El algoritmo de TikTok, que no tengo idea que tiene contra mí, me recomienda un video de la ex diputada Patricia Sandoval predicando el evangelio y argumentando que la corrupción no es solo vista en los políticos, sino en la humanidad que no conoce a Cristo. Pues ella parece conocerlo personalmente y tener su celular personal junto al de Kalimba y el de todos los integrantes de OV7; a quienes cita en sus momentos espirituales. Shabadabada , shabadabada, en el centro del planeta. Shabadabada, shabadabada, olvidado en la banqueta.

No me estoy burlando. Para nada. Eso es lo que dicen los internautas de por ahí. Si se ha convertido y todo eso, la felicito; pero paso. El arrepentimiento divino siempre existirá.

Está bien, que encuentre paz en algún libro de historias ficticias, en La Patria del criollo, o en la mismísima biblia, pero hágame el favor de leer lo que sea, pero encerrada en su dormitorio. Porque yo lo hago con las novelas de Javier Marías y Rey-Rosa y hasta el momento, parecen funcionar.

Bien dice en Mateo 6:6: “Mas tú, cuando ores, entra en tu aposento, y cerrada la puerta, ora a tu Padre que está en secreto; y tu Padre que ve en lo secreto te recompensará en público”. Hagámosle caso a las escrituras entonces.

Por favor, no me venga a arruinar el algoritmo que con mucho esfuerzo mantengo intacto. ¿Qué hice yo de malo? Creo que el que debe arrepentirse del todo, terminaré siendo yo. Me alegro que haya encontrado a Dios, o a quien sea, pero búsquese en internet y vea que de lo que todos hablan de usted, no es de su relación con Dios.

Ya tuvimos a un aspirante a vicepresidente que en sus tiempos libres dice haber sido pastor y decía haber llegado a la luna con una maestría en no sé qué administración de ONGs.

La fé mueve montañas decía también aquel eslogan político. Que las mueve, las mueve, claro, pero no se percató que movía demasiado y ahora cada dos días se derrumba el libramiento de Chimaltenango. Es notorio cómo la religión ha jugado un papel clave en la arena guatemalteca. Frecuentemente apelan a la espiritualidad de los votantes, mientras que algunas políticas públicas se alinean con valores religiosos particulares: “¡¡No a esto, no a lo otro!!” A pesar de esta rara realidad, es fundamental tener presente que un auténtico Estado democrático debe garantizar la el respeto hacia la diversidad de creencias y perspectivas.

No hablemos más de eso.

Es un cóctel explosivo. Dejémoslo a criterio propio y sigamos con nuestras vidas. Que cada quien ore como le plazca, pero a la hora de gobernar, esperemos que lo hagan con las manos en la obra y no con las rodillas en el púlpito.