El gobierno debe prestar atención a las emociones populares

Jorge Mario Rodríguez     octubre 16, 2024

Última actualización: octubre 15, 2024 7:19 pm
Jorge Mario Rodríguez

A medida que se acercan las elecciones en los Estados Unidos se hace evidente que se juega mucho más que un periodo presidencial. Se acentúa la sensación de que estamos a punto de dar un giro que afectará el futuro inmediato del mundo. Por lo tanto, es imprescindible reflexionar sobre las diferentes preguntas que plantea este tiempo decisivo frente a las múltiples crisis que enfrentamos.

Uno de los temas sobre los que se debe insistir es en la dinámica con la que funciona el lado oscuro de la humanidad. Pankaj Mishra ha insistido en que nos encontramos en una nueva época de la ira. Esta triste y catastrófica emoción ha mostrado que es susceptible de ser manipulada por líderes autoritarios que juegan con el descontento de las mayorías que, al final, también se verán afectadas por aquellos que les causarán un daño innegable.

Sin embargo, este sentimiento de frustración no es una simple manifestación de la eterna irracionalidad humana, sino que refleja la incapacidad de las élites “progresistas” de trasladar las ventajas de sus ideales a los grupos que solo se identifican como perdedores. Los que han estudiado el fenómeno del resentimiento, notan que el fracaso de las esperanzas resulta en una actitud de venganza hacia aquellos que se perciben como responsables de la poca vigencia de los valores, muchas veces los que se auto representan como guiados por ellos. Este es un proceso cuyas claves deben entender todos los que aspiran a un mejor futuro político.

Mi colega Marco Fonseca ha señalado este punto y recuerda la hiriente expresión de Hillary Clinton cuando se refería a los partidarios de Trump como una canasta de deplorables. Este sentimiento ignora esa cólera y ha sido aprovechado por el populismo demagogo de nuestra época. De hecho, se sigue una partitura que ya es conocida: existen políticos que saben cómo explotar el sentimiento de ira de los que se han quedado atrás.

Uno de los grandes problemas es el sentimiento de enojo activa las emociones más destructivas de la sociedad. Pankaj Mishra, de nuevo, recuerda como Sigmund Freud notaba, en 1915, que los impulsos malvados de la humanidad no habían abandonado a los individuos y que solo esperaban la oportunidad de mostrarse de nuevo. Desde luego, la ira hace imposible el diálogo y esto puede explicar la polarización. Reconocer este acto es necesario para comprender cómo romper este cerco que impide construir un mundo más humano.

Uno de los grandes errores de las elites políticas —y que debe comprender el gobierno guatemalteco actual— ha sido precisamente hacer caso omiso de los sentimientos de molestia de la sociedad. No se le puede endilgar este sentimiento de molestia a la manipulación de la derecha extrema. Este recurso solo manifiesta la negativa a reconocer lo equivocado del camino. No se le puede hacer caso a los que dicen que todo está bien, cuando es más que claro que los problemas se complican. Existe evidencia apabullante al respecto.

Un gobierno con deseos de lograr el bien común debe tomarse con seriedad la molestia social. No se puede decir, para mencionar otro rasgo del descontento social, que el problema solo radica en las redes sociales, porque este fenómeno surgió antes del desarrollo de la esfera digital. El resentimiento tiene raíces profundas las cuales pueden romper el tejido social en cualquier momento. Por esto, hay que trabajar con sentido de la complejidad del fenómeno

Debe aclararse que el actuar ético no siempre se refiere al mal uso de los recursos públicos para el uso personal. Cuando se habla de ética se habla de lo que se debe o no se debe hacer. De este modo, es necesario mencionar la falta de atención del actual gobierno hacia las personas que lo apoyaron, especialmente cuando no están atendiendo al sentido de justicia que demanda el rechazo rotundo hacia el pacto de corruptos. Esto es inmensamente reprochable, porque el pueblo demostró su compromiso haciendo imposible el fraude. Esto no es populismo: hay que quitarse la idea de que acercarse a la gente es populismo en el sentido del autoritarismo de la actualidad.

Uno de los grandes problemas en Guatemala es la reducción de la corrupción a cierto tipo de acciones en un proceso que deja ciertos claroscuros que crean un descontento que facilita el acceso de personas cuestionables a la presidencia. Sin embargo, la gente observa el derroche, la inconsistencia y ante las esperanzas rotas se vuelve más agresivo. Este es un punto que no puede olvidarse de cara a un proceso electoral que ya no está tan lejano en un tiempo tan acelerado como el nuestro.

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