Sartre, Cortázar y el sentido de la existencia

Como el personaje de El ser y la nada de Sartre, Horacio Oliveira encuentra en el amor la posibilidad de darle un sentido integrado a su existencia; y como él, no logra darle ese fundamento permanente y duradero a su vida porque es incapaz de amar, porque en el fondo solo quería ser amado.

Camilo García Giraldo

mayo 19, 2024 - Actualizado mayo 18, 2024

Jean Paul Sartre en su obra filosófica capital El ser y la nada sostiene que la existencia de cada ser humano es contingente; es decir, es una existencia que es pero que también hubiera podido no haber sido. Detrás de la existencia de cada hombre no obra originalmente ninguna necesidad que la obligue inexorablemente a ser; y, por lo tanto, lo que subyace en el seno de su ser o su existencia es la presencia del no-ser o de la nada. Por esta razón cuando los hombres toman conciencia de esta condición radical de su ser se proponen suprimirla, haciendo de su existencia una realidad unida, necesaria, consistente y duradera, es decir, una realidad que tenga la calidad del ser. Y la única manera de lograrlo es tratando de convertirse en los autores-creadores de sus propias vidas, en fundamentos originales de sus existencias. En el esfuerzo diario y constante por tratar de realizar este propósito que las da el sentido a sus existencias transcurre la mayoría del tiempo en que duran; cada uno ha buscado primero ese fundamento en su propia conciencia, luego en la conciencia de los otros y finalmente en la unión afectiva-amorosa con ellos. Sin embargo, como trató de demostrarlo a lo largo de las más de 800 páginas del libro es un intento y esfuerzo fallido, un propósito que nunca pueden realizar debido a que está más allá de su alcance, a que está completamente fuera de sus posibilidades reales.

Los hombres no pueden convertir a sus conciencias, a su ser-para-sí, en el fundamento de sus existencias porque éstas con su sola presencia establecen una separación infranqueable con su ser para sí, porque sus conciencias al ser o existir abren un abismo a la nada que les impide coincidir con la existencia en sí de los hombres. Tampoco cada hombre puede fundamentar su existencia en la conciencia de los demás porque cada vez que se lo propone mirándolos lo que hace en realidad es apoderarse de sus conciencias; y al hacerlo así niega la condición subjetiva que tienen, es decir, los convierte en meros objetos carentes de conciencia propia y por lo tanto incapaces de darles el fundamento que buscan. Y tampoco lo puede encontrar en la unión amorosa y sexual con los otros porque cada hombre al amar a otro lo que en el fondo busca es ser amado por él; al ocurrir esto así no logra coincidir e integrarse con él de manera plena y completa.   

Sin embargo, para Sartre no todo está perdido. A los hombres les queda la valiosa posibilidad de hacerse a sí mismos, de formar su propio ser, en función de un fin concreto que elijan libremente, es decir, la posibilidad de realizarse a sí mismos como seres humanos de acuerdo a la elección libre y consciente que hagan de un propósito determinado que oriente y ordene los actos de su existencia. Es en el acto de elegir libremente los fines de sus vidas en el que los hombres encuentran el fundamento, ciertamente precario y limitado, que les da sentido.

Horacio Oliveira el personaje principal de Rayuela, la gran novela de Julio Cortázar representa o encarna esta situación existencial de los hombres modernos que analiza y describe filosóficamente Sartre. En efecto, Oliveira, intelectual argentino frío y distante, se propone durante su vida buscar algo que le de fundamento o sentido a esa vida, algo que le permita superar o librarse de la contingencia que es. Al comienzo del libro dice Oliveira: “Ya para entonces me había dado cuenta de que buscar era mi signo, emblema de los que salen de noche sin propósito fijo, razón de los matadores de brújulas”. Oliveira no sabe que es lo que en concreto busca; pero en cambio sabe muy bien que ese algo que busca le tiene que proporcionar unidad y armonía a su existencia, le tiene que dar un sentido profundo y real. Algo que lo lleve al cielo donde reina precisamente esa unidad suprema de sentido y que constituye la última casilla del juego de la rayuela. Pero no al cielo paradisiaco forjado por las religiones monoteístas de raíces judías que está más allá de la realidad de esta tierra sino a uno que esté situado en ella o cerca de ella, en su mismo plano y nivel, y que se representa en la primera casilla del juego. Jugar rayuela es lo mismo que vivir tratando de alcanzar esa unidad de sentido que la imagen del cielo ofrece. Por eso es este juego el que revela y encierra al mismo tiempo la clave esencial de su existencia. Horacio Oliveira busca, entonces, ese sentido que funde su existencia en el amor por una mujer, la Maga.  

