«Más de cien pupilas donde vernos vivos, más de cien mentiras que valen la pena», canta un español de apellido Sabina, pero no canta que más de cien días han pasado desde que asumió el señor presidente, y lo único que hemos visto es caos en el ejecutivo, diputados brillando por su ausencia y lágrimas de tristeza rodando por las mejillas de sus enemigos. Nos quedamos sin dos ministras a menos de un año, la primera, por satisfacer las necesidades capitalistas de su hija, y la segunda, usted mismo la mandó a volar, sabrá usted el porqué.
Además, cuídese bien señor presidente, no conozco a sus asesores diplomáticos, pero su magnífica decisión de votar a favor de la integración plena de Palestina en la ONU, no la tomamos bien. Y a todas esas personas que lloran, gritan y se muerden los labios al ver esa noticia, les comparto lo siguiente: Guatemala reconoció a Palestina como Estado libre y soberano por allá del 2013. ¿Pero entonces?, ¿por qué el escándalo? Desde 1947, Guatemala ha sostenido una postura constante en la búsqueda de una solución pacífica al conflicto entre Israel y Palestina. Este compromiso se ha evidenciado nuevamente en el ámbito internacional, donde Guatemala, junto con otros 142 países, votó a favor de la resolución que permite a Palestina ocupar un asiento en la Asamblea General y participar más activamente en las conferencias de Naciones Unidas.
La comunidad Judía en el país, fue una de las primeras organizaciones en pronunciarse ante esta votación inesperada, estos argumentaban que a diferencia de la mayoría de países árabes, siempre han apoyado la solución de dos estados, pero son ellos quienes no aceptan el derecho de Israel de existir. Guatemala ha mantenido una relación muy cercana y fantástica con el estado Israelí, motivo por el cual no había manifestado, diplomáticamente, su intención de establecer relaciones diplomáticas formales, ni de reconocer al Estado Palestino como legítimo. No obstante, a finales del 2013, Guatemala y el entonces canciller, optaron por reconocer al Estado Palestino, lo que generó una reacción de desaprobación por parte de Israel. Esta decisión fue impulsada por el excanciller Fernando Carrera, quien justificó el reconocimiento argumentando que las iniciativas internacionales de diálogo y paz estaban orientadas a alcanzar una resolución pacífica del conflicto entre palestinos e israelíes. Lo cuál, al día de hoy, no es así.
En última instancia, la postura de Guatemala refleja nada más que una verdad contada a medias: en un mundo interconectado, las acciones de un pequeño estado pueden resonar con fuerza en la arena internacional. Con su voto, el país no solo ha defendido sus principios, sino que también ha demostrado que la solidaridad y la compasión pueden ser la brújula que guíe a las naciones hacia un futuro más pacífico y justo. La situación en el Medio Oriente es un gran mosaico lleno de tensiones y aspiraciones, y Guatemala ha elegido un camino que busca equilibrar su legado histórico con su deseo de contribuir a una paz duradera, o al menos, finge ser parte de ese equilibrio.
Y a nadie le di permiso para matar en mi nombre. Un hombre no es más que un hombre, y si hay Dios, así lo quiso. El mismo suelo que piso, seguirá, yo me habré ido. Rumbo también del olvido, no hay doctrina que no vaya. Y no hay pueblo que no se haya creído el pueblo elegido.
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