El historiador del arte Fernando Urquizú fue homenajeado durante la celebración de las V Jornadas Académicas de la Semana Santa guatemalteca. Foto: Facebook Fernando Urquizú
“Me crie en un barrio tradicional, en una casona de esas donde hay unas pilas enormes y árboles de flores, sembrados pensando en los pasos de las procesiones. Eso hizo que naciera en mí un sentido de identidad”, afirma el historiador del Arte, Luis Fernando Urquizú Gómez (Guatemala, 1959) al referirse a su fuerte vinculación con los temas cuaresmales.
El estudioso, a quien, se le dedicó la quinta edición de las Jornadas Académicas de la Semana Santa guatemalteca, que organizan el Instituto de Investigaciones de la Escuela de Historia de la Universidad de San Carlos y el Ministerio de Cultura y Deportes, añade que en sus recuerdos de niño aparece, primero, la capilla del templo de Candelaria antes que su propio hogar, que quedaba apenas a cinco casas de esa iglesia. “De la terraza de mi casa se ve la terraza del templo, además, conocía a los vecinos”, matiza.
Admite que el fervor de la conmemoración de la Cuaresma y Semana Santa permaneció siempre, a pesar de los cambios que las décadas más recientes dejaron en el barrio en el que aún vive. “El vecindario cambió, porque como las casas son muy grandes las convirtieron en fábricas y otros negocios. Sin embargo, llegan vecinos de otras latitudes, pero que son devotos de la imagen (Cristo Rey)”.
Ese sentido de cohesión social que significaron para él las prácticas religiosas de su vecindario lo llevó a desarrollar el ansia por conocer los orígenes ya no solo de las tradiciones que le eran tan familiares, sino también, el de las imágenes de distintos templos, de las costumbres de diversas poblaciones y el desarrollo del arte en el país. Esas inquietudes se canalizaron a través de una sólida formación profesional, que a la fecha lo hace ser considerado uno de los historiadores más reconocidos en Guatemala.
En distintas ocasiones, el historiador ha contado que su infancia y juventud también estuvieron matizadas por las expresiones artísticas, sobre todo, musicales debido a que su padre era músico militar y él mismo aprendió a tocar clarinete.
Durante la jornada académica que este año se celebró en el Palacio Nacional de la Cultura, sus colegas no solo destacaron sus logros como un estudioso del arte que rodea la Semana Santa, sino también subrayaron su arduo trabajo en la documentación de hechos y personajes relevantes en la música y el trabajo de las mujeres guatemaltecas en las distintas ramas del arte a través de la historia.
Al preguntarle cuál ha sido el principal hallazgo que ha realizado, no duda en responder: “Lo más importante que he hecho es el haberme encontrado a mí mismo y haberme sabido interpretar dentro de un contexto social. Saber de dónde vengo, donde estoy, para dónde voy, qué esperar y naturalmente, hacerlo lo más académicamente posible”.
Urquizú es Licenciado en Historia, por la Universidad de San Carlos de Guatemala. Cursó estudios de especialización en Historia del arte en las universidades Francisco Marroquín, en Guatemala y en la Universidad de Valencia, en España. Posteriormente obtuvo un Doctorado en Historia del Arte por la Universidad Autónoma de México.

Las mujeres en el arte
Durante la jornada, la historiadora Yuri Chávez, exaltó los trabajos en los que Urquizú ha evidenciado el quehacer artístico de las mujeres en Guatemala, que en siglos pasados era ignorado. “Desde el inicio de su profesionalización, desde que prepara su tesis hay mucho material que hizo visible el trabajo de muchas mujeres que fueron tomadas desde diferentes tiempos históricos”, comentó Chávez.
La experta señaló que, en esa primera tesis, Urquizú señaló cómo desde la Época Colonial, muchas mujeres trabajaron desde el anonimato en tareas que originalmente eran reservadas a los hombres y que a veces eran firmadas por sus esposos u otros varones de su familia. Entre estos casos, Urquizú destacó el de la hija de Antonio de Liendo, Sebasitana de Liendo, quien heredó el taller de pintura de su padre y luego lo compartió con su pareja que era un esclavo afrodescendiente. Es decir, que en el trabajo de Urquizú se descubren también muchas dinámicas sociales, tales como los distintos tipos de mestizaje que se produjeron en el país.
Chávez también se refirió del caso de Catalina López, hija de un constructor de órganos. Ella deseaba entrar a un convento, pero las posibilidades de su padre no lo permitían, así que el padre negoció con las autoridades del convento para que la acepten como maestra de coro.
La académica cuenta que, a partir de que Urquizú se da cuenta de este trabajo femenino, produce una serie de libros en los que se relatan varias historias. “Se destacan oficios ‘propios de damas’ y se hace una documentación de cómo la Antigua Guatemala tenía una relación directa con la Nueva España y en algunos de los conventos se mandaba a damas, especialmente, para que fueran a ser maestras para instruir a las locales en artes como la música, el bordado y los productos que salían de esas enseñanzas eran comercializados”. Entre los estudios realizados también se ha destacado a mujeres como Locadia Santacruz que hacía retratos de la burguesía guatemalteca.
