Más desmadres

Raúl de la Horra

diciembre 7, 2024 - Actualizado diciembre 6, 2024
Raúl de la Horra

Entramos en la recta final de un año denso en acontecimientos cada vez más desbordados y desencajados tanto en el plano local guatemalteco, como en el internacional. ¿Por qué un psicólogo insiste tanto en exponer y analizar lo que pasa en la Cochinchina (por decirlo así), si su actividad debería restringirse en ayudar a las personas a resolver problemas inmediatos de tipo personal, cosa que ya es complicada, de suerte que por qué o para qué esa manía de estar abordando asuntos situados a mil leguas de nuestra nariz?

La pregunta es legítima, pero no está de más recordar que todo problema considerado personal es, en esencia, interpersonal, vinculado a la historia familiar y al desarrollo en una sociedad concreta, y este desarrollo tiene determinantes que se gestan en las condiciones ordenadas por la cultura, la moral, la política, la economía, las tecnologías, las leyes y los conflictos que constituyen una especie de inmenso útero u hormiguero dentro del cual deambulamos creyéndonos muy chispudos, libres y autónomos, cuando en rigor, nuestra inflada individualidad es tan poderosa como la de una hormiga carente de hormiguero. Todo está conectado, y como dice el dicho, el aleteo de una mariposa en el Brasil puede poner en movimiento pequeñas corrientes de aire que, sumadas unas con otras, llegan a desencadenar un huracán en el Golfo de México.

En mi caso personal, durante más de veinte años he orientado la pluma a escribir en elPeriódico y en diversas revistas un buen número de autopsias psico-culturales de la sociedad guatemalteca, actividad que se ha visto medrada cuando, por razones de salud, me vi hace tres años en la necesidad de emigrar a España, desde donde observo actualmente con más claridad lo que sucede en Europa y en el mundo, sin las distracciones y sin la modorra que produce el agradable clima del trópico. El ángulo de visión desde aquí es como más amplio, pero por la misma razón, se observan y se sienten los problemas macroestructurales del hormiguero global con más agudeza, al menos para los que tenemos la curiosidad y la apertura.

Los desmadres vistos desde aquí constituyen mutaciones históricas variadas y muy jodidas (perdonen la expresión), ya que como expresé en un artículo anterior, van desde el auge del fascismo en España y en Europa, al debilitamiento lento pero seguro del imperio estadounidense gracias a la crisis del capitalismo global que tiende a convertirse en un neofeudalismo post-capitalista, posicionando cada vez con mayor fuerza a Rusia y a China como polos alternativos de poder, encabezando así el surgimiento de países no-alineados respecto al dólar bajo el anagrama de los BRICS, mientras se instalan conflictos bélicos cada vez más agresivos, como el de la OTAN contra Rusia, y el de Israel contra el pueblo palestino, llegando a vislumbrarse la terrible posibilidad de una conflagración nuclear, lo que conduciría a la desaparición de la humanidad como especie. ¡Vaya, vaya la papaya!, exclamábamos de chicos en Guatemala a modo de advertencia cuando las cosas se ponían color de hormiga, como lo están ahora.

De pronto, se tiene la impresión de que el mundo se volvió loco y que la avaricia, la miopía y la arrogancia son las coordenadas que guían a los países llamados “occidentales” (que no sobrepasan una treintena entre los 190 países que hay en el planeta), siendo los más industrializados y los que acumulan los volúmenes financieros más desvergonzados del orbe, aunque los beneficios de dichas riquezas quedan siempre en manos de una desvergonzada minoría. Mientras tanto, los países llamados del tercer mundo siguen acumulando niveles de desigualdad y de crecimiento demográfico tales, que millones de sus habitantes intentan migrar cada vez con más urgencia hacia los centros de poder como los Estados Unidos y Europa. Todo esto, aunque no aparezca en una primera mirada condicionando nuestras vidas y nuestro destino, tiene sin embargo repercusiones en el plano individual psicológico, al punto que, en países como España, por ejemplo, el suicidio es la primera causa de mortandad entre los jóvenes debido a la dificultad o a la imposibilidad de emanciparse de sus padres a causa de los precios del alquiler de la vivienda y a la imposibilidad de encontrar un trabajo digno, a pesar de haber hecho estudios.

