Igal Permuth expondrá su nueva colección dentro de una muestra colectiva, desde el 3 de octubre. Foto: Byron Mármol
“Siempre he entendido que la obra de arte es una recreación que se hace de la realidad y de lo que a uno le provoca”, expresa Igal Permuth (1970), el artista visual que comenzó sus andanzas por las galerías hace ya 33 años. En su afán por mostrar al público su particular visión de lo que ve, percibe y siente, utiliza la intervención fotográfica y técnicas como de collage. Sus piezas parten de las imágenes fijas, las cuales interviene con elementos que le permiten expresar emociones, sentimientos y visiones. Las 11 piezas (que incluyen un tríptico) que conforman su nueva colección Líneas como metáforas de barreras y conexiones son fruto de la investigación existencial que ha realizado desde hace años.
“La vida no siempre es como uno la desea, a veces se sale del guion y yo me hago preguntas como: ‘¿por qué perdí a un ser querido?, ¿por qué tuve un problema con esta relación? o ¿por qué estos temas de salud?’”, explica. Admite que muchas veces no es posible encontrar respuestas a este tipo de cuestionamientos, sin embargo, es precisamente a través de la investigación que ha hallado paz, gracias también a los aportes de diversas personas como curadores, artistas y líderes espirituales que ha consultado. Una de las más importantes conclusiones a las que ha llegado es que “todos los seres humanos tenemos dos planos: el espiritual y el mundano, que están vinculados por el corazón, que represento con una esfera”.
En las piezas de la nueva colección, Igal integra también la sanación, a través de elementos encontrados como curitas, gazas y yeso. “Cuando uno está atormentado, tiene miedo, tiene culpa o tiene tristeza, debe encontrar cuál es el problema y qué lo genera para tratar de sanar. Mi trabajo siempre tiene una luz de algo positivo”, asevera el artista.
Las obras de su nueva serie integran la fotografía intervenida sobre madera trabajada y objeto encontrado. “Son paisajes en los que trabajo la abstracción”, explica. Las fotografías han sido recopiladas a través de sus viajes: “He caminado el Altiplano varias veces, y hay cosas que veo, que me provocan», explica. «Yo capturo dramas que encuentro en el cielo. Es un proceso, en el que empiezo a intervenir (las fotografías) y comienzo a armar ese escenario”, indica.
“La colección trata sobre la relación de la línea con la intimidad, porque desde que yo empecé a trabajar esta técnica, la línea es el hilo conductor que aparece. La línea en la intimidad es una barrera o muro, por medio del cual el ser humano protege su vida privada». Apunta que también puede representar un acercamiento, que puede ser verbal o físico. «Muchas veces las líneas son imaginarias, porque son trazadas de manera gestual, con una mirada u otro tipo de lenguaje corporal», detalla. En las obras, la línea es también un horizonte. «Yo me hago muchas preguntas, como ‘¿hasta dónde puedo llegar’ y ¿qué otros horizontes puedo alcanzar?'», agrega.
“El ser humano siempre está buscando esa luz interior”, afirma. En las esferas, con las que Igal representa el corazón es donde coloca los materiales de sanación porque señala que “el círculo siempre es la máxima expresión de intimidad y, en este caso, es una línea continua que delimita una circunscripción del espacio personal de cada ser humano. Es colocar un límite de hasta donde se permite o no que otra persona intime”.
Esta serie de obras podrá ser apreciada por el público, dentro de la exposición conjunta Horizontes Paralelos, que organiza galería El Attico, desde el 3 de octubre en el Museo Ixchel. “Me siento muy honrado porque El Attico nos seleccionó. Somos Mónica Torrebiarte, Daniela Sierra y yo”, comenta Permuth. La exposición podrá visitarse durante todo octubre, en horarios de lunes a viernes, de 9:00 a 17:00 horas y los sábados 9:00 a 13:00 horas.
Los cimientos y la construcción
Igal pertenece a una familia en la que el arte y, sobre todo, la fotografía ha marcado el camino a tres generaciones. Su abuela Annie Litswa fue una fotógrafa que debió migrar a Guatemala en los años 1920 debido a la persecución religiosa que vivió en su natal Polonia. Su padre es el reconocido fotógrafo Mario Permuth, quien con una trayectoria de más de 40 años se ha hecho acreedor a importantes reconocimientos a nivel nacional e internacional. Él y su hermano Jaime siguen esas huellas, pero cada uno con su muy particular estilo y técnicas.
