Y como decíamos ayer…

No recuerdo donde me quedé ni qué les venía contando, pero aquí estamos de regreso en este nuevo medio al que me honra pertenecer de alguna manera.

Luis Aceituno

abril 12, 2024 - Actualizado abril 11, 2024
Luis Aceituno

“Y como decíamos ayer…”. La frase, por supuesto, se la robo a Fray Luis de León, teólogo y poeta (1527-1591), quien tenía la costumbre de comenzar sus clases en la Universidad de Salamanca resumiendo la clase anterior. Un día fue a buscarlo la Inquisición, cuyos jueces lo acusaban de un sinnúmero de herejías, entre ellas la de preferir el texto hebreo del Antiguo Testamento a la versión latina oficial traducida por San Jerónimo y la de haberse atrevido a traducir el Cantar de los cantares a la lengua vulgar, lo cual era penado por la ley de Dios y de los hombres. Pasó cinco años en prisión, antes de ser exculpado por lo espurio de las imputaciones. Al regresar a su cátedra, retomo sus lecciones con la célebre frase de marras: “Como decíamos ayer”.

La mismísima frase, la utilizó muchos años después don Miguel de Unamuno, cuando regresó a su cátedra en la misma universidad, la de Salamanca, luego de siete años de exilio en las Islas Canarias por escribir contra la dictadura española de Primo de Rivera, esto allá por los años 20 del siglo pasado.

El hecho me lo recordó hace algunos años don Francisco Pérez de Antón, quien en su brillante discurso de ingreso a la Academia Guatemalteca de la Lengua, retoma la frase para hablarnos de Fray Luis de León. Desde ese entonces la retengo en la cabeza, como buscando una ocasión para poder utilizarla.

Así que la utilizo hoy para retomar esta columna, interrumpida hace un año y meses, cuando un día nos cayó la Inquisición no precisamente por traducir el Cantar… a la lengua vulgar, sino por otras herejías más del orden del día.

No recuerdo donde me quedé ni qué les venía contando, así que lo de “decíamos ayer…”, tal vez suene un poco jalado por los pelos, pero aquí estamos de regreso en este nuevo medio al que me honra pertenecer de alguna manera.

“La que es p…, vuelve”, decía mi abuela evitando pronunciar la grosería, y el maestro Quiroa agregaba: “con celular y diente de oro”. Yo desde que me inicié en el periodismo, hace casi 50 años, allá por mediados de los 70 del siglo pasado, me he ido y he regresado demasiadas veces. El oficio se te pega como las gripes. Estar adentro es a veces insoportable y… peligroso, pero estar afuera se vuelve imposible.

“La necesidad tiene cara de chucho”, decía también mi abuela. Aunque en esto que nos ocupa hoy, no es precisamente la necesidad de la paga, que la hay, por supuesto, pues es necesario comer y esas cosas, sino la de estar conectado a la realidad y al mundo. La de comprender que hay detrás de lo evidente, para compartirlo y contarlo después de la mejor manera que nos sea posible. Esto, como en las canciones de Agustín Lara, se nos vuelve vicio.

Estamos viviendo en uno de los mundos más raros e incomprensibles que le ha tocado vivir a la especie humana en los últimos tiempos. Todo se ha puesto patas arriba y todas las certezas se nos derrumban. Adiós al siglo de las luces o a las luces de los siglos. Mientras tanto, es un honor para mí ofrecerles una que otra pista que les pueda ayudar a comprender la realidad que nos tocó.  Es un verdadero gusto platicar con ustedes, estar aquí de regreso.

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