Kevin Escobar, Rosse Aguilar, Luis Pedro González y Víctor Arriaza son los integrantes de Imox Jazz.
Si algo caracteriza a los integrantes de Imox Jazz es la constante búsqueda de maneras de compartir su lenguaje musical y un trabajo consistente que les ha hecho cultivar muchos frutos. Durante 20 años esta agrupación se ha mantenido activa, no solo interpretando jazz, sino también haciendo propuestas creativas y aportes a la formación de nuevos músicos.
Recientemente, en el marco de su 20 aniversario, Imox Jazz presentó a una nueva big band integrada por jóvenes músicos, muchos de los cuales han sido alumnos de los integrantes del grupo en distintas universidades y academias. Esta presentación celebraba los 10 años de otro de sus logros: Los martes son de Jazz, encuentros que se realizan una vez al mes en el bar Esperanto y que se han convertido en un espacio de encuentro para melómanos y amantes de ese estilo musical en el país.
Con cinco discos ya grabados, los actuales integrantes de la agrupación se preparan para un 2025 bastante movido, que incluirá una participación especial junto a la Big Band Municipal en el Festival Internacional de Jazz, que produce el Instituto Guatemalteco Americano (IGA), además del lanzamiento de su sexta producción discográfica, de la cual aún no tienen el nombre.
Así comenzó todo
Víctor Arriaza, fundador, pianista y director de la agrupación relata: “Todo nació en el 2004. Tuve la inquietud de tocar jazz hace 20 años, cuando todavía no había tanta tecnología y no era fácil encontrar información en Internet”. Esta vocación hacia el género estadounidense se vio reforzada al participar en un taller que organizó el periodista Jorge Sierra. En ese mismo taller conoció a otros músicos que compartían su inquietud.
“Le comenté a Jorge y él me dijo ‘Si te ponés las pilas, te pongo a tocar en ManifestArte’, porque él estaba organizando el escenario de jazz de ese festival (en el Cerrito del Carmen). Así que la primera presentación, ya con el nombre de Imox Jazz, fue el 17 de octubre de 2004”, recuerda Arriaza.
En los inicios de la agrupación, Víctor -quien para entonces estudiaba en el Conservatorio Nacional de Música Germán Alcántara, tocaba en la iglesia y había tenido un grupo que interpretaba covers– confiesa que “aún no terminaba de comprender el lenguaje del jazz”.
“Inicié un camino de aprendizaje”, cuenta. En ese trayecto conoció al bajista Alejandro Álvarez que se unió al proyecto en 2005. “Él tenía un poco más de experiencia tocando esta música”, indica. Juntos se propusieron buscar maneras de aprender más. “En esa época no había en Guatemala donde estudiar propiamente jazz. Estuvimos buscando becas afuera. Yo me conseguí algunos libros de armonía de Berkley y nos pusimos a estudiar”, afirma. En el camino, se dieron los encuentros con el bajista Luis Pedro González y con la saxofonista, compositora y cantante Rosse Aguilar, quienes desde hace más de 15 años también son pilares de la agrupación.
Las conexiones irrompibles
Luis Pedro, quien también ha participado en grupos como Malacates Trébol Shop, Tijuana Love y Nina Índigo, lleva la música en la sangre, puesto que su padre también es músico y le enseñó a tocar la guitarra. “Él también toca piano y acordeón, además es melómano y tenía muchos discos donde yo empecé a oír un poco de jazz”, comenta. Más adelante, comenzó a tocar con el guitarrista de flamenco y jazz Alfredo Cáceres, quien le habló de la posibilidad de trabajar en el hotel Intercontinental, que era uno de los pocos espacios en los que había oportunidades para los músicos que interpretaban este género. Para entonces, ya tocaban ahí músicos como Fernando Quijivix y Mario Martínez.
González recuerda que fue precisamente en ese espacio, en donde se dio el primer encuentro con Víctor. “Él trabajaba como ingeniero en sistemas cerca del hotel y como sabía que había música en vivo, pasaba por el lobby. Los encuentros e intercambios se fueron haciendo más frecuentes y la convivencia musical se orientaba al enriquecimiento mutuo”.
