No tenemos pertenencias sino equipaje

“Somos una especie en viaje, no tenemos pertenencias, sino equipaje. Vamos con el polen en el viento, estamos vivos porque estamos en movimiento”. –Jorge Drexler, Movimiento

Marcos Melchor Palencia

septiembre 14, 2024 - Actualizado septiembre 13, 2024
Marcos Melchor Palencia

En las entrañas de esta esporádica región llamada “Centroamérica”, la migración ha sido una característica constante a lo largo de los últimos siglos desastrosos, reflejando tanto la aspiración de mejorar las condiciones de vida como la urgencia de huir de circunstancias anormales y políticamente desgraciadas. En los años recientes, la migración desde Nicaragua ha ganado un lugar destacado a nivel mundial, especialmente después de las severas y despiadadas acciones del régimen dictatorial Ortega-Murillo.

Por ejemplo, hace menos de una semana, se revocó la ciudadanía de 135 nicaragüenses, quienes hallaron asilo en Guatemala. Resolución orquestada gracias a la Corte Suprema de Justicia de Nicaragua y la Sala Penal Uno del Tribunal de Apelaciones de Managua, quienes argumentaron su decisión diciendo que: “por hechos delictivos que atentaron contra la soberanía, independencia y autodeterminación del pueblo nicaragüense, incitando y promoviendo la violencia, el odio, terrorismo y desestabilización económica, alterando la Paz, Seguridad y el Orden Constitucional”. Por Dios. Si ni siquiera existe la llamada “Paz” o cualquier “Orden Constitucional” en Nicaragua. Tal vez ni en algún lugar de este mundo.

Ortega, uno de los principales líderes de la Revolución Sandinista que puso fin a la dictadura de Somoza en 1979, ha mantenido el control del poder de manera ininterrumpida desde el año 2007 en el país centroamericano. Su administración ha enfrentado acusaciones de ejercer un gobierno autoritario, reprimir a la oposición y cometer violaciones de derechos humanos.

En 2018, una reforma al sistema de seguridad social desencadenó protestas masivas en todo el país; la reacción del gobierno fue extremadamente violenta, con denuncias de uso desproporcionado de la fuerza, detenciones arbitrarias y casos de tortura. Diversas organizaciones internacionales de derechos humanos, como lo son Amnistía Internacional y Human Rights Watch, han mostrado su preocupación con la suficiente evidencia de violaciones a los derechos humanos ocurridas durante este tiempo.

Según los últimos datos no actualizados de la ONU, para el 2020 había aproximadamente 718,154 nicaragüenses viviendo en el extranjero, lo que representa un 11.06% de la población total del país centroamericano. Encontrándose principalmente en Costa Rica: 48.85%, Estados Unidos: 35.51%, y España: 5.96%.

Además, la migración nicaragüense mostró un aumento en los últimos años (no tengo idea de que “últimos años” se refiera), con un incremento de 62,577 personas (9.55%) desde 2015. Dentro de esos datos se encuentran, el periodista Víctor Ticay, el sociólogo Freddy Quezada, el escritor Sergio Ramírez y la poeta Gioconda Belli. Todos ellos, despojados de su nacionalidad en los últimos dos años (Ramírez y Belli en 2023, Ticay, Quezada y 133 nicaragüenses más en septiembre de 2024).

A pesar de la adversidad y la represión, los nicaragüenses continuarán buscando un futuro mejor, demostrando una resiliencia admirable. La comunidad internacional se encuentra apoyando fuertemente a estos valientes, ahora “exiliados y desterrados”, ofreciendo asilo y denunciando las violaciones de derechos humanos cometidas por el régimen de Ortega-Murillo.

Solo a través de la solidaridad y el compromiso global podremos aspirar a un mundo donde la paz y la justicia prevalezcan, no solo en Nicaragua, sino en todas las regiones de América Latina y el mundo, afectadas por la tiranía y la opresión.

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