Inmediatamente después del triunfo de Donald Trump en las recientes elecciones presidenciales norteamericanas, en al menos siete estados norteamericanos, muchos estudiantes universitarios incluyendo algunos de secundaria, recibieron mensajes personalizados que los alertaban del regreso de la esclavitud y de la discriminación contra las mujeres. Vale recalcar que estos mensajes fueron recibidos por estudiantes negros y mujeres. Muchos sospecharon que estos mensajes habían sido enviados por grupos supremacistas vinculados al movimiento MAGA.
Apenas puede dudarse que las plataformas sociales se hayan convertido en un instrumento de desinformación, control y vigilancia cada día más usadas por los sectores que pueden costear la respectiva tecnología. Hay que arrancarse la imagen positiva de estos medios que se dio a principios de la segunda década de este siglo, especialmente a partir de los movimientos sociales de democratización en el mundo árabe. Incluso, entonces, la tecnología ya permitía localizar a los que protestaban en contra de los gobiernos. La tecnología actual es un instrumento de alienación política y este dato debe ser asumido por los sectores que deben superar el atomismo digital para crear movimientos sociales capaces de enfrentar la oleada autoritaria que amenaza con convertirse en un devastador maremoto.
Lamentablemente, el estrechamiento mental que se difunde por las redes ha sido aprovechada por los grupos radicalizados de derecha. La tecnología digital cataliza tendencias autoritarias que se adhieren a individuos que experimentan un socavamiento de sus capacidades críticas. Basta ver cualquier ejemplar ultraderechista para saber de qué hablo. En este sentido, la misma alianza de Donald Trump con el desequilibrado Elon Musk hace conjeturar un empeoramiento de la situación. Nadie ignora el papel de X en esta crisis política de alcance global ni tampoco la influencia que jugó el billonario sudafricano en el triunfo de Trump, incluso con su patética y denigrante lotería.
Existe mucha especulación respecto a la medida en que Trump cumpliría sus “propuestas” de campaña. Su retorno al poder presidencial está recargado por el odio acumulado durante cuatro años. Ganar a pesar de ser convicto, muestran los extremos a los que pueden llegar sus partidarios. Alguna vez el ex presiente Barak Obama dijo que alguna vez se podía concebir una victoria de Trump; pero un segundo término al frente, ya era una cosa totalmente diferente. Y el creciente totalitarismo digital puede ser nuevo instrumento en este sentido. Recuérdese como los nazis se aprovecharon de la tecnología de su tiempo para convertir a una sociedad famosa por sus logros culturales en una colectividad irracional.
Cada vez se hace más patente que uno de los fenómenos que han terminado por afectar a los demócratas es su incapacidad de recoger las preocupaciones de los sectores más vulnerables, los cuales fueron manipulados por los mensajes facilones de la derecha radical. Sin duda, esto hizo que negros y latinos, mayoritariamente hombres, sin que faltaran mujeres, decidieran votar por Trump. En una contribución a The Atlantic, Xochitl González subraya que el 46 por ciento de los latinos votaron por Trump; entre los hombres, este apoyo alcanzó el 5 por ciento. A pesar de las explicaciones de la autora, algunas de ellas relativas a la dudosa mejora económica que puede traer Trump para migrantes que buscan el sueño americano, hicieron caso omiso de los hirientes insultos que han hecho los republicanos. Es de dudar que un mensaje basado en el odio y la desinformación pueda traer la prosperidad que significa el trago amargo de verse humillado en la integridad.
Esto ha aumentado la ya preocupante polarización, otro efecto de las redes sociales. De hecho, existen ciertas tendencias, que podrían crecer, de grupos de mujeres molestas con sus contrapartes masculinos por su apoyo al magnate neoyorkino.
La lucha, la resistencia, la esperanza no ha muerto, sin embargo. Una promesa de campaña no siempre se traduce en una política efectiva. Por ejemplo, una masiva deportación haría más difícil cumplir con la promesa de abatir la inflación que ha sido una de los motivos de descontento de la población norteamericana. Además, no debe descartarse sin más la molestia social que causan las radicales agendas de Trump; cabe preguntarse si la implementación de sus cambios será un proceso sin incidentes. Ante la radicalidad de la ultraderecha puede esperarse un despertar de los movimientos sociales. Estos, sin embargo, deben hacer un uso inteligente de las redes sociales, pero ante todo deben hacerse sentir en los espacios de contacto concreto entre los miembros de la sociedad
Más cercano a nosotros se encuentra el pacto de corruptos que querrá capitalizar la victoria de su supuesto defensor. Aun así, la situación no será fácil para los planes del actual gobierno, que no supo aprovechar con mayor decisión la presencia de Biden en el poder. Pero, igualmente, cabe preguntarse qué más degradación se puede tragar un pueblo que presencia cómo el país se vuelve invivible con el paso del tiempo. Ojalá que nuestro pueblo no olvide que el sistema de corrupción es responsable por esta situación. Y esperamos que el descontento no solo se manifieste en la lucha insuficiente de las redes sociales.
Un tiempo de lucha se avizora en el futuro. Dependerá de nosotros si permanecemos impávidos frente a una situación que merece actuar con verdadero compromiso para poder bregar en el más inhóspito de los mundos. El futuro, sin embargo, requiere que nos hagamos presentes de carne y hueso, no solo en nuestros seres digitales.
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