Un adiós: reflexiones sobre la pérdida

Flor de María Gálvez

diciembre 2, 2024 - Actualizado diciembre 1, 2024
Flor de María Gálvez

Cuando un ser querido nos deja, el mundo parece detenerse en un instante de dolor indescriptible. La tristeza se apodera de nosotros, llevándose consigo las palabras no dichas, los abrazos que no se dieron y las risas que se quedaron en el aire, atrapadas en recuerdos que ahora se vuelven sutiles murmullos. La vida de aquel ser querido, que una vez fue amor y esperanza, se convierte en un testimonio de lo que fue, pero también en un recordatorio de lo que se ha perdido.

Hoy quiero rendir homenaje a mi tío Héctor Gálvez, un hombre que marcó mi vida y la de su familia con su esfuerzo y trabajo. Más de 30 años como migrante, su vida estuvo dedicada a buscar oportunidades en un mundo que a menudo se muestra hostil. Cada día, enfrentó la incertidumbre y los sacrificios, con la esperanza de ofrecer un futuro mejor a los suyos. Recuerdo sus historias, llenas de desafíos, pero también de sueños.

El recuerdo de sus risas aún resuena en mi mente. Era un hombre de familia, que gustaba de compartir con sus seres queridos, incluso en medio de las adversidades. Las memorias de las celebraciones, los momentos de complicidad y las lágrimas de alegría son ahora un recuerdo en esta tristeza.

Hoy, al reflexionar sobre su vida, no puedo evitar sentir una profunda frustración. Las mismas oportunidades que él buscó durante tres décadas siguen siendo un espejismo en nuestro país. Guatemala, mi tierra amada, se enfrenta a una realidad insoportable: la corrupción, la impunidad y la falta de políticas públicas efectivas han convertido el sueño de un futuro próspero en una lucha constante. La esperanza de un cambio se diluye cada día, mientras vemos a nuestros seres queridos partir hacia tierras lejanas, en busca de lo que deberían poder encontrar en su propio país.

La historia de mi ser querido es la de muchos. Cada migrante que deja su hogar lo hace con un corazón lleno de anhelos y un equipaje cargado de sacrificios. Se van con la esperanza de construir un futuro mejor, no solo para ellos, sino para sus familias. Pero ¿hasta cuándo tendremos que ver partir a nuestros seres queridos? ¿Cuántas vidas se perderán en el camino de la búsqueda de oportunidades que nunca llegan?

Su ausencia me recuerda que cada día es un regalo, que cada palabra no dicha pesa en el alma. Hay tantas cosas que quisiéramos haber compartido, tantas historias que se quedaron sin contar. Sin embargo, también hay una lección en su vida: la importancia de valorar a quienes amamos mientras los tenemos cerca. La vida es efímera, y a menudo olvidamos que cada momento es precioso.

En este duelo, me aferro a las memorias compartidas. Recuerdo su risa contagiosa y su amor incondicional hacia su familia y nuestra familia. A través de estos recuerdos, siento su presencia, como si aún estuviera aquí recordándome que la lucha por un futuro mejor no termina.

Es un momento de reflexión, de reconocer que, la lucha por una Guatemala más justa, donde las oportunidades fluyan como ríos, debe continuar. No podemos olvidar la voz de aquellos que se han ido, de aquellos que se atrevieron a soñar, a arriesgarse y a luchar por un futuro mejor.

 Hoy, aunque la tristeza me invade, pienso en la importancia de que cada persona tenga la oportunidad de prosperar en su tierra natal aunque a veces se diluye ese sueño…

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