La llamada “Leyenda Negra” es la narrativa que habla pestes de un pueblo o de un país, fabricada sobre todo por sus enemigos, para mejor combatirlo. Puede tener origen dentro del mismo país o ser de origen externo, y comprende habladurías, creencias, leyendas, verdades, medias verdades y falsedades sobre ese país y sus dirigentes para denostarlos ante los ojos del mundo. En el caso de la leyenda negra española, el Imperio Británico, y luego los Estados Unidos, rivales político-militares y religiosos de España en los siglos XVII y XVIII, fomentaron y contribuyeron a difundir en el mundo toda clase de noticias negativas sobre España y las colonias españolas, apoyando así a los movimientos independentistas que se extendieron por todo el planeta. En cuanto a los creadores de la leyenda negra dentro de España es conocido, entre otros, el nombre de Fray Bartolomé de las Casas, quien denunció con mucho empeño y un poco de exageración, los atropellos que las autoridades españolas y los colonos cometían en México y Guatemala contra los pueblos indígenas.
En la actualidad, hay un movimiento de historiadores, antropólogos y periodistas de origen tanto español como americano, que intentan combatir esa leyenda, sea tachándola de mentirosa y malintencionada, sea blanqueándola con argumentos que exageran las grandes ventajas y beneficios que la conquista y la “integración a España” tuvo para los nativos americanos, puesto que teóricamente gozaban del estatus de españoles súbditos del rey. Aquí se fundaron ciudades, universidades, hospitales y otras instituciones que, teóricamente, eran para todos los habitantes (menos para los negros, que siguieron siendo esclavos), y se dio un mestizaje real de razas, cosa que no sucedió nunca en las colonias inglesas y francesas. Todo lo cual es verídico, pero no obsta –como dicen los leguleyos- para que la empresa (porque más que prolongación de España, lo que fue Iberoamérica fue una inmensa empresa capitalista hecha de empresarios avorazados o encomenderos que despojaron de sus mejores tierras a los indígenas, los desplazaron masivamente de sus territorios, les contagiaron enfermedades que los indígenas no conocían (viruela, tifus, tuberculosis, influenza, peste bubónica, cólera, paperas, sarampión, ante las cuales los europeos habían desarrollado cierta inmunidad), enfermedades que causaron un 90% de muertes entre los habitantes del continente americano, y los reprimieron brutalmente cuando lo consideraron necesario.
Las consecuencias de la conquista y la colonia española (los intelectuales revisionistas se niegan a hablar de “colonias”, puesto que lo que hubo en América fueron “virreinatos”) tuvieron un impacto profundo y duradero y siguen influyendo en las sociedades latinoamericanas contemporáneas. Estas son algunas de las consecuencias: 1) Destrucción o devastación de las culturas y civilizaciones indígenas (que constituían una de las 7 civilizaciones milenarias del mundo cuando Europa vivía todavía en taparrabos, según expone el filósofo e historiador argentino-mexicano Enrique Dussel) a través de la violencia de las batallas, de las campañas militares, de la represión y de las condiciones extremas de trabajo, además de las enfermedades. 2) Imposición de la religión: evangelización forzada, destrucción de creencias y prácticas religiosas autóctonas, las iglesias católicas se convirtieron en centros de poder y de control social. 3) Cambio en las estructuras políticas, sociales y económicas que perviven hasta hoy: sistema de encomiendas, expulsión de poblaciones, trabajos forzados, jerarquías que beneficiaban a los colonizadores y marginaban a los pueblos originarios. 4) Explotación masiva de recursos como el oro y la plata, devastando los ecosistemas locales. 5) Desplazamiento forzado de indígenas y de poblaciones africanas esclavizadas, lo que alteró la demografía y la composición étnica de las sociedades americanas. 6) Desarrollo de actitudes de resistencia y de rechazo activo o pasivo de parte de los indios frente a la dominación europea, tomando la forma de protestas o de rebeliones y reivindicaciones locales salvajemente reprimidas o bien de patologías diversas como el alcoholismo y otros problemas psicológicos y de comportamiento.