Los estudios de Urquizú sobre las mujeres en el arte trascienden las épocas. En sus trabajos de investigación en archivos, encuentra evidencia de cómo a pesar de intervenir en la elaboración de obras sacras, las mujeres no podían ser directamente contratadas para su realización.
Entre los casos documentados también está el de Delfina Luna, autora entre otras obras de un retrato de Pedro de Alvarado, localizado hoy en la Municipalidad Metropolitana. Otra historia relevante en las investigaciones históricas es la de Josefa (Pepita) García Granados, que según señala Yuri Chávez, fue una escritora transgresora, que firmaba sus escritos con fuerte carga política como Juan de las Viñas. Urquizú también logró el rastreo de Anastasia y Petronila Romero, quienes fueron las primeras mujeres que hicieron una presentación operática.
Además, Urquizú puso sobre la mesa, el caso de Antonia Matos de Mazot, quien luego de formarse en París, donde ya era reconocido y apreciado su talento, vuelve a Guatemala y al presentar sus trabajos sufre la censura, debido a que en sus pinturas muestra desnudos, lo que en su época era visto como no propio de una dama.
El repertorio musical de la Semana Santa
Juan Alberto Sandoval, quien también ha sido alumno de Fernando Urquizú destacó la relevancia de su trabajo en el ámbito de las tradiciones cuaresmales guatemaltecas, centrándose especialmente en las marchas procesionales. Sandoval enfatizó que Urquizú, a través de sus aportes académicos, ha guiado a sus estudiantes hacia una comprensión más profunda de cómo estas tradiciones son consideradas Patrimonio Cultural, además de ser reinterpretaciones de las costumbres de los grupos dominantes en la sociedad guatemalteca.
Sandoval señaló cómo Urquizú, en su tesis de grado presentada en 1991, examina la función social del órgano en Guatemala y la interacción entre diversos grupos que conforman la estructura social del país .A partir de este análisis, propone un nuevo paradigma para entender la evolución de las tradiciones como resultado del desarrollo de las fuerzas productivas en Guatemala. El también historiador, se refirió al aporte significativo de Urquizú es su enfoque en el arte, que considera un componente esencial para la deducción histórica. Esto es notable en su reconocimiento del arte guatemalteco, que, a pesar de su riqueza, ha sido poco investigado.
De acuerdo con el criterio de Sandoval, un punto culminante en cuanto al trabajo bibliográfico de Urquizú fue la presentación de «Nuevas notas para el estudio de las marchas fúnebres guatemaltecas». “Este libro, considerado uno de los estudios más serios sobre el género musical en cuestión, incluye un elogio de su maestro Celso Lara, quien destaca el valor y la profundidad de la investigación de Urquizú, afirmando que ha superado a su maestro en este tema”.
Sandoval resaltó cómo las investigaciones de Urquizú han contribuido a la revalorización de un género musical que a menudo ha sido marginado, catalogado erróneamente como solo música religiosa. Destacó, que esta forma de arte sonoro forma parte del Patrimonio Cultural Intangible de Guatemala, reconocido tanto a nivel nacional como por entidades internacionales como la Unesco.
Otro de los participantes en la mesa en la que se honró a Urquizú fue Johann Melchor, quien fue alumno de Urquizú en la Universidad Francisco Marroquín y junto a él y como parte de un grupo de guatemaltecos fue a la Universidad Autónoma de México a estudiar maestrías y doctorados en Historia del Arte. “Fernando nos ganó a todos porque él se graduó primero”, destacó. Según Melchor, Urquizú fue evaluado por algunos de los más importantes y exigentes docentes de la UNAM y consiguió el grado de Suma Cumme Laude.
Melchor compartió historias de cómo, posteriormente, él y Fernando Urquizú formaron parte de la Comisión Nacional de Investigación por el Arte y cómo en el camino profesional se han encontrado en múltiples ocasiones y destacó el trabajo constante del investigador homenajeado.
En la jornada también participó el antropólogo e historiador Mario Ubico, a quien se dedicaron estas jornadas el año pasado. Él disertó acerca de los métodos de la investigación en la Historia del Arte y ejemplificó cómo se ha determinado la procedencia de algunas de las más importantes piezas artísticas sacras.
Como cierre de las jornadas, Mario Caxaj, de Editorial Cultura, presentó el libro «Impacto económico de la Semana Santa en la Antigua Guatemala», de Mario García Lara, en el que también participó Fernando Urquuizú.






Gran parte de los aportes bibliográficos y académicos de Fernando Urquizú se encuentran disponibles a través de Internet.
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