Pudo haber sido una gran casualidad que la famosa canción de la banda de rock de los 80 Van Halen tuviera entre sus grandes éxitos una canción llamada Panamá, que se trató más de un carro que del país en sí, pero vaya si las cabezas voltearon al país. Panamá es un país único por su historia política, su ubicación geográfica, por su canal y por la prosperidad que ha tenido en el hemisferio occidental y que se aproxima a una encrucijada para redefinirse política, económica y culturalmente en los próximos años.
El pasado domingo 5, el país celebró elecciones presidenciales y tuvo como ganador a José Raúl Mulino quien en su momento iba a ser el compañero de fórmula del ex presidente Ricardo Martinelli hasta que este fue inhabilitado por haber sido condenado por lavado de dinero y encontrarse asilado en la embajada de Nicaragua en Panamá. No está de más decir que Mulino, su delfín, no fue quien logró la victoria sino Martinelli. Un fenómeno que conocemos mucho en la región. Sin embargo, a pesar de la influencia y el poderío económico de Martinelli, quien ya es fuerte inversor en muchos países centroamericanos incluida Guatemala (donde sus hijos estuvieron encarcelados pero ni lentos ni perezosos aprovecharon ese tiempo mejor que muchas personas cuando están en libertad), la victoria de Mulino no necesariamente significa que Martinelli será el poder tras el trono.
El presidente electo no lo puede indultar debido a la gravedad de los cargos que enfrenta y porque sería algo sumamente impopular de su parte. Tampoco puede garantizarle un regreso con garantías de su asilo en Nicaragua por las mismas razones por lo que muy probablemente tendrá un mandato con mayores libertades que las que muchos creen. Esto se refleja en dos puntos claves de su campaña: un retorno a la prosperidad económica y una promesa que Estados Unidos celebrará y es “el cierre” como él ha dicho de la Selva del Darién que en los últimos meses ha retomado notoriedad por ser el principal punto de paso de migrantes sudamericanos, entre quienes sobresalen ciudadanos venezolanos. Mulino tiene tanto un compromiso con los panameños como con los Estados Unidos.
Este elemento resulta importante también porque atiende una división histórica panameña donde sus líderes siempre fueron bolivaristas (porque Hugo Chávez arruinó el concepto bolivariano) que añoran la Gran Colombia y Sudamérica versus aquellos más pragmáticos que saben que su presente y futuro está en Centroamérica. Este debate de liderazgo político y posible reposicionamiento estratégico panameño es fundamental no solo para el país sino para Centroamérica y será fundamental en los próximos 10 años de acuerdo a los principales analistas políticos del hermano país centroamericano, que debe verse así, ya que sus intereses cada vez son más apreciados en el istmo que en Sudamérica y su integración política, económica y cultural debería ser total con Centroamérica.
Guatemala debe aprovechar esto y ser un socio clave de Panamá, aprovechar sus ventajas, aprender de sus experiencias y pensar estratégicamente. La consolidación de Centroamérica como un eje geopolítico neurálgico mundial debe contar con un liderazgo económico y comercial fuerte como el de Panamá y un liderazgo político sólido en Guatemala. El balón esta en nuestra cancha.
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