Kant y el uso crítico-público de razón

... un experto que quiera mantener una verdadera comunicación con el público, y, obtener de él el reconocimiento de su capacidad cognoscitiva, tiene que darle un uso crítico a su razón.

Camilo García Giraldo

marzo 30, 2025 - Actualizado marzo 29, 2025

Kant, consideró, recogiendo y sintetizando el paradigma de la Ilustración de su época, que los seres humanos le pueden siempre dar a su razón un uso crítico-público. Cada persona que sabe algo sobre un tema, domina el contenido de una materia o disciplina, adquiere el derecho de exponerlo a los demás. Y, si, además, esta persona, como ocurre con frecuencia, ocupa un cargo de poder en alguna institución política, militar, económica, religiosa etc., tiene la obligación de exponer el contenido de ese saber en correspondencia con las opiniones que sobre ese tema ha definido y establecido esa institución. Esta obligación le restringe, entonces, el uso de su razón en tanto pone las reglas y procedimientos lógicos que la constituyen al servicio de reafirmar y repetir lo que otras personas sostienen o han sostenido en el pasado. Pero, si este mismo experto decide exponer en público o publicar por escrito el saber sobre esta materia, adquiere una obligación sustancialmente diferente: la de examinar libremente, sin límites, el contenido de ese saber y de las opiniones que lo juzgan y lo valoran para cerciorarse si en realidad es verdadero, si en efecto corresponde a algo de la realidad; es decir, se ve obligado a juzgar y valorar de nuevo las pretensiones de verdad que encierra.

Y, la razón de esta obligación radica en que esa exposición o documento escrito no está dirigido solamente a los miembros particulares de la institución a la que pertenece, sino también, al conjunto de la población de su país e inclusive a la humanidad entera, o sea, está dirigido a un público lector que es, en principio, universal. Este experto da este paso porque sabe a priori, de antemano, que el público lector, al no estar compuesto, ni exclusiva ni mayoritariamente, por los miembros de la institución de poder a la que pertenece, no está forzado u obligado a aceptar sin más, sin reservas y objeciones, como, generalmente, si lo están los miembros de la institución que están atados por los lazos de su poder, las opiniones que sustenta esta institución. Y, por lo tanto, el experto al exponer o escribir una opinión o tesis sobre algo para el público en general tiene que necesariamente hacerse cargo de esas reales o posibles objeciones para aceptarlas como válidas o para refutarlas de tal modo que su exposición verbal o su escrito sea aceptado como válido y pertinente por ese público. Esta es una condición que tiene que cumplir el que habla o escribe sobre un tema que conoce, so pena de perder la posibilidad de tener un público al cual dirigirlos.

Dice Kant en su conocido texto ¿Qué es la Ilustración?: “Para esta Ilustración tan solo se requiere libertad y, a decir, verdad la más inofensiva de cuentas pueden llamarse así: el hacer uso público de la razón en todos los terrenos. Actualmente oigo clamar por doquier: ¡No razones! El oficial ordena: ¡No razones, adiéstrate! El asesor fiscal: ¡no razones y limítate a pagar tus impuestos! El consejero espiritual: ¡no razones, ten fe! (Sólo un único señor en el mundo dice: razonad cuanto queráis y sobre todo lo que gustéis, mas no dejéis de obedecer). Impera por doquier una restricción de la libertad. Pero ¿cuál es el límite que la obstaculiza y cuál es el que, /bien al contrario, la promueve? He aquí mi respuesta: el uso público de su razón tiene que ser siempre libre y es el único que puede procurar ilustración entre los hombres; en cambio muy a menudo cabe restringir su uso privado, sin que por ello queda obstaculizado el progreso de la ilustración. Por uso público de la razón entiendo aquél que cualquiera puede hacer, como alguien docto, ante todo ese público que configura el universo de los lectores. Denomino uso privado al que cabe hacer de la propia razón en una determinada función o puesto civil, que se la haya confiado. En algunos asuntos encaminados al interés de la comunidad se hace necesario un cierto automatismo, merced al cual ciertos miembros de la comunidad tienen que comportarse pasivamente para verse orientados por el gobierno hacia fines públicos mediante una unanimidad artificial o, cuando menos, para que no perturben la consecución de tales metas. Desde luego aquí no cabe razonar, sino que ha de obedecer. Sin embargo, en cuanto esta parte de la maquinaria sea considerada como miembro de una comunidad global e incluso cosmopolita y, por lo tanto, se considere su condición de alguien instruido que se dirige sensatamente a un público mediante sus escritos, entonces resulta obvio que puede razonar sin afectar con ello a esos asuntos en donde se ve parcialmente concernido como miembro pasivo”. 

Este hecho determina que un experto que quiera mantener una verdadera comunicación con el público, y, obtener de él el reconocimiento de su capacidad cognoscitiva, tiene que darle un uso crítico a su razón. Es decir, tiene que cerciorarse si la opinión que sostiene oficialmente la institución de poder a la que pertenece o con la que está relacionado, en realidad verdadera, revisando o examinando de nuevo los hechos a los que se refiere. Y, si encuentra, que esa opinión no se ajusta a esos hechos, que no es verdadera, adquiere la obligación moral de criticarla. Pero, si decide no hacerlo, negando la existencia de esos hechos o distorsionándolos, perderá la condición de experto, se desacreditará como tal, y, su exposición o texto carecerá del valor cognoscitivo que pretende. Es lo que ocurre en la actualidad con bastante frecuencia cuando muchos llamados expertos contratados o pagados por instituciones y medios de comunicación poderosos exponen en público explicaciones o interpretaciones falsas o distorsionadas sobre determinados hechos de la vida socio-económica y política de sus países o del mundo. El dinero o pago que reciben por cumplir esta labor les resulta más importante que el hecho de preservar su condición de una verdadero experto o especialista sobre una determinada materia.

Pero, si, al contrario, el experto cumple con el deber que emana de su condición, y, critica públicamente esa opinión oficial, se convierte en un sujeto valioso, en alguien que tiene el valor de oponerse críticamente a una opinión oficial sostenida por un organismo de poder con el que está directamente relacionado, y, por lo tanto, oponerse directamente en público a ese organismo de poder. Al poner en cuestión con datos empíricos y argumentos racionales en el espacio público la pretendida verdad de las opiniones oficiales sobre determinados hechos de la realidad, el experto se asegura así, entonces, el valor de sí mismo como persona y como experto.

De ahí, que la demanda formulada por la Ilustración europea del siglo XVIII recogida por Kant, de “Ten el valor a pensar por ti mismo”, es la demanda que deben hacer los expertos y personas ilustradas a todos los demás cuando ya han tenido el valor de pensar por sí mismos, al criticar opiniones oficiales no verdaderas que sostienen las instituciones de poder. Y, en la medida que los demás, siguiendo esta enseñanza y ejemplo valioso, lo hagan también, comenzarán a hacer uso de su capacidad racional-crítica que adquieren cuando alcanzan la mayoría de edad, cuando adquieren la capacidad de usar su razón. Pues, Kant y los pensadores ilustrados comprendieron bien, que, no es tanto el atributo de la razón que poseen naturalmente todos los seres humanos el que define su condición de seres racionales, sino, sobre todo, la decisión libre de usarla para emanciparse del dominio de las ideas y opiniones sostenidas por instituciones de poder que no pasen la prueba de los hechos reales y empíricos.

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