Sin embargo, como el personaje filosófico de Sartre, Horacio Oliveira no logró encontrar en el amor a la Maga el sentido pleno que busca para su vida porque fue incapaz de amarla de verdad, de entregarle consuelo y apoyo en el momento que más lo necesitaba debido a que la embargaba el gran dolor por la muerte de su querido hijo Rocamadour. Al no afirmarle y probarle su amor en ese instante crucial y decisivo para su vida la Maga, entonces, decide abandonarlo. Oliveira trató en la integración amorosa con la Maga encontrar el sentido que siempre buscó para su existencia. Pero como no fue capaz de dar algo esencial y significativo de sí mismo a la mujer que creía amar, como no pudo mostrarle y confirmarle su amor en una grave y dolorosa circunstancia de su vida, perdió la posibilidad de ser amado por ella, perdió la posibilidad de vivir lo que en el fondo más deseaba.  

Pero Oliveira a pesar de haber sido abandonado por la Maga no la olvida; llevará consigo de manera viva e intensa su imagen en su memoria por el resto de su vida, hasta el punto que después de su regreso a Buenos Aires de París la proyecta sobre la figura de Talita, la esposa de su viejo amigo Traveler; la confunde en ocasiones con ella no tanto como prueba de un delirio temporal que sufre sino sobre todo como expresión de la fuerza y persistencia que tuvo en su mente la imagen de esa mujer que quiso amar. Pero como finalmente se percata de que Talita no es la Maga, de que nunca la volverá a ver, de que la ha perdido definitiva e irremediablemente, decide dejarse caer al patio desde la ventana de su habitación en el hospital psiquiátrico donde trabajaba, en el lugar donde estaba dibujada la rayuela.

Horacio Oliveira decide morir, entonces, al darse cuenta de que no supo o no pudo conservar a la mujer que había encontrado en su búsqueda por encontrar algo que le diera fundamento y sentido a su existencia. No fracasó en la búsqueda de ese sentido porque lo encontró sino porque lo dejó escapar de sus manos casi en el momento que lo halló. Se arrojó a la rayuela para morir porque tal vez en un acto supremo de arrepentimiento y desesperación deseó encontrar en la casilla que simboliza el cielo, así fuera en el interior de la nada de la muerte, de nuevo el sentido de su vida que había perdido, porque deseó unirse e integrarse al lugar que se ha presentado desde hace muchos siglos a los hombres como el lugar único y privilegiado en donde yace la fuente del sentido definitivo de sus vidas.  

Como el personaje del texto filosófico de Sartre, Horacio Oliveira encuentra en el amor la posibilidad de darle un sentido integrado a su existencia; y como él, también, no logra darle ese sentido o fundamento permanente y duradero a su vida porque es incapaz de amar, porque en el fondo solo quería ser amado. Los dos fracasan, entonces, en lograr este propósito debido a que no comprendieron o desconocieron el verdadero significado del amor entre los seres humanos, no comprendieron que el acto de amar es un acto por el que un ser humano le entrega a otro algo esencial de sí mismo para poder así unirse a él, que el amor es ante todo un acto de entrega recíproca entre los seres humanos que hace posible su integración en la que encuentran, así sea temporalmente, un sentido fundamental a sus existencias, el sentido de sentirse felices.

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