La amable propuesta (que no tenía la forma de exigencia, como insisten en afirmar los medios de prensa) hecha hace cinco años por el entonces Presidente de México al rey de España para realizar conjuntamente, después de mutuo estudio y consenso, un ritual simbólico oficial de disculpas y de desagravio de parte del Estado de México y del Estado español por el daño perpetrado durante quinientos años, buscaba aceitar el imaginario social de los pueblos indígenas americanos con el fin de deshacer de una vez por todas la lista de nudos históricos que bajo la forma de traumatismos colectivos sigue formando parte de las tensiones que hay entre las ambivalencias de la herencia cultural europea, el resentimiento por la colonización y la búsqueda de una identidad que integre esas dimensiones. Sin embargo, los saltimbanquis y defensores españoles de la cohorte real, así como sus achichincles americanos, como buenas personificaciones y caricaturas que son de la ignorancia, la soberbia y la prepotencia, incapaces de entender las dinámicas psicológicas de los conflictos sociales e históricos, se han referido con sorna a dicha propuesta, confirmando dos cosas: el desconocimiento absoluto que tienen, entre otras muchas cosas, de los valiosos textos de insignes intelectuales mexicanos y españoles que directa o indirectamente han alumbrado el tema con su sapiencia y sus observaciones. Me refiero al relevante escritor mexicano Octavio Paz, por un lado (aunque hay otros muchos como él), autor del conocido ensayo “El laberinto de la soledad” (1950), y al académico español Fernando Diaz Plaja, autor del agudo “best-seller” “El español y los siete pecados capitales” (1966), por el otro.
Octavio Paz postula en su libro “El laberinto de la soledad” que la soledad es una característica esencial trágica del ser mexicano actual, derivada de la historia, la cultura y la búsqueda de identidad. Describe muy bien la dualidad entre lo indígena y lo español en un entorno marcado por la opresión que data de la conquista y de la colonia. Y subraya, además de la dualidad, la soledad, la relación con la muerte y el misticismo, estas características centrales de la cultura mexicana: la ironía y el negro humor tragicómico. El mexicano en su alma profunda, alimenta admiración y resentimiento hacia España, situación en la que el idioma ha servido tanto de puente como de barrera, y en la que la cultura occidental con sus valores europeos ha prácticamente anulado la herencia precolombina.
Fernando Díaz Plaja, por su parte, autor viajado, culto e inteligente, que en mis años mozos me hizo reír cuando leí su libro “El español y los siete pecados capitales”, también me ayudó a conceptualizar ciertas características que yo palpaba en la cultura de mis padres españoles al enfrentarme al retrato jocoso, pero sin concesiones, que él hace de España y del carácter español, retrato que me asombra, puesto que sigue siendo válido hoy, a pesar de los años transcurridos. Dos terceras partes del libro están dedicadas tan sólo al pecado capital de la soberbia, lo que señala la importancia que parece tener entre los españoles. Transcribo un par de citas de su texto, que corroboran lo que yo mismo he constatado a través de mi experiencia:
-“Quizá sea la soberbia la clave de la actitud española ante la sociedad. Esa soberbia que permite al humilde hablar de que “no le da la real gana””.
-“El español ha conservado a veces maneras íntimas y exteriores propias del tiempo en que se sentía miembro de la casta imperial, consciente de su innato mérito y de la virtud operante de su mera presencia” (A.Castro en “La realidad histórica de España”, Méjico, 1959, pág. 593-Citado por Fernando Díaz Plaja).
-Y como conclusión: “Llego a la impresión –dice Fernando Díaz Plaja- de que la forma de mejorar al español podría resumirse en dos posibilidades tan simples como revolucionarias:
a-Si de vez en cuando, solo de vez en cuando, creyéramos que el otro puede tener razón…, y b-Si esa idea no lo convirtiera automáticamente en odioso…Con eso bastaría!”
Y bueno, como conclusión, pienso que efectivamente es una lástima que ese proyecto de AMLO no haya podido realizarse con el rey de España, y es de veras una lástima para todos: para los mexicanos en general, para los indígenas en particular, y también para los españoles en general y para los ruines y los ebrios de soberbia, en particular.
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