Las encuestas en el mundo cayeron en descrédito en su función de predecir resultados electorales. El voto oculto de diez puntos porcentuales promedio altera decisivamente las realidades políticas. Ocurrió en Guatemala en mayo de 2023, donde surgió una opción de poder insospechado. Y en México un año después, donde se afirmó Claudia Sheinbaum con una ventaja de dos a uno sobre Xóchitl Gálvez, y la coalición que encabeza el partido Morena bordeando la mayoría calificada en las cámaras parlamentarias.
Cuando el río vuelve al cauce y las preguntas de las encuestadoras no comprometen al encuestado la fotografía tiene menos zonas oscuras y su fecha de caducidad ya no es de días ni de horas. O sea, es útil para captar a grandes rasgos un buen tramo de los tiempos calendario (uno a tres meses), pero se desactualiza cuando los tiempos políticos se aceleran.
Por eso es relevante la encuesta de mayo 2024 de Cid-Gallup y su metodología que permite comparar en el tiempo. Todos los presidentes del periodo democrático han iniciado sus mandatos con 80% de aprobación y cuatro meses después su capital político se ha erosionado a velocidades desiguales. Alejandro Giammattei solo perdió 10 puntos y Jimmy Morales 20. En cambio, Arévalo cayó 25 puntos.
Es temprano para sacar conclusiones o derivar tendencias. En mayo de 2020, Giammattei era percibido como un gobernante con las capacidades de enfrentar la pandemia. En septiembre del mismo año era claro que la percepción se desvanecía, pues cayó 30 puntos, y en diciembre ya estaba enterrado, su aceptación era de apenas 20%. Nunca se levantó de allí y terminó el mandato como el presidente de la era democrática más impopular y también en el sótano de la evaluación de mandatarios en el continente. Algo parecido ocurrió con Morales a partir de 2016.
Ni Morales ni Giammattei, sin embargo, despertaron las expectativas que Arévalo, solo comparables con las que levantó el primer gobierno democrático encabezado por el presidente Vinicio Cerezo. ¿Qué esperaba la población de Arévalo? Primero, la destitución de la fiscal general. Luego, la renovación de la burocracia gris que ha servido a las anteriores administraciones. En tercer lugar, programas y políticas sociales y de seguridad, y obra pública.
Puede aplanar o mitigar la curva de caída en los próximos meses sí y solo sí pone en acción el aparato público para lo cual tendrá que alinear el servicio civil y darle otros incentivos que no sean corrupción, y alinear también a contratistas y proveedores para trabajar de mutuo acuerdo la finalización de las obras contratadas a última hora por el gobierno de Giammattei. Pero no será suficiente con hacer las cosas bien, necesita comunicarlas. Ahora bien, si continúa la parálisis de las instituciones o bien traccionan, pero bajo el signo de la corrupción, la curva de caída se pronunciará y si se mantiene en esa dinámica al finalizar el año, ya no habrá punto de retorno.
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