de carácter trascendental para poder iniciar un recorrido que nos cambie el panorama de la corrupción?  Luego de décadas de tanto latrocinio y desfalcos al erario público, es imposible reacondicionar todo el aparato gubernamental al servicio de la corrupción e impunidad y pretender que todo se ordene ipso facto. Por supuesto que falta capacidad. Es lógico, si aquí hemos estado en la tierra de nadie y quienes intentan hacer bien las cosas, son atacados, erróneamente cuestionados y por supuesto, tildados de “chairos”.

¡Entendámoslo! Este es un gobierno de transición, supuesto a poner las bases para luego ejecutar con transparencia y sin las mañas de las cuales hemos sido presa. Obviamente no es, ni será fácil, pero mucho más difícil nos será, si nos estamos atacando, obstaculizando y estigmatizándonos bajo absurdas tachas, mientras los detractores de este país siguen trabajando por impulsar un terrible debilitamiento de las instituciones que se encuentran cooptadas.

Poner los ojos a lo que está ocurriendo de forma silenciosa y desde las bases de quienes sostienen la corrupción, sería mucho más fructífero e importante, que atacar a quienes sí intentan trabajar

Es cierto, el presidente Arévalo no tiene ese carácter de dictador, que grita e impone su voluntad, ni es el referente en el sentido tradicional de la política guatemalteca, donde muchas veces se ha confundido la autoridad con la imposición y la prepotencia. Sin embargo, sí posee una característica valiosa: su capacidad de diálogo y la intención de abrir espacios para una participación ciudadana más activa. Esto, en lugar de ser visto como una debilidad, debería ser aprovechado como una oportunidad para que la sociedad y especialmente la juventud, tome un rol propositivo en la construcción de un mejor país.

Ejemplos internacionales nos muestran que los países que han logrado progresar, lo han hecho gracias a ciudadanos que han decidido involucrarse y aportar. En países como Finlandia y Canadá, las políticas de transparencia y desarrollo no surgieron sólo de una clase política iluminada, sino de una sociedad civil vigilante y muy proactiva. Otro ejemplo que puedo invocar es Uruguay, país que ha logrado consolidar un sistema democrático estable, porque la ciudadanía no sólo se vuelca a la crítica, sino que participa activamente en la toma de decisiones y en la supervisión de la gestión pública.

La crítica es necesaria, nadie lo niega, pues es el mecanismo por el cual se identifican errores y se exigen mejoras en el desempeño de la gestión administrativa y gubernamental. Sin embargo, cuando se convierte en un instrumento de demolición, sin propuestas ni acciones para construir alternativas, se transforma en un obstáculo para el progreso.

La política, como cualquier otro ámbito de la vida, requiere no sólo de observadores, sino de actores dispuestos a ensuciarse las manos en la tarea de mejorar su entorno.

Guatemala no avanzará con la simple descalificación. Lo hará con ciudadanos comprometidos, que, en lugar de limitarse a exigir, propongan; que, en lugar de destruir, construyan; que, en lugar de sólo señalar, se involucren. Es hora de dejar atrás la cultura del ataque y fomentar una verdadera cultura de participación.

Además, es importante señalar que la gente que repite esta crítica destructiva está siendo manipulada por un sector que claramente no quiere que las cosas cambien. Este nuevo sistema, aunque no totalmente efectivo, enfrenta los embates de su sistema podrido que amenaza constantemente con atacar todo intento de cambio. A esto se suman las rivalidades, los «yoyismos», los egos, los errores de no delegar y, sobre todo, la desinformación.

Estimado lector, piénselo y permítame darle este consejo: su crítica no constructiva ayuda y empodera a la corrupción. Súmese, involúcrese y proponga, pues es posible que sólo esta oportunidad tengamos.

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