«Sé por experiencia que, en la vida, sólo en contadísimas ocasiones encontramos a alguien a quien podamos transmitir nuestro estado de ánimo con exactitud, alguien con quien podamos comunicarnos a la perfección. Es casi un milagro, o una suerte inesperada, hallar a esa persona. Seguro que muchos mueren sin haberla encontrado jamás. Y, probablemente, no tenga relación alguna con lo que se suele entender por amor. Yo diría que se trata, más bien, de un estado de entendimiento mutuo cercano a la empatía.” Haruki Murakami «Sauce ciego, mujer dormida«.
Y es que el amor entre una pareja a veces emerge a pesar de la distancia y sin verse durante mucho tiempo. Así lo presenta Murakami en esta novela de intrigas 1Q84, del género negro y policiaco que trasccurre en una dimensión paralela en Tokio, y la trama dura un lapso de tres meses. Nada qué ver con la novela 1984 de George Orwell y el Gran Hermano. El poder oscuro de una secta invade la soledad de muchos jóvenes… “ En cuanto a los personajes de 1Q84, prácticamente sobre todos ellos gravitan además los problemas de la soledad extrema, el fanatismo religioso, la desestructuración familiar y la violencia machista, crisis identitaria; es este cóctel cáustico el que sustituye a la opresión industrial de 1984…”, dice Javier Herrera en el análisis de la novela.
La enamorada, Aomame, es una joven asesina, de la que se sospecha que ha matado al líder de una secta religiosa y huye porque sabe que sus asistentes van a asesinarla. Para evitar el escándalo de esa muerte los asistentes del difunto se abstienen de llamar a la policía para mantener en secreto la muerte de su líder. Ella busca a su enamorado que se llama Tengo, un joven atlético y alto profesor de literatura y que ha escrito la novela La crisálida del aire, un éxito de la editorial donde trabaja, que, pese a que no se han visto en años, los dos han tejido una relación imaginaria de amor desde que eran niños en una escuela, y las feromonas de atracción entre ambos no se han evaporado y se mantienen en sus mentes de forma intemporal. Una rica viuda que ayuda a las mujeres golpeadas por la violencia hogareña le da refugio a Aomame, no en su mansión, sino en un edificio de apartamentos. Y allí se va sin salir en espera a que llegue Tengo al parquecito de enfrente donde hay un saltarín donde ambos jugaban en su infancia. Pasaría esos meses en espera de verlo. Pero sucede que tengo se ha marchado a un pueblo cercano, el “pueblo de los gatos”, donde su padre está en coma desde hacía meses, para estar cerca de él sin una razón válida, porque su padre le hizo pasar una mala infancia. Pero allí pasa dos meses y se hace amigo de varias enfermeras que tratan de conquistarlo, pero él sigue apegado a la idea de Onamae, sin saber que era profesora de deportes y masajista.
En Japón, donde viví cuatro años, visité algunas sectas ajenas al budismo y shintoismo, que acogen a muchos que se consideran desplazados por la sociedad y sirven como espacios comunitarios (como los curas o los pastores de las iglesias evangélicas) en sus templos, siguiendo a un líder, al que veneran. En este caso el líder de la novela era el que “escucha la voz” y, sin su líder, los asistentes están muy desconcertados porque de una u otra forma tienen que encontrar un sustituto, que puede ser la hija del líder, Fukeraki, que tuvo relaciones sexuales con Tengo antes que este se fuera a ver a su padre moribundo , pero que por una secuencia misteriosa de unos seres diminutos, los “little people”, propios de esa rara dimensión, ellos se encargan que Anomame sea la que reciba el fruto de esa relación y queda preñada, sin que ella hubiere visto a Tengo. Y, sin embargo, en su soledad encerrada en ese apartamento, Aomame sabe que ha quedado “esperando” y que Tengo es el padre de su “semilla”. Cuando muere el padre de Tengo y vuelve a Tokio sin saber que Aomame vive cerca de su apartamento que compartió con Fukeraki, con la que tuvo una relación sexual y no de amor una vez y que fue cuando sucedió el misterio del embarazo, no de ella, sino de Aomame. Entretanto, el detective oscuro Uchikawa contratado por los asistentes del líder muerto de la secta, fue descubierto por Tamaru, el asistente de la viuda que cuida a Aomame, y lo estrangula con sus propias manos. Aomame de pronto mira a Tengo en el parque sobre “saltarín” que compartían de niños y se acuesta a mirar las dos lunas. Ella sale corriendo en su búsqueda hasta que lo encuentra. La empatía y sinergía entre ambos es total pues las feromonas de atracción son recíprocas sin haberse visto en años: se aman y deciden huir para salvar “la semilla” que ella lleva en su vientre y él le cree y le dice a Tengo que el bebé que espera es suyo. Él confía en ella y le dice que deben salvarlo de quienes quieren secuestrarla y, como pueden, superando mil dificultades, llegan a una vieja fábrica oxidada y entre viejas máquina bajan escaleras metálicas y salen a una autopista donde encuentra la libertad en aquel lado de Tokio y penetran en la dimensión de 1984, donde no existe aquella secta ni las dos lunas. Ambos sellan su destino en esa nueva vida que van a comenzar juntos, a cuidar de la “semilla” y su gestación.
La novela es una metáfora sobre una realidad que puede asfixiar y de la cual hay que buscar una salida a otra realidad para experimentar una nueva vida, muy diferente a la novela distópica 1984 de George Orwell que narra la manipulación de los miembros de una sociedad por el Gran Hermano, que es un Estado totalitario que todo lo sabe y manipula a los ciudadanos a través de sus mecanismos de control que ahora los tienen los gigantes tecnológicos, y de los cuales hay una salida, huir de los controladores, para gozar de una libertad en otra dimensión.
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