El mundo ha estado siempre revuelto y en combustión, como el centro de la Tierra, y a cada momento todo es más confuso, aunque en realidad el planeta sigue girando y la humanidad se adapta. A mi generación le tocó experimentar el fin de la utopía, el boom de las computadoras, las carreteras de información por internet, la pandemia y la explosión reciente de la inteligencia artificial, que ahora está transformando nuestra forma de vivir, de trabajar, de aprender, mientras se impone la dictadura de las minorías, de los cuantos que creen tener la verdad absoluta y combaten sin dioses a quienes no piensan igual. En el siglo XX ocurrieron las revoluciones, las grandes guerras mundiales, el holocausto, la guerra fría y las dictaduras de la mayoría. Hay sus diferencias, pero la revolcada es parecida.
En Guatemala tenemos un clima extraordinario, ahora cambiante, caluroso como el verano y de lluvias atrasadas que amenazan con ahogarnos, por eso de la coincidencia del efecto del niño y la niña traslapados. La gente sabe vivir sin hacer caso a las autoridades, dispuestos a reverenciar a los líderes especiales cuando aparecen, o nos conformamos con la democracia monárquica, que confía a herederos sus principios. Todo ocurre en familia, bajo los mismos apellidos. Es como una costumbre que viene arrastrada del tiempo de los reyes, porque nos encantan los uniformes, desfiles y ritos.
Los más agresivos defensores de la juventud resultan ser viejos nostálgicos, porque el arranque juvenil sobresale en lo privado, se quieren marchar, sin cadenas a la tierra, hijos del mundo.
La pandemia del COVID, así como la gripe española de un siglo antes, fracturó profundamente a la sociedad. En los veintes fueron los años locos, y ahora estamos en los años del aislamiento.
Las vacunas hicieron su efecto, hay quienes dicen que los grandes poderes aprovecharon para detener la fertilidad femenina, y la reproducción se ha contenido. Pronto seremos menos y aunque próximos, estaremos más distantes que nunca. La longevidad se prolonga, el tiempo en familia se dispersa y el mundo cambia.
La tecnología mueve a la masa, las redes sociales son una fiesta, y a los individuos nada les importa sino su conveniencia y comodidad fugaz. El relevo generacional está muy lejos de afirmarse. Se está dando un vuelco en la forma de vida hacia adelante o veremos la vuelta al pasado, depende del pensamiento y la sensibilidad de las nuevas lumbreras.
Etiquetas:COVID fin de la utopía Inteligencia Artificial