Reitero: la juventud es el motor en la lucha anticorrupción

Mariana Rohrmoser

diciembre 17, 2024 - Actualizado diciembre 16, 2024
Mariana Rohrmoser

En un país como Guatemala, donde los altos índices de corrupción han socavado la confianza en las instituciones públicas y han profundizado las desigualdades sociales, la juventud emerge como una fuerza indispensable para la transformación.

En lo personal estoy totalmente convencida que poco queda por hacer con otros grupos etarios en donde lograr resultados positivos para el país y su enorme problema respecto a la corrupción, es ya casi imposible.

Son los jóvenes, quienes, con su energía, creatividad e inconformismo, poseen el potencial para desafiar el status quo y promover cambios significativos para ganar esta guerra que se debe dar contra este flagelo.

Hay que dejar claro, que la corrupción, más que un delito, es un sistema de prácticas arraigadas que perpetúan la impunidad y frenan el desarrollo y esto impacta a todo nivel, siendo ésta no exclusiva del ámbito gubernamental, la cual se encuentra presente en todas partes, desde pequeñas tiendas de barrio, hasta grandes corporaciones privadas en donde la práctica para cerrar los negocios es a través de este fenómeno: la corrupción.

La pregunta es: ¿cómo romper con estas prácticas corruptas? Y ¿Qué participación tiene la juventud en ello?

Todo esto no es una labor fácil y mucho menos de una sola persona o de un pequeño grupo que ostenta la autoridad.

Esto es de todos los ciudadanos y sin falta, debe estar incluida la juventud que lleva en su genética, un cambio de visión y de conductas.

En lo personal, sólo veo y creo en esa juventud, que promete y puede lidiar con sus diferencias y verlas como oportunidades.

Los jóvenes guatemaltecos y la de todo el mundo, tendrán que implementar con mucha fuerza, sus visiones y conductas para lograr un mundo en donde los principios, derechos y valores imperen.

Históricamente, la juventud ha sido ese lado de la población, a la cual se le afecta por las consecuencias de la corrupción, como la falta de oportunidades educativas, laborales y de acceso a servicios básicos, por lo que entiende perfectamente y de manera directa, la urgencia de actuar.

El activismo juvenil ha demostrado ser una herramienta poderosa en la lucha anticorrupción. Ejemplo de ello son los movimientos sociales como las manifestaciones de 2015, que fueron en gran parte impulsadas por jóvenes organizados a través de redes sociales, demostrando cómo la tecnología puede ser una aliada estratégica. Además, este segmento de la población ha impulsado iniciativas ciudadanas que buscan transparencia, fiscalización y rendición de cuentas.

A través de redes digitales, campañas educativas y protestas pacíficas, los jóvenes han logrado visibilizar problemas que, durante años, fueron silenciados. Su involucramiento tiene un impacto directo en la agenda pública, ya que exige que los temas relacionados con la corrupción no sean relegados al olvido.

Aunque el activismo es fundamental, también es esencial que dicha juventud se involucre en espacios de toma de decisiones. Es imperativo romper con la apatía hacia la política tradicional, no sólo para denunciar, sino para ser actores clave en la construcción de un sistema más transparente. Guatemala necesita una generación de líderes que, desde su ética y valores, diseñen políticas públicas centradas en la honestidad, la equidad y el bien común.

El sistema político actual presenta múltiples obstáculos, lo que ocasiona que no sean escuchados, sin embargo, no debe subestimarse su capacidad para transformar esta realidad.

A través de su participación en partidos políticos, organizaciones civiles, proyectos comunitarios y espacios donde puedan desplegar su creatividad, los jóvenes tienen la oportunidad de aportar soluciones innovadoras y convertirse en un contrapeso crucial frente a los intereses corruptos que dominan el panorama nacional.

El desarrollo de una cultura anticorrupción debe comenzar desde la formación educativa.

Por ello, esta juventud tiene la oportunidad de sembrar y promover valores como la transparencia, la honestidad y la justicia en todos los ámbitos de la vida cotidiana. Este cambio cultural, aunque gradual, es vital para consolidar una sociedad que rechace la corrupción como norma.

En un país donde el futuro parece constantemente hipotecado por los vicios del pasado, esta juventud representa una esperanza inquebrantable.

Su participación en la lucha anticorrupción es un recordatorio respecto a ese cambio, que no sólo es posible, sino urgente.

Deberán integrarse en espacios de innovación y creación, donde puedan colaborar y potenciar sus capacidades, fortaleciendo su desarrollo personal y generando un impacto directo en su entorno.

La batalla contra la corrupción es ardua, pero con el impulso de los jóvenes, este país puede soñar con un horizonte distinto.

La historia de Guatemala no debe seguir siendo un testimonio de impunidad, debe convertirse en un relato de resistencia y victoria, liderado por quienes se atreven a imaginar un futuro diferente.

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