Ancestras feministas

Las luchas de las mujeres por sus derechos merece ser conmemorado como un hito fundamental en nuestra historia colectiva.

Ana Cofiño

marzo 9, 2025 - Actualizado marzo 8, 2025

La primera vez que escuché la palabra feminista fue un destello en la oscuridad de mi mente, algo muy fuerte tocó mi curiosidad que me hizo salir corriendo a buscar lo que hubiera sobre feminismo en la librería. Era el final de los setentas en México, donde se había llevado a cabo la Conferencia Internacional de la Mujer, al amparo de Naciones Unidas en 1975, y donde existe una larga tradición de luchas de las mujeres. Lo que conseguí fue un número de la revista fem en la que trabajaba una guatemalteca, Alaíde Foppa. Y el libro icónico del feminismo europeo, El segundo sexo de Simone de Beauvoir que todavía guardo.

La lectura me sorprendió porque le daba sentido y explicación a dudas y sentimientos que me habían sacudido a raíz de alguna injusticia cometida en mi contra. Lo que antes apenas intuía, ahora tenía nombre y apellido. Desde las primeras lecturas, el feminismo me dio claves determinantes para la vida. No sólo me permitió entender por qué la cultura menosprecia a las mujeres, sino que me amplió el horizonte para pensar, sentir y hacer. Saber que los derechos que hoy disfrutamos, fueron producto de luchas prolongadas, en distintas partes del mundo, me hizo sentir parte de algo más grande, más potente.

 Esa primera inmersión en la historia de las mujeres me llevó hacia la historia de Guatemala, donde las mujeres brillaban por su ausencia. Desde entonces he intentado buscar en el pasado los vínculos con el presente para construir la historia de las resistencias y luchas de las mujeres. Con colegas con quienes compartimos inquietudes, hemos hecho algunos aportes, con la esperanza que sirvan para las generaciones que nos siguen. Hoy que el feminismo se ha abierto paso en algunas academias, el interés se ha incrementado y hay estudios e investigaciones que contribuyen al acervo feminista. Pero falta demasiado en este sentido.

Es una tendencia lógica que, al asumir la conciencia feminista, busquemos cómo organizarnos o juntarnos, de allí la facilidad con la que surgieron los grupos de reflexión y acompañamiento feministas, donde se han compartido experiencias, libros, recetas, conocimientos, amores y broncas. El feminismo me ha permitido conocer a grandes mujeres, artistas, intelectuales, dirigentes políticas, amistades generosas, compañeras de lucha. Me siento afortunada y dichosa de haber encontrado en los feminismos a muchas grandes mujeres, tantas que no puedo nombrarlas.

Hace treinta años, después de la guerra contrainsurgente que asoló Guatemala, compañeras provenientes del exilio, de las organizaciones políticas, de la universidad y de instituciones del Estado, de nuevo fueron poniendo sobre la mesa los problemas de las mujeres, sus propuestas de solución, sus deseos y demandas. Desde los noventa, se llevaron a cabo, los días 8 de marzo, caravanas por el Día Internacional de las Mujeres en las que participaron organizaciones feministas. La tradición que había iniciado en los años veinte del siglo pasado, sacaba de nuevo a las calles a las mujeres y sus exigencias de justicia.

 Este año conmemoramos el centenario de la primera huelga de trabajadoras asalariadas, hito histórico que marca la entrada de las trabajadoras como sujetas a la política y a la vida pública. En noviembre de 1925, un grupo de más cien obreras empleadas en el beneficio de café La Moderna, suspendieron labores en demanda de mejores condiciones laborales. El paro duró seis días, al fin de los cuales ya se habían constituido en sindicato y llegado a un acuerdo con la patronal. La prensa les puso muchísima atención, sus declaraciones fueron escuchadas y su pliego de peticiones se hizo público. Las adhesiones de otros gremios y federaciones obreras son prueba del alcance de su movimiento. En pocos días se convirtieron en sujetas políticas con voz propia.

Desgraciadamente, la patronal incumplió los acuerdos, algunas fueron despedidas y otras no tuvieron más remedio que continuar trabajando por salarios de hambre. Pero la semilla de la lucha había germinado, y a pesar de la larga dictadura de Ubico que llegó al extremo de prohibir la palabra obrero, en 1953, encontramos otra vez a las escogedoras de café del mismo beneficio, propiedad del empresario alemán Gerlach, organizadas en una huelga para exigir lo que se les ha negado siempre: respeto y justicia.

Este antecedente de las luchas de las mujeres por sus derechos merece ser conmemorado como un hito fundamental en nuestra historia colectiva. Aunque no las hayamos conocido, tenemos una filiación política con ellas, de la que podemos sacar lecciones, y sentirnos orgullosas herederas de la estirpe de mujeres luchonas.

Lo que muchas feministas deseamos es que la niñez sea puesta en el centro del cuidado y la atención, que se le den condiciones óptimas para crecer libres y sanas, información para evitar riesgos, que se les trate como personas. Igualmente, como venimos demandando desde siglos atrás, exigimos que la justicia sea pronta y efectiva, pero, sobre todo, que trate a las mujeres como sujetas de pleno derecho.

Anoche estuvimos conmemorando esta fecha de larga tradición de luchas y tristes recuerdos, como la quema de las niñas en el hogar seguro en 2017. El Estado de Guatemala ha sido cruel con las mujeres y la deuda pendiente es muy grande. Su deber es luchar contra la violación sexual de niñas menores de edad y evitar que miles sean obligadas a llevar a cabo embarazos indignantes. Como sociedad también tenemos responsabilidades, nos corresponde rechazar la cultura racista homofóbica y misógina que predomina y promover la búsqueda de conocimientos, la creatividad y el bien común. 

Esta mañana, viendo a las jóvenes marchar por las calles del centro histórico, no pude dejar de pensar en las que antes pasaron por aquí, demandando justicia. No podemos olvidar a Luz Haydée Méndez, secuestrada y desaparecida en 1984 por el ejército. Ni a las niñas, ni a ninguna. La lucha sigue.

Luz Haydee Méndez, fue detenida desaparecida el 8 de marzo de 1984 integrante del Partido Comunista Guatemalteco (PGT).

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