Entre muestras de indignación presidencial que no sirvan para nada y una ciudadanía impávida, el MP continúa su cruzada de persecución contra todos aquellos que se muevan unos cuantos centímetros del script elaborado hace meses y ahora toman el bando contrario, o bien, contra los que persiguen a los protectores de la fiscal y sus cancerberos.
Así como 2023 inició la cacería contra los magistrados del órgano electoral, ahora lo hace en contra del superintendente de la SAT; todo con el afán combinado de resguardar los intereses de los protectores inmediatos AG y MM. Los regímenes autocráticos se originan y se consolidan precisamente cuando un conjunto de instituciones, comenzando por el denominado “sector justicia”, incluyendo a los órganos complementarios como el Ministerio Público, se alejan totalmente de las competencias formales y se convierten en las instancias responsables de la persecución con fines políticos. Así, van sacando de la jugada a todo aquel incómodo u osado, que no se alinee a sus fines perversos.
Desde el inicio de la actual gestión, la actual administración del supuesto órgano responsable de la investigación criminal se salió de su mandato legal y se convirtió en la instancia a cargo de promover, en forma permanente, la “guerra jurídica” o lawfare (uso de la ley como arma de conflicto). Suficiente motivo para que las cabezas responsables de semejante mutación no solo abandonen sus cargos, sino paguen las consecuencias legales por buscar descarrilar los vagones de institucionalidad y resquicios de democracia que nos van quedando.
En la medida que la presidencia se entretenga en asuntos de cuarta categoría y no sea un actor político que pese, en la medida que el Congreso llene su agenda con una diversidad de iniciativas, donde los grandes ganadores son los actores emergentes allí representados, las instancias promotoras de las agitaciones las tienen relativamente fáciles. Nadie se les opone, y por mucho que gastemos tinta, espacios mediáticos o en los discos duros, nada de ello puede convertirse en factor de poder para contraponer los desmanes que van en alza.
En octubre y noviembre de 2023, diversas expresiones sociales pensaron que una serie de movilizaciones y mensajes políticos se transformarían en el factor determinante de la salida de la FG. El hecho fue importante y algo nunca visto en las últimas dos décadas, pero debemos reconocer que totalmente insuficientes. Una andanada es mejor que nada, pero se necesita mucho más que eso para que uno de los actores que representa el retroceso abandone su cruzada.
Lo que está en juego no es pulso entre dos personas, cada una enquistada en su esquina, como si se tratara de una burda lucha callejera. Se trata, en esencia, de la lucha abierta por darle aire o sacar de la jugada a una enorme piedra en el zapato, un actor en movimiento; el permanente trastocador; cuyas afectaciones causan una acumulación de males, que apela, además, a la continuidad a largo plazo. Asumir la actitud complaciente representa el peor error, que quizás algunos se empecinan a no ver, pero que está allí y que, si no se le destierra, continuará agitando las aguas.
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