Las cámaras fotográficas fueron parte de su mundo desde su niñez y la experimentación comenzó a darse desde sus primeras etapas. Comenzó trabajando los llamados Polaroid Transfers, con la artista Nina Rizzo. “Era un trabajo en el que de una diapositiva sacaba una polaroid y lograba transferir la emulsión o la imagen a un soporte que había encontrado”, cuenta. Luego, empezó a trabajar intervención de fotografías en blanco y negro con acrílicos especiales para pintar. Sin embargo, la gran influencia que Igal reconoce como fundamental es la del maestro Roberto Cabrera (1938-2014), con quien trabajó durante 10 años.
Su encuentro con el artista, uno de los fundadores del grupo Vértebra, se dio, precisamente, en el tiempo en el que Igal comenzó a ser productor y conductor del programa televisivo El Vagón, en Guatevisión, a través del cual se ofreció una opción de difusión del arte hacia personas que muchas veces no visitan las galerías. En ese momento, las enseñanzas de Cabrera fueron determinantes. “Él me decía: ‘la lectura de cualquier persona es importante. Puede ser un mecánico, un jardinero, un museógrafo o un galerista’”. El programa que duró tres años fue un aporte a la difusión del trabajo tanto de artistas emergentes como consagrados.
Otra de las enseñanzas fue que en todas las expresiones plásticas, sean naturaleza muerta, paisaje, retrato o conceptual siempre hay belleza. “Hay que investigar, educarse y no ser radical”. Cabrera también enfatizaba en la necesidad de ser formal en la investigación y que el concepto se pueda leer en la obra.
Fue en ese tiempo, y con las enseñanzas de Cabrera, que Igal realizó una de sus primeras colecciones, titulada El Viaje, en 2001. En la presentación también participó un grupo de arte performático que incluyó zanqueros, bailarines y una muchacha vestida con fotos de los vagones de tren. Las piezas también formaron parte de la muestra colectiva Re-trato de familia, en la que participaron tanto Igal como su padre y hermano con trabajos individuales. Acerca de las piezas de Igal, el libro que reseña esa exposición señala: “la obra de Igal aborda el tema del desplazamiento humano, movimientos migratorios en el tiempo y el espacio. En su trabajo se consigna el impacto de las nuevas tecnologías como en su época fueron los trenes”.
Otra experiencia conjunta con su padre y hermano fue la que emprendieron en 2005, cuando se dieron a la tarea de realizar una exploración fotográfica del circo Rey Gitano, desde sus puntos de vista individuales. “En esta muestra, mi serie se llama Pinturita. Yo empecé a hacer la recreación del lenguaje iconográfico circense y vi las relaciones de este circo con los otros del país. Esa protección del gremio. Hice un trabajo performático en el que me vistieron de payaso e incluso aparecí en la publicidad, en los tickets y en las vallas. Fue interesante que la gente se cuestionara si yo estaba trabajando en el circo o no, que son cosas que como artista me reservo”, relata. La familia estuvo dos años con el circo. “Viajamos al interior e íbamos como 40 personas. Pasé Navidad y Año Nuevo con ellos”, recuerda. Incluso, como Igal es también abogado, llegó a casar a dos parejas. También fue padrino de una trapecista. “Era como mi otra familia”, rememora.
Igal señala que, para él, la autenticidad es fundamental en la obra. Eso ha hecho, que en los últimos años se haya permitido contar más de su historia personal. “Ahora hablo de mí y mi intimidad”. Hasta la fecha ha participado en más de 25 exposiciones individuales y un sinnúmero de colectivas en Guatemala, Israel, Estados Unidos, Rusia, Italia, Austria, Alemania, Costa Rica, México y El Salvador. Ha expuesto en galerías como El Túnel, Sol del Río, El Attico, entre otros.
En 2004 fue distinguido como Embajador Nacional del Turismo, fue seleccionado como uno de los artistas seleccionados para representar a Guatemala en Israel, 2003. Ha participado en varias ediciones de la Subasta de Arte Latinoamericano Juannio. Además, cuatro de los capítulos de su programa El Vagón fueron parte del video Marathon 2004, del Museo del Barrio, Nueva York.
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