El pasado martes 18 de marzo, el parlamento alemán (“Bundestag”) le dio a Europa y al mundo una lección de madurez política. En efecto, anticipando que cuando tomen posesión los recién electos nuevos parlamentarios no tendrían posibilidades realistas de lograr la mayoría calificada necesaria para efectuar cambios a los límites de gasto gubernamental, en particular en materia de gasto militar, el futuro canciller Friedrich Merz, encabezando la coalición demócrata-cristiana (CDU/CSU) de “centro-derecha”, logró hacer una inusual transacción con sus tradicionales rivales, los social-demócratas (SPD) de “centro izquierda”, para dejar el asunto zanjado antes de que tome posesión el nuevo Bundestag. El acuerdo político logrado entre la centro-derecha y la centro-izquierda, al que se sumaron “los verdes”, ocasionales aliados coyunturales de ambos rivales, dejó por fuera a la extrema izquierda y a la recién fortalecida extrema derecha, para centrarse en el desarrollo de un nuevo rol de liderazgo alemán dentro de la Unión Europea. El inusual acuerdo “en el centro político” alemán tiene por propósito enfrentar la realidad del inesperado realineamiento de los EEUU del lado del dictador Putin en el conflicto Rusia-Ucrania y en la consecuente postergación de la seguridad europea en las prioridades estratégicas de la potencia norteamericana; todo ello junto a procesos similares y convergentes en Francia y el Reino Unido. Habrá mucha tela que cortar en relación a estos acontecimientos en el futuro cercano, pero baste por hoy señalar que se anticipa una actitud alemana más beligerante -e independiente de los EEUU- que probablemente conduzca a una hasta ahora casi impensable proliferación nuclear europea, al desarrollo de una cobertura satelital y de comunicaciones independiente de Elon Musk, a creciente gasto y agresiva preparación militar y en general, a un “desacoplamiento” -sutil pero inocultable- entre Bruselas y Washington; en materias no sólo geo-políticas, sino hasta en las financieras y comerciales. Pero lo que me interesa resaltar hoy es que la profunda rivalidad entre la izquierda y la derecha del “centro” alemán, se puso de lado en aras de lograr una consolidación de valores democráticos compartidos, frente a la traición trompista y frente al asalto de sus dos facciones extremas internas…
Ese mismo martes 18 de marzo, en Guatemala, el sistema político daba señales renovadas de todo lo contrario: inmadurez. Como típico país subdesarrollado, aquí el debate público sigue estando secuestrado por imprecisas posturas extremas, que desde la perspectiva del anciano régimen -atrincherado en partes del organismo Legislativo y Judicial- es el de una simplona lucha contra “el avance del comunismo, vos”. Así, aprovechando una torpe y mal comunicada implementación de una Ley decretada en 1996, durante la administración de Álvaro Arzú, la del “seguro obligatorio”, el terco “pacto de corruptos” (pdc) orquestó una serie de paros y otras “protestas” de grupos minoritarios pero vociferantes, para continuar desgastando al actual gobierno, en busca de su defenestración. Habiendo poco que señalar en materia del supuesto “izquierdismo extremo” de la adminsitración de Arévalo (fuera de aquello de que “quieren volver hueco a su hijo, usté”), la crítica de los golpistas se ha centrado en dos temas: (i) la “ilegitimidad” del gobierno (“impuestos por la USAID, mano”, que -dizque- “financió el fraude electoral”); y sobretodo, (ii) la “incapacidad” del actual ejecutivo para ejecutar (“las escaleras eléctricas del aeropuerto”… “la reparación de la autopista Palín-Escuintla”… “la cola de barcos en Puerto Quetzal”…“no saben gobernar, vos”). El primer tema no les ha dado los réditos esperados porque el presidente Arévalo ha sabido manejar la relación diplomática con Marco Rubio (con su concomitante secuela de que los golpistas siguen sin tener acceso al poder real en Washington), y porque el Presidente también ha sabido mantener al Ejército alejado