Lengua de serpiente, otra vuelta a la rueda de la historia

El libro constituye un interesante aporte para la historia de la Guerra Fría en Guatemala, que viene a sumarse al gran acervo acumulado desde la nefasta intervención de 1954.

Ana Cofiño

febrero 23, 2025 - Actualizado febrero 22, 2025
Árbenz pronuncia su discurso de renuncia. Foto: historygt502.wixsite.com

Gracias a un colega muy informado que me dio la recomendación, adquirí en Sophos (cómo no) Serpent Tongue* de Annie Grossinger, libro de muchas capas, donde fotografías, documentos, testimonios e interpretación se combinan para construir un relato político-familiar, protagonizado por el abuelo de la autora, directamente implicado en el derrocamiento del presidente Jacobo Árbenz Guzmán, como jefe de estación de la Agencia Central de Inteligencia del Departamento de Estado norteamericano que orquestó el golpe contra el gobierno progresista, electo democráticamente en 1951.

 Como dice al final del texto, esta es una historia familiar dolorosa, que no termina de esclarecerse. Tal como sucede a nivel nacional, la huella de aquel capítulo está fresca en el presente. Aunque hayan pasado más de setenta años, y muchos protagonistas ya no estén vivos, las secuelas saltan a la vista. El hecho que la Revolución y la contra sigan siendo estudiadas y discutidas, convertidas en novelas y películas, y que todavía levanten ardientes pasiones, significa que tenemos que indagar más en la historia reciente y, sobre todo, que, como sociedad, nos queda mucho por resolver.

En Guatemala se reproducen, de manera persistente, fenómenos del pasado, entreverados con la actualidad, como la cultura anti que predomina en los sectores de poder que oficiosamente rechazan los avances en materia humanista. La herencia política se transmite de generación en generación, y así, vemos cómo los apellidos y las familias reaparecen en lo público, readaptándose al contexto, mostrando sus grietas y fisuras. La más notoria expresión de esa espiral es Bernardo Arévalo, el actual jefe de gobierno, hijo del primer presidente de la Revolución.

Las fotografías de la autora son de muy alta calidad, sobrias, directas, con juegos de luces y sombras que reflejan la cara oscura de la realidad. Hay varios retratos de mujeres y hombres que conversaron con ella, tanto del bando anticomunista, como del revolucionario, expresando sus opiniones, evidentemente antagónicas. Las imágenes del archivo familiar son elocuentes, revelan los vínculos políticos del abuelo, la clase social, el entorno. Las escenas captadas en la ciudad y el área rural hablan de esa Guatemala de posguerra que aún no logra sanar.

El libro constituye un interesante aporte para la historia de la Guerra Fría en Guatemala, que viene a sumarse al gran acervo acumulado desde la nefasta intervención de 1954. Contiene copias de documentos, entonces secretos, que demuestran no sólo la injerencia, sino la total falta de escrúpulos, el grado de criminalidad. Es un ejercicio de investigación que abre puertas para proseguir la búsqueda en varias direcciones. Echa luces también sobre la participación de las clases privilegiadas en el derrocamiento del reformista Árbenz.

Grossinger, fotógrafa documentalista y escritora, de quien no tenemos mucha información en el libro, ha emprendido un viaje complicado a las entrañas de la historia de este país que padeció por más de treinta años, las consecuencias de una guerra despiadada en la que se experimentaron técnicas contrasubversivas, como consta en documentos incluidos, donde se ordenan diversas tareas para crear confusión y temor entre la población. Sobre estas estrategias existe amplia información que merece la pena contrastar con las técnicas que se usan hoy desde los poderes mediáticos y políticos para desvirtuar los hechos. Hablando de la situación de los propios Estados Unidos en 2019, la autora se pregunta si será que allí mismo han caído víctimas de esos métodos de guerra psicológica.

El miedo al comunismo se ha reciclado entre los conservadores de hoy: ahora llaman woke o chairas, a las personas que abogan por la justicia y los derechos humanos, a quienes disienten del modelo hegemónico. La búsqueda del bien común es una amenaza para su forma de vida. Recurren al odio como arma para promover las guerras. Desde su perspectiva, los enemigos son los pueblos originarios, las clases trabajadoras, las mujeres que reivindican sus derechos, la juventud que cuestiona y quienes defienden los territorios.

 Hacer investigación sobre la propia familia, comunidad o clase es sumergirse en la genética psicosocial que de alguna manera recibimos. Descubrir la verdad a veces puede ser doloroso, no es fácil asumir parentescos con hombres abusivos y violentos, por ejemplo. Pero evitar enfrentarlo es perder la oportunidad de sanar el presente. Hurgar en las viejas cajas de zapatos que guardan cartas, recuerdos, objetos, como lo hizo Annie Grossinger, puede llevarnos a descubrir fantasmas que asustan. Pero en esos reductos de la memoria también podemos encontrar rastros de ancestras que nos han transmitido sus potencias.

 Ojalá haya jóvenes que se interesen por esa época cada vez más lejana en el tiempo que, con frecuencia, se asoma para recordarnos que la historia no ha terminado. Este libro es prueba fehaciente de ello.

*  [Lengua de serpiente] publicado por Daylight Community Arts Foundation, 2023, con introducción de David Unger y epílogo de la autora y Julio Solórzano Foppa.        

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