Y ello, porque el sueño de una Europa de progreso y de paz está viviendo su ocaso. Es el resultado de haber globalizado una comunidad de países con el premio de libre circulación de mercancías, pero con una circulación limitada de derechos para los ciudadanos, a pesar de los avances en ciertas áreas como el derecho al aborto, el matrimonio LGTBI,  la protección contra la violencia de género, etcétera (derechos que suelen llamarse de la agenda “woke” o pseudo izquierdosa), pero donde el derecho a salarios mínimos adecuados, a una mejor educación, a un recibimiento digno de los migrantes en proveniencia de África resulta cada día más problemático. Es algo que recuerda el sueño americano que millones de latinoamericanos persiguen todavía hoy migrando hacia los Estados Unidos, a pesar de las restricciones que ese país “democrático” impone a los extranjeros.

Hay una famosa frase de Churchill que dice que la democracia en el capitalismo tiene cosas imperfectas, pero que es el sistema menos malo que hay. Sin embargo, si observamos sobre todo el desenvolvimiento del Reino Unido y de los Estados Unidos en el siglo XX y en lo que va del siglo XXI, podemos deducir que sus alardes como países coloniales, especialistas en la trampa, en la mentira y en la violencia contra otros países, casi no han tenido parangón en diversos momentos de la historia contemporánea, como lo atestan sus acciones en Afganistán, Iraq y Libia, entre otros, por ser los más grotescos y recientes.

Actualmente, ambas potencias atizan el fuego para ensartarle a Rusia un cinturón de proyectiles atómicos en sus fronteras, han roto unilateralmente los acuerdos bilaterales con Rusia sobre el control de armas nucleares, organizaron en 2014 un golpe de Estado en Ucrania, intentan realizar otro similar ahora en Georgia, pretenden defenestrar a Bashar al-Asad en Siria, y apoyan a Israel en su genocidio impune contra el pueblo palestino. ¿Es este el tipo de democracia más respetable que hay en el planeta y que pretenden imponernos?

¡Cómo se nota que Churchill, a pesar de ser un tipo inteligente y con cierto sentido del humor, era un alcohólico delirante! Hoy, el adalid de la democracia, la justicia y las libertades en el mundo, el Presidente Biden, ha indultado arbitrariamente a su hijo de 54 años por varios delitos serios por los cuales cualquiera de nosotros tendría que pasarse en prisión el resto de sus días. Exactamente como su sucesor, el recauchado Presidente Trump, que habrá conseguido lo mismo consigo mismo para no tener que responder ante la justicia por sus crímenes cometidos. ¡Vaya ejemplo de justicia le dan al mundo, vaya ejemplo de presidentes respetuosos de la democracia! Definitivamente, el pueblo de Estados Unidos no se merece haber tenido presidentes tan pura mierda como los que lo han gobernado ese país en los últimos treinta años, pero bueno, los mismos ciudadanos aseguran que es el mejor sistema posible.

Una última reflexión sobre el llamado “cuarto poder” (después del Ejecutivo, el Legislativo y el Judicial) constituido por el periodismo y los medios de comunicación. Es, en el fondo, el poder más importante de todos, porque es el que más influencia ejerce en la vida social al ser el constructor de la opinión pública, es decir, de los mapas o representaciones que los ciudadanos van a adoptar como realidades o como versiones palpables e indudables.

 Actualmente, en nuestros países “democráticos”, conocemos los “hechos” desde el punto de vista “occidental” (punto de vista gringo y europillo), pero nunca desde el punto de vista “no-occidental”, es decir, ruso, chino, ni tampoco indio, ni el de la oposición ucraniana (hoy neutralizada en el cementerio, en prisión y en el exilio). Buena parte de este “cuarto poder”, en los países llamados democráticos, está hecho de desinformación, de noticias falsas y de una artificial polarización de opiniones entre “buenos” y “malos”, según los intereses políticos y económicos, y según la visión “ética” de los empresarios dueños de esos medios. Medios que suelen inculcarnos qué es lo que debemos pensar y creer, pero no nos enseñan a contrastar hechos y opiniones, no nos enseñan a razonar y a ser críticos con serenidad y sin sacar espuma por la boca. Y es que aprender a razonar y, consecuentemente, a ser críticos, es el antídoto más grande que hay contra la impostura, contra la mentira, contra la publicidad, contra la dictadura del pensamiento único y contra la estupidización, que es el estado natural que reina en nuestras sociedades cuando la gracia del espíritu santo se posa sobre nuestras cabezas.

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