El escritor ruso Mijaíl Bulgákov (Kiev 1891- Moscú 1940) es ejemplo de lo que significa la ingratitud de un pueblo con su propio genio, porque su vida breve fue un martirio, y su obra maestra El Maestro y Margarita no se publicó, sino censurada, y hasta 26 años después de su muerte, y la versión completa apareció siete años más tarde. Trabajó en la novela desde 1928 hasta su deceso, escribió seis versiones y hay quienes piensan que no pudo revisar la última parte.
Su vida en la Unión Soviética estuvo marcada por la Revolución, sus estudios de medicina, su lucha en el frente donde fue herido, y cuando optó por la literatura no tardó en ser rechazado por la censura soviética, por el pensamiento en el cual creyó, porque fue prohibida la publicación de sus obras. Escribió en silencio, y el reconocimiento llegó tarde, cuando sus cenizas ya se habían enfriado. Nunca imaginó la notoriedad a partir de los años setenta, cuando cientos de miles de ejemplares volaron en los idiomas principales que se regaron por todo el mundo.
Siendo ya internacionalmente popular, se construyó en su ciudad natal, Kiev, la casa museo y se erigió un monumento en bronce para que las nuevas generaciones sintieran el orgullo por quien dejó escrita una obra inmortal. Pero los años volvieron a dar una voltereta, y lo que nadie se esperaba, la guerra entre Ucrania y Rusia provocó gradualmente un cambio en las actitudes hacia el glorioso autor, y las manchas de pintura roja empezaron a manchar el rostro de quien cometió el delito de escribir en idioma ruso, tal y como Kafka escribió en alemán o Joyce en inglés. No haber elegido el ucraniano lo persigue en la actualidad.
Debido a la Perestroika, los países que formaron el bloque soviético se fragmentaron y en el 2014 se agudizó la aversión a todo lo que suena a ruso, así que las autoridades se han propuesto hacer desaparecer la memoria de quien fue un autor de culto, encendidos por expresiones en su novela La guardia blanca, donde un ruso asesinó y despreció a un ucraniano.
El gobierno en guerra del presidente Volodímer Zelensky prohibió como Stalin la libre expresión y reconocimiento, y mandó prohibir los objetos que lo recuerdan, su nombre en calles o el monumento levantado en honor al escritor ruso nacido en Kiev. Ahora el museo tiene que cambiar de nombre, y será dedicado a un escultor local, y ya se habla de retirar la escultura de bronce manchada de rojo. También fue retirada de la universidad una placa que conmemoraba su existencia.
En Kiev se ha vuelto a invisibilizar a Bulgákov. El genial escritor fue un muerto viviente, a quien condenaron al olvido y lo salvó su obra inédita, pero el tiempo lo ha vuelto a lastimar por una guerra, y se le está matando por segunda vez.
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