La clase política guatemalteca gusta posesionarse en modo “relax” dejando para mañana y mejor si para nunca, la discusión, debate y toma de decisión sobre los temas urgentes de interés nacional. Llevamos más de tres meses enfrascados en el monotema del Ministerio Público y ni uno ni otro bando cede para buscar una salida que sea la mejor para la estabilidad del país.
El tema de reforma electoral es otro de esos que lleva estirándose y alargándose desde al menos hace ocho años. Pese a ser un tema con evidente urgencia de cambio dado el deterioro del sistema electoral mostrado en las últimos dos elecciones generales, una definición de reforma no tiene un horizonte claro pese a las expectativas levantadas al inicio de la actual legislatura. De no concretarse una reforma en el corto plazo lo más probable es que se vuelva a anestesiar el tema y dejarlo para una “mejor coyuntura” que nunca llega.
Otro tema que ha levantado polvo al inicio de esta legislatura es el proyecto de ley de libre competencia que lleva parqueado al menos diez años entre propuestas que no encuentran puntos en común. Con el apoyo de la bancada oficial y aliados se esperaba finalmente su aprobación pero la pérdida de impulso y dinamismo mostrada al inicio de la legislatura la tiene al borde de la sala de anestesia. Cuando inició el debate de esta iniciativa hace una década, todavía eran tres países de la región que todavía no contaban con una legislación sobre la materia y ahora solo queda Guatemala sin tenerla.
Lamentablemente la iniciativa de reformar la ley orgánica del Ministerio Público impulsada con el presidente Arévalo tampoco encuentra el respaldo suficiente para darle trámite de urgencia y en el mejor de los casos le espera el trámite normal con lo cual queda sujeta también a futuros vaivenes y coyunturas quedando también en la sala de anestesia legislativa.
Esta política de parálisis tiene al país sumido en un franco e imparable deterioro en prácticamente todas las áreas. Estamos desperdiciando quizá la mejor coyuntura internacional que ha existido en décadas para atraer inversión extranjera dada la re localización de las inversiones de Estados Unidos que estaban en China, pero Guatemala no resulta atractivo dado su precario estado de derecho, colapsada infraestructura, imperante régimen de impunidad y deterioro social y político.
De la región Centroamérica solo Costa Rica y Panamá están capitalizando ese flujo de inversión atrayendo nuevas e importantes empresas dada su condición de democracias estables con estados de derecho mucho más sólidos que los de sus vecinos.
Guatemala requiere de una cirugía mayor para salir de la metástasis en que se encuentra inmersa pero cada sector prefiere que el tratamiento empiece en otro órgano para no afectar su status quo. La parálisis de leyes como las mencionadas anteriormente, son una demostración que las élites de poder prefieren seguir moviéndose en el pantano, que nadar en la transparencia de una piscina.