“Floresta”, la colección de Irene Carlos que retrata su nueva vida

Los procesos de adaptación a una nueva etapa en España, la cercanía con el mar y su convicción del poder sanador de las plantas se reflejan en esta serie de pinturas que la artista exhibe en la galería Mayarí Rojas.

Ana Lucía Mendizábal

octubre 27, 2024 - Actualizado octubre 27, 2024

Hace tres años, Irene Carlos (Guatemala, 1955) se mudó a un pueblo de Barcelona, España, para vivir cerca de su único hijo. En el proceso de ese traslado de un continente a otro, la artista enfrentó procesos de integración a su nuevo entorno, que se volvieron más profundos cuando, por motivos de trabajo, su hijo, su nuera y su pequeña nieta debieron irse temporalmente del lugar. “La ausencia de mi pequeño núcleo familiar hizo que me acercara más al tema de la sanación a través de las plantas, porque siempre he tratado de sanar de manera natural”, señala. De esa experiencia se desprende parte de la inspiración para su nueva colección Floresta, que se exhibe en la galería Mayarí Rojas.

Magnolia, acrílico sobre tela, de 70 x 70 centímetros.

En las 17 piezas, elaboradas con la técnica de acrílico sobre tela, la artista también transmite parte de la energía y la paz que le ha conferido vivir al lado del mar.  “Vivo en un pueblecito muy tranquilo, donde no hay tráfico. Puedo ver el horizonte y esos colores. Ha sido un gran cambio para mí”, comenta. “Las flores y las plantas me han acompañado en todos estos meses”, añade. La elaboración de las obras, en donde puede apreciarse variedad de flores, árboles y otros elementos naturales, le llevó entre cinco y seis meses.  

Un tapiz migrante

La estancia de Irene en esa pequeña población de España, en donde explica que hay muchos migrantes marroquíes, le ha dado la oportunidad de poner en práctica su talento y liderazgo. “Me llamaron para colaborar como voluntaria para realizar un proyecto anual con mujeres migrantes”, cuenta. Irene, quien ha trabajado el arte textil desde sus inicios, propuso la elaboración de un tapiz. 

“Algunas mujeres sabían tejer porque es parte de la tradición marroquí. Como no tenía mucho tiempo para hacer algo grande propuse comprar pequeños telares, enseñarles a quienes no sabían y que lo hicieran en su casa. Después, lo integramos… Yo había propuesto trabajar con cinco mujeres y llegaron 13, con niños. Fue muy linda experiencia”. Gracias a esta iniciativa y trabajo, a Irene se le otorgó recientemente un reconocimiento en Barcelona.

Lo que se hereda

El talento de Irene no es un hecho aislado en su familia. Su hermano Luis Carlos, fallecido en 2020, fue el escultor encargado de realizar, entre otras emblemáticas obras, los monumentos a la paz, que se encuentran en el Palacio Nacional de la Cultura y en el Centro Cívico; su hermana, Ana Carlos, es cineasta, documentalista y productora audiovisual, quien durante varios años presentó la serie El sabor de mi tierra

El contacto de Irene con el arte fue constante durante su niñez y adolescencia. Ella recuerda que su madre era una gran tejedora. “Hacía cosas impresionantes a todos sus nietos, a mi papá y a nosotros. Mis primeras muñecas las hacía yo junto a ella”, rememora. 

El arte textil es una de las especialidades de Irene, quien contó con el ejemplo de su madre en este tipo de trabajos.

Irene recuerda que como sus hermanos estudiaban arte, en su casa siempre hubo lienzos y pinturas. Sin embargo, uno de los mayores detonantes para su vocación se dio a principios de los años 1980, cuando en el Museo de Arte Moderno Carlos Mérida se presentó un tapiz realizado por el artista español Joan Miró. “Al ver la riqueza de las texturas, los materiales y la expresión, a través de las fibras, dije ‘quiero hacer eso’”. 

