El 20 de abril de 1970 Paul Celan con 50 años de edad se suicidó en París, lanzándose al río Sena desde el puente Mirabeau, después de haber sufrido durante ocho años graves problemas depresivos y delirios esquizoides, en medio de los cuales trató de matar a su mujer. Años más tarde, el filósofo marxista estructuralista Louis Althusser, quien también sufrió síntomas semejantes durante muchos años, hizo desafortunadamente lo que Celan afortunadamente no llegó a hacer: matar a su mujer.
Celan fue un extraordinario poeta rumano-judío que escribió su obra en alemán, lengua que llegó a dominar a la perfección, gracias a que su madre se la enseñó, desde muy pequeño, lo mismo que el amor a literatura. En opinión del lingüista, traductor y crítico literario George Steiner, fue el mayor poeta de lengua alemana de la segunda mitad del siglo pasado. Con el tiempo, se convirtió además en un políglota que tradujo al alemán textos y obras de autores franceses, como Arthur Rimbaud y Paul Valery; de ingleses y norteamericanos, como Shakespeare y Emily Dickinson; o del poeta ruso Osip Mandelshtam. Por eso su poesía escrita en alemán y su labor de traductor son de alguna manera un tributo que le rindió a su progenitora durante su vida, un reconocimiento a su valioso legado que siempre apreció con mucho cariño.
Su padre, en cambio, no dejó ninguna huella intelectual en él. Fue un judío ortodoxo sionista que trató de formarlo, sin éxito, en sus preceptos. Celan renunció a la edad de 18 años, de manera definitiva, a esta ideología ultranacionalista y se acercó, en cambio, al pensamiento socialista. Sin embargo, no dejó de apreciarlo y recordarlo después de que murió de tifus en el campo de exterminio de Auschwitz, unos meses después de que su madre fuera asesinada ahí mismo, en 1942, en una cámara de gas.
Pensando en ellos escribió ese gran poema Fuga de muerte, donde nos habla del tenebroso lugar donde murieron injustamente sus progenitores, del lugar donde los nazis asesinaron a su madre, que no solo lo trajo a este mundo sino también le dio los fundamentos espirituales y lingüísticos que configuraron su personalidad y su existencia, que abrieron el sendero de su vida creativa.
Adorno dijo que no se podía escribir poesía después de Auschwitz, que no se podía escribir nada con sentido y belleza después de un acontecimiento tan bárbaro como el exterminio masivo de judíos perpetrado por los nazis. Sin embargo, el poeta judío Paul Celan se encargó pronto de refutarlo, escribiendo un poema que detalla, con maestría profunda y conmovedora, imitando una fuga musical, ese campo de exterminio. En este nos dice que los verdugos nazis alemanes también murieron ahí como seres humanos cuando mataron a los judíos, que murieron junto a sus víctimas en el momento que las mataron. Todos murieron. Pero los judíos solo murieron físicamente, mientras que su humanidad quedó intacta, viva e imperecedera. En cambio, los alemanes sufrieron, al matarlos, una peor y más grave muerte, la de su fisonomía o condición humana, la de su humanidad.
Poema que vale o que sirve perfectamente para describir el campo de concentración y de exterminio que el Estado sionista de Israel ha convertido a Gaza. En esta pequeña porción de tierra han quedado atrapados más de dos millones de palestinos sin poder salir o escapar de los diarios e intensos bombardeos a que son sometidos por las fuerzas militares israelís desde hace casi un año. Bombardeos que han destruido la inmensa mayoría de las viviendas, hospitales, escuelas, centros de refugiados y han matado a más de 41 mil civiles palestinos, en su mayoría mujeres y niños. Por eso el Estado de Israel ha convertido a Gaza en el Auschwitz actual. En el centro de exterminio de una gran parte de la población palestina. Los gobernantes judíos sionistas, en su gran mayoría no semitas, del Estado de Israel, encabezados por Netanyahu, y que son descendientes de quienes fueron perseguidos por los nazis o sobrevivieron al Holocausto están matando a los palestinos del mismo modo en que los nazis mataron a sus ancestros recientes. Pues como señaló con entera razón José Saramago: “Los judíos tratan a los palestinos de la misma manera como los nazis los trataron a ellos”. Son por eso verdaderos émulos de los verdugos nazis. De víctimas de los nazis se convirtieron en victimarios de un pueblo completamente ajeno e inocente de todo el antisemitismo y las persecuciones que sufrieron en Europa y Rusia a lo largo de su historia.