Ya para entonces, habían escuchado de Rosse Aguilar, una joven saxofonista. Ella cuenta que su vocación por la música comenzó desde pequeña. “De chiquita, yo estudiaba mucho, nunca me la pasaba en mi casa. Durante las vacaciones quería estudiar más. Tenía clases de idiomas y de música. Pasaba mucho tiempo con mi papá en el carro y él me ponía casetes. El primer género fue el jazz que íbamos escuchando en el camino al conservatorio o a la academia”.
Rosse manifestó el deseo de tocar saxofón. Pero antes de que ingresara al conservatorio, su padre quiso cerciorarse que su vocación era auténtica y por ello la puso a prueba un año, durante el cual no quiso comprarle el instrumento, por lo que ella debió practicar con un saxofón alquilado que según comenta “olía mal”. Fue hasta pasada esa prueba que ella se animó a pedirle a su papá que le comprara el instrumento. “Estuve en el conservatorio muchos años y luego estudié para Maestra de Educación Musical. Mientras cursaba clases en el conservatorio, le dijo a su maestro que no quería integrarse al ámbito orquestal y le pidió que le enseñara a improvisar, a lo que él le respondió que tendría que irse del país para estudiar eso, y así lo hizo.
Posteriormente, estudió y trabajó en una academia muy famosa en la que conoció a Alejandro Álvarez, y a través de él conoció primero a Luis Pedro y luego a Víctor.
Ella también participaba en conciertos de pop rock. Alejandro le dijo a Víctor que la iba a invitar a formar parte de Imox Jazz y así fue como llegó a sus filas. La convivencia hizo que Rosse considerara a Víctor y a Alejandro sus mejores amigos. “Nos juntábamos casi todas las tardes a leer libros que alguien conseguía. No había aquí universidades ni oportunidades académicas y nosotros estábamos todo el tiempo practicando…”, cuenta. Los frutos no fueron solo musicales. “Tenemos una amistad que ha durado 20 años y Víctor es mi esposo ahora”, comenta Rosse.
Discos, giras y experiencias
El grupo se fortaleció gracias a que cada uno de sus integrantes comenzó a aportar tiempo y talento en su crecimiento. Los procesos se fueron dando de forma orgánica. Víctor señala que en el jazz “no existe el concepto de cover como tal”. Sin embargo, indica: “parte de la cultura del jazz es mantener esa herencia del repertorio tocando los ‘estándares’ que son temas muy famosos que escribieron grandes artistas”. Añade que “hay un lenguaje muy específico, hablando de armonía, fraseo y estilo que toma tiempo aprender. Es como hablar otro idioma. Con el tiempo uno va adquiriendo mejor habilidad de comunicación en este nuevo idioma. Es un proceso de aprendizaje y nunca se termina de aprender en la música”.
Aunque la agrupación nació en 2004, fue hasta 2011 cuando los integrantes se sintieron suficientemente sólidos como para grabar su primer disco, el cual vio la luz en 2012. “Fue un momento en el que dije ‘me siento más preparado para hacer esto’ y, luego, ‘ahora cuento con las personas adecuadas alrededor mío para hacerlo’”, añade Víctor. En esa primera producción grabaron Fernando Martín en la batería, Alejandro Álvarez en el bajo, Luis Pedro González grabó cajón peruano, con una mezcla de flamenco y Rosse interpretó el saxo. “Incluimos versiones de estándares de jazz que ya habíamos estado tocando. También hubo una composición original mía, Caffeine Effect, que fue la que le dio nombre al disco”, cuenta Arriaza.
A partir de ese primer disco, hubo cambios sustanciales tanto en la carrera como en las vidas de los integrantes y, a partir de entonces, empezaron a hacer su propia música. “Es algo que pasa de forma natural, no es como que nos impongamos un reto, pero sucedió”.
