La medalla de Adriana

Méndez Vides     agosto 1, 2024

Última actualización: julio 31, 2024 5:37 pm
Méndez Vides

El pesimismo tradicional aprendido en la patria nos tiene acostumbrados a que en las competencias deportivas nuestros representantes se derrumban en el último instante.   Es decir, si un futbolista guatemalteco llegara a las grandes ligas, y fuera por ejemplo delantero de algún equipo premier, y llegara a estar frente al marco del Barcelona, sin portero a la vista, sólo él, sin quien lo alcance, seguro que mal patea la pelota y falla donde no era posible, por el temor al triunfo.   

Perder ha sido lo admisible, porque perder está bien, no se altera el equilibrio, se confirma la tragedia; lo peligroso es triunfar, por temor a las emociones y fatigas posteriores que requieren más valor al estar en la cima.   A quienes pierden se los abraza, acucucha, porque no han roto el status quo.  Pero esta semana, en Paris, se quebró la maldición.

El triunfo de Mateo Flores en la maratón de Boston, cuando corrió y ganó con zapatos de vestir, fue admitido por generaciones como un hecho insólito.   Hace un par de décadas el caminador Erick Barrondo nos ilusionó con la primera medalla olímpica de plata, las celebraciones se extendieron y su nombre está impreso en monumentos y parques del país.  Hubo lágrimas, lo recibió el presidente de turno, y fue honrado como se merecía.

Y ahora, en los juegos de París, ya llevamos dos medallas, una de bronce y la primera de oro de nuestra historia.   Adriana Ruano, una joven perseverante que empezó por querer destacar en gimnasia, e impedida a competir por una lesión, por lo que tuvo que reinventarse en un deporte exótico, la caza, que no tiene con nosotros un referente de tradición en la práctica como en los países donde sí se practica la cacería de verdad, hay cotos y temporadas, como en España, donde hasta iban al África a matar piezas mayores, leones o elefantes, y fallar podría costarles la vida.   Aquí es una habilidad virtual.   Adriana aprendió a tirar a los discos en el aire como en un juego de feria, y lo hace nítido, y el día miércoles 31 de julio se enfrentó al fantasma nacional sin quebrarse, no se dio por vencida nunca.   

Los pesimistas que presenciamos la competencia, esperábamos la repentina falla, pero esta vez no ocurrió.   Ella empezó ganando y así se mantuvo hasta el final.  No se le quebró la respiración a pesar del peso consciente que caía sobre sus hombros, y estuvo armada de valor y firmeza, tiró y tiró escopetazos hasta coronarse como la primera medalla de oro guatemalteca en la competencia mundial.

Fue un gran gusto presenciar la novedad, porque la nueva generación imprime así un nuevo curso a las costumbres, el de ganar.   Gran hazaña, y un día memorable.   

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