FUGA DE MUERTE
Leche negra del alba la bebemos de tarde/ la bebemos de ocaso y de mañana la bebemos de/ noche/ bebemos y bebemos/ cavamos una tumba entre los aires allí se yace cómodo/ Vive un hombre en la casa que juega con serpientes/ él escribe/ escribe cuando cae la noche en Alemania tu cabello/ dorado Margarete/ lo escribe y luego sale de la casa y brillan las estrellas/ le silba a su jauría/ le silba a sus judíos pide que caven una tumba/ en tierra/ nos ordena tocar hasta bailar/ Leche negra del alba te bebemos de noche/ te bebemos de día y mediodía te bebemos de tarde/ bebemos y bebemos/ Vive un hombre en la casa que juega con serpientes/ él escribe/ escribe cuando cae la noche en Alemania tu cabello/ dorado Margarete/ tu cabello cenizo Sulamit cavamos una tumba entre/ los aires allí se yace cómodo/ Él grita claven hondo los otros canten toquen/ él empuña el acero del cinturón lo blande sus ojos/ son azules/ ustedes claven hondo con las palas los otros/ continúen tocando hasta bailar/ Leche negra del alba te bebemos de noche/ te bebemos de ocaso y de mañana te bebemos/ de tarde/ bebemos y bebemos/ vive un hombre en la casa tu cabello dorado/ Margarete/ tu cabello cenizo Sulamit juega con las serpientes/ Él grita toquen más melodiosa la muerte la muerte/ es un maestro de Alemania/ él grita toquen más oscuro los violines entonces/ subirán al aire como el humo/ entonces, una tumba tendrán entre las nubes allí se/ yace cómodo/ Leche negra del alba te bebemos de noche/ te bebemos ahora a mediodía la muerte es un maestro/ de Alemania/ te bebemos de tarde y por el día bebemos y bebemos/ la muerte es un maestro de Alemania sus ojos son/ azules/ te alcanza con su proyectil de plomo te alcanza con/ su buena puntería/ vive un hombre en la casa tu cabello dorado/ Margarete/ le silba a su jauría nos concede una tumba sobre el aire/ él juega con serpientes y sueña ya despierto la muerte/ es un maestro de Alemania/ tu cabello dorado Margarete/ tu cabello cenizo Sulamit.
Pero, además, Celan se interesó por la obra filosófica de Martin Heidegger. La comenzó a leer en 1951 y la siguió con mucho interés estudiando y consultando hasta su muerte. En 1967 tuvo la oportunidad de conocerlo personalmente durante un recital que ofreció en la Universidad de Friburgo de Brisgovia. Pues Heidegger fue al recital, que tuvo una multitudinaria asistencia, porque ya había leído sus poemas, muchos de ellos herméticos y enigmáticos, que valoró mucho y los interpretó como exponentes de lo que denominó “El pensar poético”, de un pensar sustancialmente diferente al lógico-racional, que ha servido de fundamento a la Metafísica, a la filosófica tradicional, y que tiene para él la capacidad única de revelar la verdad oculta de los entes del mundo, o mejor, del sentido profundo del ser de esos entes o cosas.
Terminado el recital se quedaron conversando afablemente un buen rato. Heidegger lo invitó, entonces, a visitarlo en el poblado de Todtnauberg, donde tenía su vivienda en aquellos años, en pleno corazón de la Selva Negra. No solo lo invitó para seguir la conversación, sino también para mostrarle algunos lugares y senderos que más de un siglo antes había recorrido Hölderlin, el gran poeta admirado por los dos, que sufrió durante los últimos 30 años de su vida una especie de esquizofrenia catatónica, y de cuya obra, en especial de su Elegía pan y vino, Heidegger se sirvió para mostrar y sustentar su concepción temporalizada del Ser, su tesis de que el Ser no existe al margen del tiempo, como se ha sostenido en la filosofía desde la obra de Parménides en la Antigüedad griega, sino está integrado a él.
