Las redes sociales se han convertido en algo tan real que los usuarios llegamos a creer que lo que leemos es indubitablemente verdadero, como con el whatsapp, donde si alguien se comunica uno está convencido de que trata con la persona real, pero no siempre es así.    Otra identidad puede tomar su lugar y afectarnos.

Los delincuentes de la tecnología actual se la arreglan para intervenir cuentas digitales, se apropian y navegan buscando entre los contactos de la víctima a quien cae entre muchos, engañando, robando, solicitando transferencias a una cuenta de otro banco, que antes de quince minutos ya trasladaron a un tercero aprovechándose de la lentitud del sistema para reaccionar.   En el curso del proceso vuelven efectivo lo robado y desaparecen, dejando una estela de gente burlada y utilizada.    

No se puede confiar en las identidades que por años fueron confiables, en las que aprendimos a creer a fuerza de costumbre.   Porque una dirección digital se hizo ante nosotros equivalente a estar frente al individuo mismo.  Una persona hoy podría ser un holograma, y una confesión o acusación, una ficción.

No deja mucho espacio a la literatura para asombrar, porque el avance de la tecnología vuelve todo frágil y siniestro.

Los humanos aprendemios a punta de golpes, porque nuestra naturaleza de fieras amaestradas se opone al retorno al estado primigenio.

La inteligencia artificial multiplica la posibilidad del engaño, y cuando el sistema aprenda a mentir, vendrá la oscuridad.

Imaginemos lo que sucederá en el futuro inmediato cuando a partir de una fotografía o video se construya mensajes de personas haciendo acusaciones perversas, partiendo de la enseñanza nazi de que una mentira repetida mil veces se convierte en verdad.

El año pasado, durante las elecciones, vimos miles de materiales destructivos, perversos, falsos, calumniosos, anónimos que se viralizaron.   Ahora se podrá presentar a personas aparentemente reales, con su rostro y su voz, haciendo confesiones o pronunciando chismes inventados, y los mejor logrados, los más creíbles, confundirán a la población.

¿Dónde queda la Democracia en una cultura sin credibilidad?

El año pasado hubo una carnicería cruel en la política a partir de señalamientos y ataques.   Los únicos mensajes que se propagan orgánicamente son los inventados, por lo que tienen de ficción morbosa.   Así que estamos pisando terreno movedizo, y aún no sabemos dónde está lo real.