de las aventuras golpistas, pese a los intentos del pdc de propiciar un cambio en la posición de Ministro de la Defensa, por ejemplo. Pero en donde han tenido inocultables avances es en el segundo tema, pues a la percibida parálisis ejecutoria del gobierno (causada en no pequeña medida por el constante saboteo del pdc dentro de las estructuras del ejecutivo y sobre todo en las Cortes y en el Congreso), se suma la amplia decepción de simpatizantes originales del gobierno por la poco enérgica lucha contra los abusos de poder del viejo régimen (el re-encarcelamiento de Zamora, por ejemplo; la re-castración funcional del partido Semilla; la co-optación de instituciones, etc.); lo que efectivamente, ha logrado derrumbar los índices de popularidad de la administración de Arévalo a niveles peligrosamente bajos…
Al margen de las etiquetas políticas, las razones por las que el pueblo salvadoreño eligió inicialmente a Nayib Bukele se parecen mucho a las razones por las que el pueblo guatemalteco eligió a Bernardo Arévalo: estaban hartos de la corrupción de los políticos tradicionales, de la inseguridad y del estancamiento del país, donde la única “salida” que le quedaba al pueblo era, por decirlo así, la emigración. Lo primero que hizo Bukele fue asegurarse de la lealtad de las fuerzas armadas, salir del Fiscal General del viejo régimen y pedir más recursos financieros al Congreso. Para continuar con cambios fiscales y regulación de la economía, en contra de la opinión y voluntad de la ANEP (el CACIF de allá). A diferencia de lo acontecido aquí (y sin que ello implique que estoy de acuerdo con todo lo que hizo el cuscatleco), cuando el Congreso (aún con fuerte presencia de los partidos tradicionales) “se le puso brincón”, Bukele contra-atacó, conceptual, práctica y públicamente, al punto de rodear a la Asamblea Legislativa con las fuerzas armadas y llevar a sus simpatizantes a que “los oyeran los diputados corruptos”, que no querían “poner de su parte” en la “guerra contra las maras” que la población le pedía. Como consecuencia, el electorado premió a Bukele con una aplastante victoria en las elecciones legislativas de medio período (que aquí, lamentablemente, no tenemos), dándole una “aplanadora” en la Asamblea que hasta le permitió “quitar”, controversialmente, sus impedimentos legales para buscar su posterior re-elección. De paso, persiguió, encarceló o llevó al exilio a expresidentes corruptos, y les confiscó sus bienes malhabidos más visibles; echó a una costra de viejos funcionarios corruptos de todas las instituciones, sustituyéndolos por gente joven, fresca, idealista; re-negoció la deuda externa de su mucho más endeudado país, sin ceder mayor cosa al FMI; redujo el número de municipalidades y departamentos, reduciendo drásticamente la burocracia; y llenó la imaginación del pueblo con nuevos proyectos y sueños, desde la adopción del uso libre del Bitcoin hasta la planificación de satisfactores sociales añorados pero inveteradamente postergados, como extraordinarias bibliotecas públicas, instalaciones deportivas y computadoras portátiles para los estudiantes del sector público. Por aquello de que “el pisto alcanza cuando nadie roba”, empezó, lenta, pero inexorablemente, a mejorar los aspectos más visibles de la administración pública, hospitales y carreteras, pese al alto endeudamiento del Estado salvadoreño y de su concomitante falta de crédito fácil. Su popularidad, por otra parte, ascendió meteóricamente, hasta rondar alrededor del 90% y hoy antiguos detractores suyos lo ensalsan y ven en él el ejemplo “de cómo hacer las cosas en la América Latina”; sin parar muchas mientes en ocasionales desbordes autoritarios, que se perciben por la mayoría, como “un mal menor”…
