En estos días y como todos los años, sentimos los efectos climáticos sobre la vulnerabilidad social y económica en que se asienta la sociedad, constatamos eso sí, cada vez más impasibilidad ante la tragedia humana, que adquiere anualmente mayores dimensiones. Vea usted, ahora que las lluvias han develado -otra vez- lo precario de la calidad constructiva de la infraestructura pública, debido a incapacidad manifiesta y mano larga de los amiguetes, nombrados por sucesivos gobiernos, para coordinar la estafa a través de mega obras o caminos menos rimbombantes, pero que igual dejan sobra. Vergonzoso, pero es así y nadie se inmuta, ahora mismo exfuncionarios de la construcción pública, aparecen en prensa opinando, inocentes, sobre cómo resolver la situación. Solo falta que se sugiera pedir consejo a Odebrecht.
Al cinismo creciente de exfuncionarios y empresarios de la construcción, habrá que agregar la galopante deshumanización que se vive en derredor de la tragedia. Las elites a través de sus vocerías y gremiales -tomo como base- comunicados recientes de exportadores, “agricultores”, industriales, financieros y sus círculos de influencia: todos en un solo calco alzan su voz, señalando los graves impactos, que la vulnerabilidad constructiva, tiene en la inversión y sus réditos, indican que se atrasarán los pedidos del exterior, pues sus camiones de carga pesada no pueden transitar, urgen al nuevo gobierno a actuar con celeridad, para evitar quedar mal con su clientela, pues eso redundará negativamente en la inversión, bajará nuestra calificación de riesgo país y ahuyentará la inversión. Argumentan que los productos agroindustriales se ven afectados por inundaciones o socavones, como en su momento fueron las sequias. Callan, y a eso voy, frente a la tragedia humana que el desborde de ríos por bordas mal hechas o aviesamente construidas para favorecer fundos azucareros o palmeros, causan a las comunidades, callan del efecto negativo que el desvío de los ríos tiene en posteriores inundaciones que anegan los sembradíos de maíz y otros alimentos y nada dicen sobre la histórica deforestación.
Pero sorprende y mucho, iluso que es uno, que en la “actual” crisis de la ruta a la costa sur, de todas las gremiales y sus vocerías, no sale mención alguna de las comunidades campesinas en el sector, que han perdido su cultivo de maíz, anegadas, que no pueden transportarse y la perdida de sus animales de corral. No se escucha a las gremiales, proponer y actuar para paliar aquella situación. A eso le llamo deshumanización, preocupa más el camión de carga y los dólares que aquel significa para el ingreso de determinadas familias, que los granos en la piel y otras enfermedades que la inundación genera en los niños, las enfermedades respiratorias, el acrecentamiento de la desnutrición, la falta de jornal de los padres o el atraso escolar que significa tener cerrada la escuela por más de un mes. No, sobre eso ninguno de los comunicados empresariales por la emergencia, hace hincapié, clama asistencia u ofrece prestar ayuda. Toda gira sobre intereses monetarios y de giro empresarial, el ser humano no forma parte de aquella ecuación. En contrario, nuestro llamado es a no olvidar al ser humano esa debe ser la divisa en estas crisis climáticas, que todos los pronósticos indican que crecerán en tamaño e impactos. Allí sí se debe expresar la alianza público social: prevención, asistencia y tránsito al desarrollo.
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