Los cambios continuaron. Se integró David Batz, de quien Víctor dice “era bastante joven, pero es muy estudioso del estilo”. Fue ese el momento en el que Alejandro dejó Imox Jazz debido a otros compromisos y Luis Pedro tomó el bajo. En 2017 grabaron el ep Cuatro piezas guatemaltecas (2017), en el que presentaron una fusión de música tradicional maya con jazz. En 2018 y 2019 dieron a conocer Caminando lado A y Caminando lado B, respectivamente. “El tema Caminando que le da nombre al tercer disco es una composición colectiva que escribió Luis Pedro”, añade Víctor.
El trabajo creativo ha permitido a cada uno de los integrantes el desarrollo de sus habilidades particulares. Aunque todos han aportado composiciones al repertorio, la mayor parte de temas originales han sido escritos por Rosse. Víctor es el que se ha especializado en los arreglos y Luis Pedro ha trabajado en la parte de la producción.
En la actualidad, Kevin Escobar se integró al grupo como baterista. Además, en algunas presentacones y etapas también se han unido Otto Cano en la trompeta y José Villagrán en el trombón.
Matices guatemaltecos a nivel internacional
A lo largo de su carrera, Imox Jazz ha participado en numerosas ediciones del Festival de Jazz de Guatemala, organizado por el IGA, el Festival Internacional de Jazz de El Salvador, así como en festivales en Panamá, Colombia, México y Estados Unidos.
Los aportes del grupo también se han dado en el plano de la docencia. En el caso de Rosse, en años anteriores organizó campamentos con maestros de Berkley. Luego, todos los integrantes han participado en proyectos con maestros del IGA y con docentes de la universidad de Colorado. Algunos de estos encuentros se realizaron con el respaldo de la Embajada de Estados Unidos y la fundación Amigos del Arte. “Estas actividades nos ayudaron a hacer una red de contactos y conocer músicos que se manejan en grandes escenarios en el jazz. Nos han ido expandiendo mucho la visión”, señala Víctor.
“Ahorita hay un proyecto educativo que vamos a realizar el próximo año con el Milwaukee Jazz Institute”, añade Víctor, quien en enero participó como conferencista en Nueva Orleáns.
En 2023, Imox Jazz participó por primera vez en la Conferencia Anual del Jazz Education Network (JEN), una red de educadores del jazz en Estados Unidos que reúne a destacados músicos, docentes y estudiantes de las principales escuelas y universidades de jazz en dicho país y en el mundo.
Otros motivos de satisfacción han sido las participaciones conjuntas con otros grandes artistas del jazz mundial. Este es el caso de la actuación que Imox realizó con Andrea Motis, trompetista, saxofonista y cantante española, en el festival Ícaro. Además, han tenido la oportunidad de tocar al lado de Jason Marsalis.
Uno de los proyectos que esperan concretar en los próximos meses es la presentación de la big band con Delfio Marsalis, ya que fue precisamente el trabajo que él hace con una agrupación del mismo tipo el que los inspiró para crear la propia.
En sus participaciones a nivel internacional, los integrantes de Imox Jazz han encontrado la manera de imprimirle un sello propio a sus interpretaciones con la incorporación de música tradicional guatemalteca al jazz. Esto comenzó a partir del segundo disco cuando publicaron cuatro piezas guatemaltecas a las que cada uno de los integrantes le hizo los arreglos.
Rosse comenta que, en su caso, adaptó el tema Mishito. “Lo que yo quise fue mantener la melodía lo más intacta posible porque es lo que la gente va a reconocer. Y yo, aunque el jazz no es un género que la gente cante, quise que sí la cantaran. Tenemos que crear una conexión con la gente y le puse acordes nuevos a una canción respetando lo más posible la melodía”, explica. Cuenta que para la presentación en Estados Unidos del arreglo que Víctor hizo de El son de la Catarina, llevaron pitos de barro y ronrones. Cuando empezó a sonar la canción y empezamos a hacer sonar los ronrones y los pitos todo el mundo se sorprendió. Mi maestro de saxofón que es un italiano que vive en Estados Unidos, me dijo: eso la fusión, es lo que tenemos que mostrar de Guatemala al mundo.
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