El Diario de Centro América del mes de enero de 1898, a más de 125 años de distancia, mostraba sus páginas salpicadas de sangre, como sucede hoy en día, cuando en los medios electrónicos y redes sociales abundan los hechos violentos, crímenes, secuestros y denuncias de extorsión, así como aparentes guerras entre bandas de maras o narcotroficantes.
A pesar de tal circunstancia, la gente de entonces vivía más tranquila, y moría regularmente de muerte natural, porque hablando con la verdad, pocas veces se sabía a ciencia cierta la dolencia que padecía el enfermo. Las personas fallecían por causa de fiebres, inflamaciones, pulmonía o lombrices. Se moría también de influenza y de disentería, o como el caso del hombre que apareció enfrente de la Casa de Huérfanas en aquel año de 1898, dentro de una carreta, tiritando, “enfermo de frío”.
Era aún común, en esos días, los duelos, como fue usual en la época de la colonia, en donde se salvaban honores por medio de la espada. Según nos cuenta el periódico de la época, por asunto de elecciones se retaron a duelo dos individuos en Sonsonate, El Salvador. Al llegar al campo de combate, aparecieron “los valientes rodeados de sus amigos, quienes mediaron para que el lance no tuviera efecto”. Por aquellos días, los duelos eran más bien actuaciones para salvar el honor y disipar furias.
El diario impreso daba noticia sobre remedios maravillosos, pastillas y jarabes para aumentar de peso, de hemoglobina y de cabello. Se vendía ya la Emulsión de Scott, con la etiqueta del pescador con el enorme bacalao a cuestas. Además, se anunciaban fármacos maravillosos, entre los cuales aparecían unos collares electromagnéticos de marca Royer, utilizados contra las convulsiones o para facilitar la dentición de los bebés. Los collares Royers venían de París, eran anunciados como “el tesoro de las madres”. Había también ya una harina lacteada, para bebés, marca Nestlé.
Se anunciaban nodrizas: “ladina y con leche en abundancia, localizarla en la Calle número siete, del Callejón de Jesús”.
La gente se quejaba de los escándalos sucedidos alrededor de las casas de tolerancia, en especial una llamada Palacio de Cristal, en donde en la madrugada “hubo tiros de revólver, amenazas y gritos con palabras soeces”.
Pero el anunció que más me conmovió es uno titulado ¿De quién es? Y dice textualmente: “Agente de la policía recogió anoche en el interior del Parque Central un llavín pequeño. Su dueño puede pasar a recogerlo a la Dirección General de la Policía Nacional”.
Entonces se reseñaba en los periódicos la noticia difundida por los bandos del día anterior en cada una de las principales esquinas de la ciudad. Los bandos eran anuncios importantes del gobierno, leídos a la población, como el del 10 de enero de 1898, advirtiendo al vecindario de su obligación de barrer el frente de las casas, los días jueves o domingos, y la correspondiente multa en caso de no acatar dicha disposición.
Como noticia asombrosa, se reseñó el número de suicidios acaecidos en la capital guatemalteca en enero de 1898, que ascendieron a tres. Se hacía referencia a la gran cantidad de casas de habitación que se encontraban desocupadas y en alquiler, y se vendían dos perros traídos desde París. Fue noticia también un tremendo aguacero que llegó a turbar el entierro de la “malograda Manuela de Tojo”, por lo que la comitiva que acompañaba el cortejo tuvo que guarecerse en los portales de la Plaza Mayor. Por el agua desatada, la banda del parque debió cancelar también su concierto vespertino. Días aquellos, en Guatemala, cuando el aguacero que refrescó la tarde se convertía en la noticia estelar de primera plana.
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