Pese a las advertencias de mentes lúcidas y personalidades sensatas, pese a la clara evidencia de hechos que son públicos y pese a que la mitad de la población veía este escenario con justificado horror, la mayoría del electorado en los EEUU (50.8% de los votos hasta ahora contados, según CNN) eligió llevar de nuevo a la Casa Blanca a un individuo que el New York Times calificó como notoriamente inidóneo (“unfit”) para ejercer la Presidencia del país más poderoso del mundo. La población blanca menos favorecida y menos educada de aquella nación, sintiéndose avasallada por crecientes olas migratorias de otras razas que están -según Trump- “envenenando su sangre”, cambiando su cultura y quitándoles el empleo, se dejó llevar por sus temores irracionales frente a realidades demográficas irreversibles a corto plazo. A ella se sumaron sectores de la clase media cuyo fundamentalismo “cristiano” ve con creciente desagrado el avance de “la cultura Woke”, que le achacan al Partido Demócrata (van a volver “hueco”, o peor, “trans”, a tu hijo) y que ven en Trump, un notorio donjuan, a un paradójico defensor de los “valores familiares”. Y para ponerle la tapa al pomo, otros grupos minoritarios pero poderosos, como los fundamentalistas del mercado, que inexplicablemente ven a Trump (que propone tarifas arancelarias mortales para el comercio internacional) como adalid de la “libre empresa”; o como los cultistas de las criptomonedas, que ven al partido Demócrata como “el frente” del “complejo militar-industrial”, que “para mantener sus guerras interminables” dizque tiene que inflar al dólar y reprimir a las criptomonedas; también “se subieron al carro”. Métale al caldo mentiras (“los migrantes se están comiendo a las mascotas de los canchitos”; o “las vacunas no previenen enfermedades, sino te envenenan”, para hacer pisto y controlar a la población) y medias verdades (“la economía nunca ha estado peor para los de a pie”) y su “causa MAGA” parece no ignorante, sino “buena”. Añádale, para terminar, el dinero y las influencias de un par de oportunistas como Elon Musk y Jeff Bezos, que hacen pingües negocios con el gobierno norteño y que se han acercado a Trump con expectativas transaccionales, y tenemos que además de la Casa Blanca, el fanático movimiento “MAGA” se hizo también de la mayoría en el Senado y la Cámara Baja; lo que les garantiza, “de colada”, seguir con su dominio sobre una Corte Suprema de Justicia “ultra”. Y con recientes sentencias que le dan “carta blanca” a quien aspira a ser “dictador, el primer día”, las perspectivas no se ven halagüeñas para los amigos de la democracia y los equilibrios republicanos, ya de por sí desfavorecidos por un entramado institucional sesgado -en aras de preservar “la Unión”- a favor de los antiguos estados esclavistas…
Pero el mundo -ese peligroso lugar- no acabará mañana. No es sólo que un notorio mentiroso no es bueno para cumplir sus promesas. Es que no sólo es de “soplar y hacer botellas”. En el ancho panorama global, China observa expectante y nerviosa. Los países árabes de la esfera Suní se entusiasman (son cercanos a la familia Trump, con quienes tienen negocios). Netanyahu estará feliz, aunque la mitad de su población -como en los EEUU- no quiera seguir con el “rompe y rasga”, sino con un enfoque más moderado. Un enfrentamiento con Irán, consecuentemente, parece inevitable, durante la administración de quien se ha ufanado de que él, con su sola personalidad, “ha impedido guerras”. Putin, probablemente, “se echará otro vodka”, entre contento y expectante. Y los mercados financieros, incluyendo a las criptomonedas, ya han expresado su entusiasta optimismo, lo cual, es positivo. A Ucrania, sin embargo, le espera un frío invierno y un futuro incierto. Veremos si Trump de veras abandona, o nó, a la Europa que no quiere ser autocrática; si en aras de “probar su punto”, obliga a una rendición, aunque sea a cambio de una “paz” inaceptable -y por tanto insostenible- para la mayoría de los ucranianos. Los autócratas del mundo pronto probarán si Trump de veras se define por ellos o si trata de conservar las tradicionales alianzas establecidas por el Tío Sam a partir del fin de la Segunda Guerra Mundial, con actores como el Japón, Corea del Sur o la India…
Lo que probablemente sí hará el nuevo jefe máximo, es “cerrar la frontera” con México, forzando a los países de Mesoamérica a reprimir el fenómeno migratorio – ¿otra vez “tercer país seguro”? – o a sufrir de aranceles prohibitivos y cobro de impuestos a las remesas; con muro o sin muro. Ya sin esa “válvula de escape”, las tensiones sociales de una Guatemala que ha sido incapaz de darle acceso razonable a sus mayorías a Hospital, Escuela, techo y empleo digno, sólo podrán resolverse con un giro local en el rumbo del país. Así que, probablemente, los golpistas del régimen que aún conserva el control del Organismo Legislativo y del Judicial en Guatemala, no verán sus expectativas cumplirse. No pareciera que Trump se vaya a molestar tratando de “botar” al gobierno “comunista” de Arévalo; sino más bien tratará de que ya no “exportemos” nuestro desempleo al Norte. Así que el “lobby” que espera que la presión sobre los militares chapines cambie de signo, probablemente terminará conociendo otra cara de ese impredecible personaje, irremisiblemente transaccional.
Para referirse a la naturaleza, según él, muy peligrosa de sus enemigos, en las últimas semanas de su campaña Trump se refirió a los líderes del partido rival, como “el enemigo interno”. Paradójicamente, la mentalidad autoritaria y las tendencias autocráticas que él ahora personifica, son, desde un punto de vista histórico, el verdadero enemigo interno de la institucionalidad democrática de Occidente. En el siglo IV antes de Cristo, Atenas era el adalid de la democracia y su prosperidad, apertura al exterior y cultura marítima, le aseguraban predominio sobre su disciplinada, militarista y moralista rival, Esparta. No habría sido vencida si no es que, a su interior, un movimiento hostil a la democracia -cansado de los impuestos, la libertad de expresión y “las guerras interminables”- la hizo deliberadamente vulnerable a sus enemigos externos. Con esa quinta columna -incluyendo a Sócrates- minándola por dentro, la democracia, y el mundo civilizado de entonces, finalmente sucumbió. Grecia ya no fue lo que prometía ser, otros pueblos tomaron su lugar. “Qúo vadis, Occidente?”, sería hoy la pregunta. Y recordemos: “la Historia no siempre se repite, pero inevitablemente rima”…
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