¿Cómo sabes si la Tierra no es el infierno de algún otro planeta?, preguntaba Aldous Huxley con una sonrisa. De igual manera, podríamos también preguntarnos en este fin de año: ¿Cómo sabemos si Guatemala no es el infierno de algún otro país? O bien: ¿Cómo sabes si todo el espanto que vivimos no es sino una broma gigantesca que nos pasa por inocentes? ¿O por demasiado listos? ¿O por demasiado tontos? ¿O por ignorantes? ¿O por muy creyentes?
No sabría responder a esas preguntas. Porque todas las especulaciones son posibles, todas las suposiciones, válidas. Hoy es un día especial en el que cualquier absurdo que se nos pase por la mente puede resultar cierto, incluso a nuestro pesar, y cuando menos lo esperábamos, descubrimos que el mundo está patas arriba, pero nosotros estamos ingenuamente convencidos de que siempre ha sido así, y que así ha de ser per secula seculorum.
El otro día vi en Youtube un video con un palestino bastante exitoso que va recorriendo países y habló de Corea del Norte, donde había estado cinco días, y contó que ese era el país más triste y encerrado del planeta. Mostró calles vacías, niños en las escuelas cantando ordenaditos, gente amable, pero seguramente -decía él- terriblemente infeliz, porque allí todos son pobres y no pueden viajar a otros países. Me recordó los comentarios que siempre escuché y escucho todavía sobre la Alemania Oriental de antes de la caída del Muro, en los que los visitantes de cinco días aseguraban que aquello era poco menos que el infierno.
Sin embargo, yo que viví allí seis años, puedo asegurar que en mi vida me he divertido tanto y jamás he experimentado con tanta profundidad cada minuto de mi existencia, pero para eso hay que conocer gente y lugares, convivir con ellos, participar de sus actividades y diversiones, y no mirar las cosas con nuestros anteojos de sabelotodo. Lo más importante que aprendí de esa experiencia es que hay un momento en que cada realidad, ya sea personal o social, por absurda o estúpida que parezca, cuando se vive desde el interior, puede parecer la cosa más normal del mundo.
Pensemos en la nuestra: estamos en el país más lindo, con el clima más agradable, con los paisajes más bellos, con la gente más amable y feliz, con el himno más hermoso del mundo. Aquí la economía es la más libre, nuestros políticos están entre los más honestos, el presidente es uno de los más inteligentes, el Congreso está ocupado por las personas más cultas y brillantes. Acá se desarrolla una lucha implacable contra la corrupción, se ha expulsado a organismos que contrariaban nuestra soberanía, todo ello iniciado y llevado a cabo por los ciudadanos más heroicos y valiosos de nuestra sociedad.
¿No es maravilloso? Por eso propongo que hoy, 28 de diciembre, sea oficialmente nombrado “Día de la Guatemaltequidad”, pues no veo otra fecha más adecuada que nos represente y que nos permita rendirnos honores y quemarnos cohetes a nosotros mismos. Y bueno, llegados a este punto del discurso oficial, les deseo felices fiestas de fin de año a todas, a todos y a todes, nos vemos en el 2,021.
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