Strindberg y Beethoven

Como testimonio del valor que tenía la música de Beethoven en su obra, Strindberg escribió en 1907 un excelente drama que tituló La sonata fantasma inspirado en la sonata 17 Tempestad del compositor alemán.

Camilo García Giraldo

mayo 12, 2024 - Actualizado mayo 11, 2024

En 1899, el gran escritor, dramaturgo y artista sueco August Strindberg regresó a Estocolmo después de vivir y superar los peores 4 años de su vida en París donde se le agravó el delirio persecutorio que le había aparecido desde su juventud. Acusaba sin cesar a los dueños de los múltiples hoteles donde se hospedaba de querer envenenarlo. Alterado y fuera de sí, se refugió en el consumo de alcohol y drogas y en la realización de experimentos de alquimia carentes de sustento científico, parecidos a los innumerables y obsesivos experimentos que llevó a cabo José Arcadio Buendía-padre en una habitación de su casa en Macondo que lo llevaron a perder la razón, a la locura.

Compró un amplio apartamento en el centro de la ciudad en donde vivió hasta su muerte ocurrida en 1912 consagrado a una febril y continua labor literaria que comenzó escribiendo dos libros esenciales para él, Infierno y Camino de Damasco en los que relata y describe esos años que acababa de vivir inmersos en la locura; libros que son la exposición y confesión de su enfermedad, de la patológica conducta que se había apoderado de él. Y en el que también organizó veladas semanales a las que invitó a destacados músicos, a poetas, artistas y escritores para conversar sobre temas culturales y políticos de actualidad y, sobre todo, para interpretar y escuchar piezas o fragmentos de obras de Beethoven, compositor que admiraba enormemente.

Y como prueba y testimonio del valor que tenía su música escribió en 1907 un excelente drama que tituló La sonata fantasma inspirado en la sonata 17 Tempestad del compositor alemán. Pieza en la que el dramaturgo sueco nos presenta un escenario, la celebración de la cena de los espectros, en la que los personajes o participantes no son lo que aparentan ser. Así, por el ejemplo el viejo Hummel no es el hombre bondadoso que aparente ser sino un usurero que ha usado sus varios matrimonios con malas intenciones. La momia en realidad es una antigua esposa de Hummel. Y el coronel no es el noble y aristócrata que dice ser sino un simple ciudadano. Por esos sus apariencias son irreales o fantasmagóricas como son en general todas las apariencias que presentan los seres humanos en la sociedad. Apariencias que son las máscaras que forman una imagen de las personas completamente distinta a lo que en realidad son.

Con esta pieza teatral de crítica social no solo confirmó su pasión por la música de Beethoven sino también la señaló como una fuente de su inspiración literaria. La crítica del comportamiento de los seres humanos en la sociedad con el que siempre enmascaran y ocultan lo que son, por lo menos, sus defectos e imperfecciones. La verdad de lo que es cada persona se encuentra en la intimidad privada de sí mismo y en el trato cotidiano que tiene con sus familiares. Ahí se quitan la máscara con la que aparecen ante el público de la sociedad, ante el conjunto de los demás. En efecto, es en la esfera cotidiana donde los seres humanos realmente existen como son, son-ahí, como dice Heidegger. Es, por lo tanto, para él en esta esfera donde son auténticos si aceptan o reconocen su destino natural e inapelable de la muerte, si asumen la conciencia de su mortalidad. Pero también se tornan auténticos seres humanos, agregamos nosotros, porque el ser y la apariencia se unifican en su existencia, porque ahí son lo que aparentan ser y aparecen tal como en realidad son.

Ingmar Bergman, su genial compatriota, puso en escena varias veces esta pieza para señalar la importancia reveladora de ser social de los hombres que su juicio tenía. También hizo una película que consideró la mejor de su producción, Persona, en la que nos muestra que toda persona termina asumiendo un papel teatral en su vida social, termina siendo o imitando a un actor de teatro como le ocurrió a la enfermera Alma que cuidaba a la actriz teatral Elisabeth Vogler, enferma que se encontraban postrada en su cama. Pues cuando los hombres y las mujeres fingen o aparentan ser lo que no son, lo que hacen en realidad es volverse actores teatrales, así no tengan la formación o el talento para serlo.

Pero Strindberg seguramente también organizó estas reuniones por una razón adicional, igualmente decisiva para él; la de lograr que esta música que, al escucharla le daba alegría, goce y, sobre todo, serenidad espiritual, lo ayudara a tener alejada la sombra de su enfermedad que en silencio lo seguía acechando, que lo amenazaba con regresar con su carga destructiva. Aspiración que logró cumplir porque, para su bien y de su obra, no volvió a padecer una grave crisis de esa enfermedad que lo acompañó a lo largo de casi toda su vida.

Camilo García Giraldo es escritor y ensayista colombiano Fue profesor en varias universidades de Bogotá. Reside en Estocolmo (Suecia) desde 1989, donde ha trabajado en varios proyectos de investigación sobre cultura latinoamericana en la Universidad de Estocolmo.

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