Jorge Solares, es decir, coherencia

Edgar Gutierrez

octubre 7, 2024 - Actualizado octubre 6, 2024
Edgar Gutierrez

Conocí a Jorge Solares al regresar de mis estudios (y primer exilio) en México en 1987. Trabajamos en la revista Inforpress Centroamericana, donde comenzamos a rumiar, liderados por Myrna Mack, un proyecto novedoso de investigación social que bautizamos como Asociación para el Avance de las Ciencias Sociales.

Jorge –“el doctor Solares”, como le decía Myrna—era un personaje entrañable, cordial, culto y de conversación amena. Jorge y Myrna habían estudiado una maestría en la Universidad de Durham en Inglaterra y regresaron a Guatemala a inicios de la década de 1980. Mientras reconocían el terreno de las instituciones académicas en aquella convulsionada época, ambos trabajaron periodismo de investigación en la revista, con la mirada siempre puesta en la recuperación del trabajo científico. Inforpress, con el apoyo incondicional de su director, Ricardo Wilson-Grau, literalmente incubó la iniciativa.

Por sus talentos, amplio recorrido académico y madurez intelectual, Jorge era el mentor e ideólogo natural de esta asociación para recuperar las ciencias sociales tras el holocausto de la década anterior; sin embargo, a partir de los  años 90 Jorge decidió desplegar su enorme potencial como antropólogo-investigador y agudo escritor en la FLACSO-Guatemala, al lado de renombrados autores como René Poitevin, Víctor Gálvez Borrel, Edelberto Torres-Rivas y Bernardo Arévalo. En 1992 fundó y dirigió el Instituto de Estudios Interétnicos de la USAC, cuyos aportes para el conocimiento y la difusión de los saberes de los pueblos indígenas han sido invaluables.

Jorge Solares era un odontólogo inicial que abrió amplias avenidas de conversación -desde el significado social de esa práctica “mecánica”, como él solía decir- y polinización con la Antropología y la Historia. Legó una vasta obra que trabajó durante más de medio siglo en la que va tejiendo de manera creativa y sutil el quehacer de una ciencia y práctica duras con la sinuosidad de sus contextos. Para nada fue ajeno a las urgentes demandas de su propio contexto y siempre estuvo a la altura, desde su campo cívico, académico y científico.

Como dirigente estudiantil se hizo cargo de la Secretaría de Actas de la AEU durante las azarosas y míticas Jornadas de Marzo y Abril de 1962, que representaron un parteaguas en la historia contemporánea de Guatemala. Integró en varias ocasiones el Consejo Superior Universitario y formó parte del elenco de privilegiadas plumas anónimas que nos deleitaron a la vez que nos destornillaban de la risa con la mejor sátira política en el No Nos Tientes.

Jorge tenía un sentido del humor fantástico. Adoptaba expresiones populares y las transformaba en auténticas leyendas de la tradición oral. Se reía de sí mismo, como cuando contaba la anécdota del último instante en que le funcionó su sentido del olfato. O la historia de la que dijo ser testigo, cuando acompañó a aquel hombre de campo en Cuilco a guardar su ternera en el patio interior de la casa y, al cabo, cuando regresó de visita en el patio irremediablemente pasteaba una vaca muy galana, imposible de sacar sin romper los marcos de al menos cuatro puertas.

Eso sí, al entrar al estudio de su casa, ubicada a un costado de la antigua Politécnica había que guardar un respeto reverencial por el busto y la música de Beethoven. Podía pasar días enteros explicando con todos los detalles el significado de cada partitura del genio compositor y pianista, tanto en el pentagrama como en el contexto de su sociedad.

La última vez que nos vimos fue en el Paraninfo de la USAC, en un panel en el que mi recuerdo principal es que Víctor Gálvez, entonces decano de Ciencias Políticas de la URL, me sometió a un interrogatorio inclemente, a pesar de que el título del evento anticipaba un “conversatorio”. Iba acompañado de su esposa, Anabella, la gentil dama que estuvo a su lado durante seis décadas. Hace pocos meses, en un acto de graduación del colegio Julio Verne, gratamente encontré a Pablo, su hijo, y con emoción nos abrazamos en honor a la vida y la obra de Jorge Solares, un mentor indispensable para mí.

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