Trump y su «solución final» para «problema» palestino

Marco Fonseca

febrero 15, 2025 - Actualizado febrero 14, 2025
Marco Fonseca

El presidente de Estados Unidos, Donald Trump, ha propuesto un plan controvertido para la Franja de Gaza que implica la evacuación permanente de más de 2 millones de palestinos y la transformación del territorio en un destino turístico de lujo, al que ha denominado la “Riviera del Medio Oriente”. Esta iniciativa ha sido ampliamente criticada por organizaciones de derechos humanos, que advierten que podría constituir un crimen de guerra según el derecho internacional. Los palestinos, profundamente arraigados a su tierra en donde han estado por muchos siglos, rechazan rotundamente la propuesta, considerándola una amenaza a su identidad, dignidad e indisputable derecho a la autodeterminación reconocido por las Naciones Unidas. Un repaso rápido de este reconocimiento es aquí muy pertinente.

Las Naciones Unidas han reconocido y reafirmado en múltiples ocasiones el derecho del pueblo palestino a la autodeterminación y a la creación de su propio Estado. Este reconocimiento se ha manifestado a través de diversas resoluciones y declaraciones a lo largo de las décadas. Una de las primeras manifestaciones fue la Resolución 181 de la Asamblea General de 1947, que proponía la partición de Palestina en un Estado judío y otro árabe. Aunque este plan no se implementó en su totalidad, sentó las bases para el reconocimiento internacional de un Estado palestino. Posteriormente, la Resolución 3236 de 1974 reafirmó los derechos inalienables del pueblo palestino, incluyendo «el derecho a la libre determinación sin injerencia externa» y «el derecho a la independencia y la soberanía nacionales». Esta resolución también reconoció a la Organización para la Liberación de Palestina (OLP) como representante legítima del pueblo palestino. En 2012, la Asamblea General adoptó la Resolución 67/19, que otorgó a Palestina el estatus de Estado observador no miembro en las Naciones Unidas, reconociendo implícitamente su soberanía y su derecho a la autodeterminación.

Más recientemente, en noviembre de 2024, la Asamblea General aprobó una resolución que reafirma el derecho del pueblo palestino a la libre determinación, destacando que estos derechos son «inalienables, incondicionales y no negociables». Esta resolución recibió el apoyo de 170 países, mientras que seis se opusieron, incluyendo a Israel y Estados Unidos. Además, en abril de 2024, en medio del asalto genocida de Israel contra la Franja de Gaza, el Consejo de Derechos Humanos de la ONU adoptó una resolución que reafirma el derecho inalienable del pueblo palestino a la libre determinación, instando a Israel a poner fin a la ocupación de los territorios palestinos, incluida Jerusalén Oriental. 

Todas estas acciones reflejan el compromiso continuo de las Naciones Unidas en apoyar el derecho del pueblo palestino a la autodeterminación y la creación de un Estado independiente. Pero hoy, un déspota proto fascista envalentonado por un movimiento que combina nacionalismo y neoliberalismo subalterno, como es el movimiento MAGA, cree que tiene la potestad extraterritorial de derrumbar lo que apoya una clara mayoría de países y pueblos del mundo.

Trump ha presentado su plan infame para la Franja de Gaza como una solución para los palestinos tras una campaña militar israelí de 16 meses que ha devastado barrios enteros en Gaza, dejando gran parte del territorio inhabitable, toda la tierra agrícola arrasada, toda la infraestructura destruida, todos los hospitales, universidades, escuelas y mezquitas semidestruidos o totalmente borrados, y más de 47 mil palestinos/as muertos, la mayoría mujeres y niños/as. Según Trump, Estados Unidos asumiría el control de la región y la reconstruiría como un centro turístico para «la gente del mundo». Sin embargo, este plan implica la reubicación forzosa de la población palestina a países vecinos como Jordania y Egipto, una medida que ha suscitado preocupaciones sobre un posible desplazamiento forzado, prohibido por las convenciones internacionales y en abierta violación del derecho internacional.

Trump ha dejado ambiguo cómo se llevaría a cabo esta reubicación – hablando solo de que Egipto y Jordania deben aceptar y reasentar a los/as palestinos – o qué sucedería si los palestinos se niegan a abandonar su hogar ancestral. En declaraciones a la prensa, afirmó: «Verán que todos querrán irse». En una entrevista con Fox News, al ser preguntado si los palestinos tendrían derecho a regresar a Gaza, respondió: «No, no lo tendrían porque van a tener viviendas mucho mejores. En otras palabras, estoy hablando de construir un lugar permanente para ellos». Estas declaraciones han generado alarma entre defensores de derechos humanos, expertos en derecho internacional y en Palestina misma. Pero sí revelan algo así como la agenda secreta de Washington desde hace décadas y confirman la sospecha de muchos/as observadores/as expertos que han calificado la política de Washington hacia el Oriente Medio como una política hipócrita. Y vaya si esto no fue cierto durante la administración de Biden.

Pero el plan de Donald Trump para la Franja de Gaza no solo propone un acto de despojo masivo y acaparación de tierras con fines desvergonzadamente comerciales y acaparadores, sino que guarda paralelismos inquietantes con la «solución final» de Adolf Hitler contra la gente judía de Alemania y el resto de Europa. La idea de eliminar a un pueblo de su territorio ancestral y transformar su hogar en un espacio diseñado para el beneficio de otros recuerda las políticas de limpieza étnica y reconfiguración territorial que marcaron la primera mitad del siglo XX. Si bien el proyecto de Hitler tuvo un componente genocida explícito, la propuesta de Trump para Palestina opera bajo la lógica formal de una expulsión sistemática bajo el disfraz de modernización y desarrollo económico, lo que no la hace menos perversa ni menos destructiva para la identidad, la dignidad y la soberanía de un pueblo.

Trump no ve en la Franja de Gaza una comunidad con historia y derechos, sino una «gran oportunidad inmobiliaria» que debe ser despejada para dar paso a un proyecto turístico y comercial. Esto implica la erradicación de su población, ya sea por medio de la guerra, el hambre o la coerción política. La negación del derecho de los palestinos a regresar a su hogar y la insistencia en que «todos querrán irse» sugieren un enfoque sistemático de limpieza étnica, en el que la destrucción del presente es el mecanismo para asegurar que no haya un futuro y que el «problema palestino» llegue finalmente a su conclusión. Confirmando precisamente lo que Israel quería lograr desde octubre de 2023 cuando inició su política de tierra arrasada, Trump ha dicho que la Franja de Gaza es hoy solo un sitio de demolición y es totalmente inhabitable.

Por ahora, Trump ha emitido un ultimátum a Hamás, exigiendo la liberación de todos los rehenes israelíes para el sábado 15 de febrero. De no cumplirse esta demanda, Trump ha advertido que cancelará el acuerdo de alto al fuego y que «se abrirán las puertas del infierno», efectivamente dando luz verde a la reanudación del genocidio israelí y la solución final para el «problema» palestino. Esta declaración se produce tras el anuncio de Hamás de suspender la liberación de rehenes, alegando violaciones del alto el fuego por parte de Israel. La situación pone en riesgo el frágil acuerdo de tregua e intercambio de prisioneros alcanzado en enero. Además, Trump ha descartado el derecho de retorno para los 2,3 millones de palestinos de Gaza en caso de que se lleve a cabo su plan de expulsarlos y transformar la Franja en un enclave inmobiliario internacional. Esta propuesta ha generado consternación y rechazo en la comunidad internacional.

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