Se nos están pasando de volada los meses. Maduro, en Venezuela, anticipa las celebraciones y algarabía navideña, y la empieza a celebrar el mes que viene. Asombroso pero creíble. Sinceramente, no tengo idea de qué tipo de calendario usan por allá. Algo similar pasa por estos rumbos. Aquí aún no estamos en febrero, mes del amor y de no sé qué más, pero para el director de la Comisión Presidencial por la Paz y los Derechos Humanos (Copadeh), siempre parece ser oportuno demostrarlo.
La reciente controversia amorosa en torno a Oswaldo Samayoa en los pasillos de la Comisión ha puesto en el centro del huracán, la ética en el servicio público en Guatemala y su supuesta primavera prometida. El dilema principal se encuentra en el evidente conflicto de intereses que se genera al contratar a una aparente pareja sentimental para un cargo de alta responsabilidad dentro de la misma institución pública. A pesar de que el mismo Samayoa ha explicado que la incorporación de Escobar Díaz fue consecuencia del fallecimiento de la anterior directora, la percepción pública sugiere que esta decisión no se manejó de manera ética ni transparente. Aclaro, no critico la formación académica de ninguna persona contratada dentro o fuera de la institución. Si ese no es ni siquiera mi trabajo. Él la entrevistó y por algo se quedó ahí.
Y ahora, ¿cuál fue la respuesta del ejecutivo? El presidente Arévalo ordenó a la Comisión Nacional contra la Corrupción (CNC), dirigida por Julio Enrique Flores, investigar el hecho en un plazo de 48 horas y entregar un informe con respecto al caso. Luego de esas eternas horas de espera, el miércoles 4, por fin se anunció su remoción al cargo de director. Eso sí, su renuncia se hará efectiva a partir del 13 de septiembre. El amor pudo más. En todo sentido, se hace un leve intento para así demostrar un compromiso con la transparencia y la responsabilidad profesional, pero también subraya la urgencia de implementar mecanismos más sólidos para evitar que situaciones similares ocurran en el gobierno. Pero, ¿se pondrán en práctica? Probablemente no.
Como consejo de un no político sin ningún tipo de experiencia: la ética en el servicio público va más allá de cumplir con la ley; se trata de preservar la confianza de la ciudadanía. Al menos eso creo. Los servidores públicos deben ser un ejemplo de integridad y transparencia. En el caso de la relación amorosa entre Samayoa y Escobar, aunque sea de índole personal y nada de mi incumbencia, influye en la percepción de imparcialidad y profesionalismo de la misma institución. Y, ¿por qué no?, del gobierno en sí.
Sin la intención de verlo en plan embarazoso e incómodo, debería funcionar como una alerta para fortalecer las políticas de ética y manejo de conflictos de interés en todas las entidades públicas. Desde la misma Copadeh, hasta el último viceministerio habido y por haber. La transparencia y la responsabilidad son pilares esenciales para construir una sociedad más justa y equitativa. Todo director, o funcionario, debe tener presente que sus acciones, tanto amorosas como profesionales, tienen un impacto en la confianza pública y en la efectividad de las instituciones que representan.
Antes de que se enfurezca, señor Samayoa, recuerde que es funcionario público. Por favor, no se ponga en plan melancólico. No se ponga triste. Sé que estará algo así:
I give up, give up, I give up everything
I placed my bets and it’s not worth anything
I give up, give up, but I keep comin’ back for more
Pero no vale la pena.
Así que, ¡que siga triunfando el amor!
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