Los motivos del lobo

El lobo tiene un descrédito histórico enorme. Dentro y fuera de la literatura. El mayor pecado del lobo ha sido su libertad. No fue como su primo el perro, domesticado y premiado con la distinción de ser “el mejor amigo del hombre”. La figura del lobo ha sido usada por los humanos como motivo, símbolo y a veces mito. Para desgracia del mismo lobo este uso ha correspondido a una representación deformada en la que el animal es representado como feroz, sanguinario y cruel.

Jaime Barrios Carrillo

diciembre 1, 2024 - Actualizado noviembre 30, 2024

Ilustraciones: Amílcar Rodas

Los movimientos ecologistas le dan siempre la razón al lobo, simpatizan con el canis lupus, lo defienden y proclaman su importancia en los ecosistemas. En España, por ejemplo, y ante el exterminio de lobos por cazadores y accidentes de tránsito, Juantxo López de Uralde afirma: “El lobo es un patrimonio de nuestro país y su preservación es tan importante como la de la catedral de Burgos o el museo del Prado.”

En la mitología griega un rey llamado Licaón es castigado por el dios supremo Zeus por su costumbre de realizar sacrificios humanos. El castigo fue convertirlo en lobo.  Los griegos antiguos, me informa el escritor y académico Leonardo Rosiello, atribuían al dios Apolo una gran destreza como cazador de lobos (lykoi) y dio motivo a que el templo en Atenas erigido a este dios se llamara Lykeion de donde después derivo al lugar donde Aristóteles se reunía con sus discípulos y de ahí la tomo Cicerón que latinizó el término a lyceum para denotar “lugar de enseñanza” que al castellanizarse se convierte en la palabra liceo, nombre que Cicerón dio a su quinta en Túsculo donde impartía sus lecciones.

Sin embargo, el lobo tiene un descrédito histórico enorme. Dentro y fuera de la literatura. El mayor pecado del lobo ha sido su libertad. No fue como su primo el perro, domesticado y premiado con la distinción de ser “el mejor amigo del hombre”. La figura del lobo ha sido usada por los humanos como motivo, símbolo y a veces mito. Para desgracia del mismo lobo este uso ha correspondido a una representación deformada en la que el animal es representado como feroz, sanguinario y cruel.

Un ejemplo notable es el renombrado libro del filósofo británico Thomas Hobbes (1588-1679)  Leviatan: homo homini lupos (el lobo es el lobo del hombre) para explicar el estado de naturaleza del ser humano que en la visión de Hobbes es de un salvajismo cruel y de gran agresividad entre los mismos humanos. Hobbes parte de ese estado original de violencia para legitimar la centralización del poder en el monarca que será el encargado de poner orden y paz.

En la Biblia los lobos son una metáfora de los falsos profetas: “Guárdense de los falsos profetas que vienen a ustedes en ropa de oveja, pero por dentro son lobos voraces.”

En el campo psicoanalítico, el lobo simboliza las zonas oscuras del inconsciente. Freud en El hombre de los lobos, presenta el caso de un aristócrata ruso llamado Sergei Pankejeff (1886-1979) quien sufre de graves perturbaciones debido a traumas infantiles y sexuales asociados con la imagen terrorífica del lobo o de varios lobos subidos a un árbol.

El lobo ha sido siempre estigmatizado y desde nuestra infancia lo vemos asociado con el peligro, la amenaza de muerte y la brutalidad. La saga medieval de Caperucita roja es un ejemplo ilustrativo. Charles Perrault en el siglo XVII le recortó un pasaje sangriento en que el lobo invita a la Caperucita a comer la carne y beber la sangre de la abuelita devorada por el mismo lobo. Recordemos un pasaje universal de la versión posterior de los hermanos Grimm:

“Por qué tienes los dientes y la boca tan grande abuelita?”, preguntó de nuevo Caperucita.

“Para comerte mejor”, respondió el lobo descubriendo sus verdaderas intenciones y abandonando el disfraz de la abuela.

Podríamos seguir con más sagas. Como Los tres cochinitos donde el llamado lobo feroz intenta comerse a los cerditos que se salvan gracias a que uno de ellos construyó su casa con materiales firmes que no pudieron ser derrumbados con el soplido tremendo del lobo. O el cuento de Pedro y el lobo que comenzó siendo una pieza musical para niños compuesta por el ruso Sergei Prokofiev en 1935. El lobo es, como suele serlo en otras historias, el villano de este cuento. Pedro logra atraparlo luego de una artimaña con un lazo y la ayuda de un pájaro. El lobo amarrado es a punto de ser rematado por unos cazadores que lo perseguían, pero Pedro pide a gritos que no le disparen y el lobo fiero es llevado triunfalmente al zoológico. La historia fue llevada a la pantalla por Walt Disney.