Celan aceptó la invitación con la intención de escuchar de él, de sus vivas palabras, los diversos aspectos de su pensar filosófico que, como dije, ya conocía de la larga y constante lectura que había hecho de sus libros. Pero también con el propósito recóndito de escucharlo decir algunas palabras de arrepentimiento del compromiso militante que tuvo en los años 30 con el partido nacional-socialista de Hitler o que condenara el Holocausto, teniendo en cuenta que Celan era un judío que el filósofo admiraba. Pero para su gran decepción, no dijo una sola palabra al respecto. Guardó una vez más silencio, como siempre lo había guardado y continuó guardando hasta su muerte.
Poco después de su estadía en Todtnauberg, escribió un poema en el que precisamente expresa esa esperanza que tuvo de que Heidegger se arrepintiera de corazón de haber apoyado el proyecto nacional socialista de Hitler. Hubiera sido lo más propio y auténtico de un pensador como él. Pero al no escucharlo, el camino de los dos juntos se hace imposible porque encuentran “una alta Ciénega húmeda”.
TODTNAUBERG
Árnica, consuelo de la vista, el/ sorbo de la fuente con el/ dado de estrellas encima,/ en la/ cabaña,/ la escrita en el libro/ –¿cuyo el nombre acogido/ antes del mío?–/ la escrita en este libro/ línea acerca de/ una esperanza, hoy,/ a una palabra/ en el corazón/ que venga/ (que venga sin tardar)/ de alguien que piensa,/ brañas del bosque, desniveladas,/ orquídea y orquídea, solas,/ lo crudo, más tarde, de camino,/ evidente,/ el que nos conduce, el hombre,/ él lo ha escuchado también,/ las sendas, con traviesas, a medio/ transitar, en la alta ciénaga,/ lo húmedo,/ mucho.
Y es que ese silencio se debió, como algunos biógrafos e historiadores han señalado, al hecho de que Heidegger siempre estuvo convencido, en su interioridad, de que el Estado nazi y el pueblo alemán encarnaban a nivel colectivo su concepción filosófica del Dasein, el ser-ahí, que había analizado y expuesto en el plano individual en su libro Ser y tiempo. De tal manera que las características del Dasein, su poder ser auténtico asumiendo el destino de su muerte, su libertad constitutiva que le permite darse el proyecto de ser, y preguntarse por el sentido del ser, quedaron de pronto identificadas con las características más propias del pueblo alemán. Poder ser auténtico significó ahora para Heidegger la posibilidad del pueblo de integrarse al orden político-estatal nazi, la libertad del Dasein del pueblo fue ahora la de someterse a la voluntad soberana de Hitler, y el preguntarse por el ser fue preguntar por el ser de “La revolución nacional-socialista” en marcha y por el servicio que debe prestar el desarrollo industrial del país, al fomento de la ciencia y su poderío militar.Por eso para él arrepentirse de su compromiso declarado que tuvo con el Estado Nazi era como traicionar su propio pensamiento, o mejor, certificar que la esencia de su obra filosófica era errónea. Sin embargo, en realidad no era así porque los conceptos que forjó y con los que elaboró su concepción del Dasein, del ser-ahí en su existencia cotidiana, en su libro Ser y tiempo no tienen ninguna relación con el destino del pueblo alemán representado por el Estado nazi. Es una relación que él construyó de manera totalmente arbitraria e infundada. Tal vez poseído por el poderoso deseo de mostrar que este libro filosófico, que acababa de escribir en 1927, era la comprensión cabal y profunda del destino histórico de su país. Comprensión que lo había anunciado y anticipado. Es decir, mostrar que su libro tenía un valor mucho más extenso e importante que el de una obra filosófica original: el valor de ser la obra filosófica comprensiva del sentido del ser histórico de todo un pueblo, del pueblo alemán reunido alrededor del Estado nacional-socialista. Y atrapado por este deseo de darle “una grandeza histórica superior” a su obra, de agregarle un atributo comprensivo-filosófico mayor al que ya tenía, la interpretó, como acabamos de decir, de modo totalmente equivocado y falso. El mayor y más grave error de Heidegger es el de haber creído ciegamente hasta el final de sus días que su obra filosófica de Ser y tiempo era la interpretación más auténtica y profunda del Ser y el destino del pueblo alemán ordenado por el Estado nazi.
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