La Universidad San Carlos de Guatemala (Usac), la única universidad pública del país, sufre la usurpación de su rectoría por parte de Walter Ramiro Mazariegos Biolis, un individuo con un historial de actos ilícitos que lo ha llevado a ser persona non grata en Estados Unidos. La triste realidad es que los guatemaltecos hemos normalizado esta situación, aceptando que personas no calificadas ocupen puestos clave en nuestras instituciones.
La vinculación de Mazariegos con la delincuencia organizada, un hecho que comparten muchos otros funcionarios públicos, es un secreto a voces. Sin embargo, la sociedad ha sido silenciada. La Usac símbolo de la búsqueda de la verdad y la justicia, ha caído bajo el dominio de intereses oscuros. La rectoría de Mazariegos ha demostrado que la máxima casa de estudios del país, destacada por su eslogan; “Id y enseñad a todos”, se ha convertido en una mera frase vacía de contenido.
Los resultados de la gestión del señor Mazariegos al frente de la Usac son evidentes. La universidad ha perdido su prestigio como la mejor del país y ya no se le confían responsabilidades importantes. Un hecho sin precedentes es la exclusión de la Usac para presidir las comisiones de postulación para magistrados de la Corte Suprema de Justicia y Salas de Apelación. Esta institución, que debería ser un pilar para el pueblo, parece haberse convertido en un espacio donde la corrupción encuentra terreno fértil.
De manera arbitraria, Mazariegos ha emprendido una campaña de persecución contra la comunidad universitaria, en complicidad con el Ministerio Público. Estudiantes, docentes y personal administrativo son víctimas de sanciones y procesos penales por el simple hecho de disentir. Esta situación, que vulnera los derechos de todos, no puede ser ignorada.
La intimidación sufrida por la vicepresidenta Karin Herrera el pasado viernes 26 de julio es solo un ejemplo más de la ola de violencia que azota nuestra universidad. Estos actos, perpetrados por grupos encapuchados y aparentemente alentados por Mazariegos, se suman a los numerosos incidentes violentos registrados en diferentes centros universitarios. Es evidente que se está gestando una situación de inseguridad y descontrol que exige una intervención urgente.
La Usac sigue siendo víctima de una usurpación que pone en riesgo la calidad de la educación superior en nuestro país. Es imperativo unir fuerzas y exigir a las autoridades competentes que intervengan para recuperar nuestra casa de estudios. De lo contrario, las futuras generaciones se verán privadas de la oportunidad de desarrollar un pensamiento crítico, esencial para el progreso de Guatemala. Es momento de defender la autonomía universitaria y exigir el restablecimiento del orden democrático en nuestra alma máter.
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