La leyenda del hombre lobo también llamado licántropo, representa la posesión demoniaca del ser humano por la naturaleza del lobo en el acto de la transformación de un hombre en lobo por una metamorfosis con luna llena.  

El hombre lobo es siempre masculino. Lo encontramos en muchas culturas a través de la historia. Como el varulv en Escandinavia  o el werewolf en Inglaterra y en Alemania. Modernamente se han hecho muchas películas sobre el tema, la primera data de 1935. En 2010 se produjo un largometraje del tema teniendo a Benicio del Toro como protagonista.

La loba tiene más suerte que el lobo. Por lo menos en cuanto al perfil no malvado del segundo. El caso más emblemático es la loba que amamanta y cuida a los hermanos Rómulo y Remo que fundarán como adultos la ciudad de Roma.

Es en la literatura donde el lobo tiene mucha presencia, de una y otra forma. En títulos y temas. O como personaje figurado y símbolo. Algunos ejemplos: El lobo estepario (Der Steppenwolf) de Herman Hesse. No es en realidad un lobo sino un hombre que sufre. Se trata de un viaje introspectivo donde el protagonista (Harry Haller) nos va introduciendo en dimensiones donde se confunden cada vez más la realidad externa y la ensoñación. El tema de fondo es el desarraigo y la soledad.

Julio Llamazares con su novela Luna de lobos levantó la resistencia heroica de los republicanos refugiados en las montañas de la cordillera cantábrica, una fuerza instintiva de sobrevivencia, como la atribuida a los lobos.

Un escritor irlandés de novelas negras de gran difusión, John Connolly, en su novela El invierno del lobo (2014) vuelve con su personaje emblemático Charlie Parker realizando una investigación, atraído ahora por el fallecimiento de un indigente, lo que lo llevara a saber de un peligroso secreto guardado durante cien años en la pequeña e imaginaria comunidad ideal de Prosperous.

El lobo ha recorrido siempre los vastos territorios de la poesía. El poeta chileno Manuel Silva Acevedo (1942) miembro de la llamada generación dispersa o del sesenta, publicó el poemario Lobos y ovejas (1972) que marca un hito en la nueva poesía chilena. El ser humano es tanto lobo como oveja:

Hay un lobo en mi entraña 
que pugna por nacer 
Mi corazón de oveja, 
lerda criatura 
se desangra por él…

El autor indobritánico Rudyard Kipling (1865-1936) en su poema “La ley de la jungla” utiliza la figura del lobo para ilustrar la relación del liderazgo y el colectivo:

Esta es la Ley de la Jungla como el cielo vieja y cierta;
prosperará el Lobo que la cumpla.

Mas el Lobo que la transgreda habrá de morir.
Igual que trepa la hiedra alrededor del tronco del árbol avanza la Ley y retrocede pues es el Lobo la fuerza de la Manada y la fuerza del Lobo está en la Manada.

El poema de Rubén Darío “Los motivos del Lobo” es un magistral tratamiento de la violencia e injusticia humana. Darío refiere al terrible lobo de Gubbio, ciudad italiana, que había asolado los alrededores. Darío narra líricamente la intervención de Francisco de Asís para frenar las depredaciones de la bestia que devoraba corderos y pastores y hacía incontables muertes y daños. Pero el lobo feroz es en realidad menos feroz que el ser humano. Francisco de Asís confronta a la fiera y llega a domesticarla, pero después ya viviendo entre humanos el lobo descubre la maldad humana, más profunda y dañina que la que ejerce el mismo lobo por naturaleza. En un diálogo asombroso entre bestia y santo se concluye en que la violencia del lobo es justificada y tiene motivos de sobrevivencia, mientras la del ser humano es un asunto de crueldad y poder. Francisco de Asís con su alma de querube y su lengua celestial le pregunta, recriminándole al lobo:

¿Te ha infundido acaso su rencor eterno
Luzbel o Belial?

Entonces el lobo, filosófico y pesadamente existencial, le responde con voz gruesa y lenta al santo:

¡Es duro el invierno,
y es horrible el hambre! En el bosque helado
no hallé qué comer; y busqué el ganado,
y en veces comí ganado y pastor.
¿La sangre? Yo vi más de un cazador
sobre su caballo, llevando el azor
al puño; o correr tras el jabalí,
el oso o el ciervo; y a más de uno vi
mancharse de sangre, herir, torturar,
de las roncas trompas al sordo clamor,
a los animales de Nuestro Señor.
Y no era por hambre, que iban a cazar.

Francisco confirma con lucidez consternada:

En el hombre existe
mala levadura.
Cuando nace viene con pecado. Es triste.
Mas el alma simple de la bestia es pura.

El lobo concluye entonces impasible:

me sentí lobo malo de repente;
mas siempre mejor que esa mala gente.
y recomencé a luchar aquí,
a me defender y a me alimentar.
Como el oso hace, como el jabalí,
que para vivir tienen que matar.  

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