En esos años, fue cuando Irene se convirtió en mamá y quiso acompañar todas las etapas de su hijo, por lo que trabajaba proyectos de diseño gráfico freelance desde su hogar. Más adelante, teniendo en cuenta la inclinación por el arte textil se mandó a construir un telar de mil hilos. “Era un armatroste, no podía manejarlo, entonces contraté a un señor que venía de Antigua y que me decía ‘eso es para hombres’. Yo no tenía ni idea. Lo vendí y empecé a hacer tapices de manera vertical en la pared y en marcos de madera”, relata.  

Sus trabajos eran elaborados en materiales como lana y yute. Su primera exposición la realizó en el Museo Ixchel del Traje Indígena, en 1985. “Entre el 86 y el 95 estuve tejiendo y exponiendo cada año y medio o dos años”. 

Sus obras empezaron a trascender y fue una de las pioneras en presentar textiles en galerías, ya que anteriormente el campo estaba más limitado a otras ramas como la pintura, el dibujo y la escultura. Sin embargo, ya para entonces comenzaba a codearse con artistas de otros países.

Cuenta que, precisamente su hermano Luis, quien se había graduado como escultor con honores en México, fue una gran guía para ella, porque siempre le hacía críticas constructivas. 

Irene no se ha limitado en cuanto los medios de su expresión, y alterna la pintura, los trabajos textiles, la escultura y la fotografía.  Gracias a la trascendencia de su arte, ha tenido la oportunidad de visitar países como Nepal, India, Afganistán y Bolivia, entre otros. 

Aunque durante casi toda su trayectoria ha sido autodidacta, también contó con la guía de maestros como Elmar René Rojas. En 2011, en el catálogo en el que Irene presentó un trabajo pictórico y fotográfico que realizó en Afganistán, Rojas escribió: “Durante los últimos años, he sido testigo del ‘quehacer’ artístico de Irene, inmerso en la inquietud de su búsqueda, de su encuentro al lenguaje plástico-simbólico, que cada vez ha venido madurando y apropiándose de una caligrafía muy suya y con clara honestidad valorística. Puedo ratificar sin equivocarme que su lenguaje de ahora ya es el soplo auténtico de su arrebato creador con libertad, con técnica, con sinceridad y con espíritu…”. 

Otro de los artistas que también tomaron parte en la formación de Irene fue Arnoldo Ramírez Amaya, con quien recibió algunos talleres. 

Señala que su relación con las cámaras también ha sido constante en su vida. Junto a su hermana Ana, trabajó en la fotografía del programa El sabor de mi tierra. Además, el padre de su hijo era el destacado fotógrafo, cineasta y documentalista Rolando Urrutia. Sus propios trabajos fotográficos, le han permitido encontrar perspectivas diferentes en lo que observa, a través del lente. 

Irene ha realizado más de 20 exposiciones individuales y participado en varias muestras colectivas. Acerca de su obra, la galería que ahora presenta sus piezas señala: “Su trabajo es intuitivo, responde espontáneamente al color, la forma la luz y el contacto con los seres vivos. Está inspirado en la experiencia directa con el entorno. Tiene una fuerte conexión con los símbolos, especialmente aquellas formas derivadas de la energía femenina y las usa como parte de su lenguaje creativo”.

En la actualidad, cuenta, pinta constantemente y con el tiempo propone sus diversas colecciones. Entre las ideas que tiene en mente está darle seguimiento al proyecto de apoyo a las migrantes en España, a través de la organización de actividades que les permitan producir y vender los frutos de sus trabajos textiles. La muestra Floresta, de Irene Carlos se encuentra en la galería Mayarí Rojas, ubicada en la 5a avenida 3-51 zona 14, local 105, Galerías Tiffany. La exposición estará abierta hasta a mediados de noviembre. Puede visitarse de lunes a sábado de 10:00 a 19:00 horas.

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