El asunto viene a cuento porque Guatemala no puede darse el lujo de que la voluntad mayoritaria de que el país cambie de rumbo, expresada en las últimas elecciones, fracase. Ya llevamos demasiados fracasos históricos. El presidente Arévalo optó por una interpretación positivista e ingenua de sus facultades, y se ha negado a defenestrar sin mayores contemplaciones (como a mi juicio podría) a la frustrada golpista Fiscal General; auto-condenándose a co-gobernar hasta la mitad de su período, por lo menos, con la banda de rufianes que la rodean; y con las de los aliados del pdc en el Congreso y otras instituciones, y en especial, en las principales Cortes del país. Es decir, ha consentido que lo tengan maniatado y eso, inexorablemente, le ha restado efectividad y popularidad, frente a un pueblo cansado de su infierno. Pero no tiene todo en contra el Presidente. En primer lugar, ha sabido granjearse la lealtad de las fuerzas armadas y navegado relativamente bien la transición de gobierno en los EEUU. Además, ha “cerrado el chorro” de pagos en efectivo, bajo la mesa, a los diputados, empezando a cambiar la cultura política tradicional; aunque sí ha seguido con la pragmática práctica de variar prioridades en la asignación de partidas presupuestarias, por distritos electorales, en busca de votos parlamentarios, como se acostumbra en casi todas las democracias. Con ello, ha logrado que le aprueben “el presupuesto más alto de la Historia” y tiene la chequera necesaria para ejecutar. Cubierto el frente de la seguridad interna y en posición relativamente poco vulnerable en el frente diplomático, no debiera permitir que la percepción de parálisis gubernamental continúe. Debe empezar agresivamente a ejecutar en temas de visible interés para el electorado general, tanto como para comunidades específicas. En este 2025 es cuando debe aprovechar que “poderoso caballero, es don dinero”. La supervivencia del efímero sueño de acercarnos a la auténtica república democrática está en juego…
A esto le temen los golpistas. Envalentonados por el surgimiento de una fiebre autocrática en el primer mundo, se han tornado abiertamente insolentes, llamando incluso, de diversas formas, a la interrupción prematura de la actual administración de gobierno. “Sintiendo olor a sangre”, las hienas de nuestra fauna política tropical, pelan los dientes y se refocilan anticipadamente con las mieles del poder que se les antojan ya cercanas. Pero siguen siendo la minoría que siempre han sido. Siguen siendo hondamente impopulares. Sólo pueden “subir sus bonos”, repitiendo sus mentiras y sobornos solapados en las zonas más incomunicadas y poco informadas del país, pero ahora ya no están en el Ejecutivo. Y ahora hay más información disponible en todos lados. Es el partido de gobierno el que hoy puede beneficiarse “del poder de la incumbencia”, llevando beneficios tangibles a las áreas en las que tradicionalmente se había impuesto “el clientelismo” descarnado de Sandra Torres, por ejemplo. Intentarán apoyarse en el dinero narco para suplir esa carencia actual, pero ahí también hay una lucha gubernamental en proceso. Mientras tanto, recurren a los temores de “la mayoría de la minoría”. Efectivamente, las clases medias/altas, excepción honrosa de la que los franceses llaman “la burguesía esclarecida”, le tienen temor visceral a una propuesta política que propone empezar a pagar nuestras históricas “deudas sociales”. Perciben que viven en “islas de prosperidad” rodeadas de un mar de resentimientos y que no se puede confiar en esas mayorías “ignorantes y haraganas”, que “son pobres porque no se esfuerzan”, como dizque sí lo hacen aquellos que nacieron “con la cucharita de plata en la boca” (¡!?). Nuestra “mayoría de la minoría”, sigue buscando la restauración del régimen anciano, eso sí, “sin mojarse los pies”. Porque, según ellos, es más cómodo saber que estamos en manos de gentuza corrupta “que se puede comprar”, pero que es “anticomunista”, que arriesgarse al incierto derrotero que proponen los reformistas, “los semilleros” y sus aliados, los que aún simpatizan con “el peor gobierno de la Historia”. Hacen caso omiso de que tras 200 años de “independencia”, bajo este sistema, la mayoría de la población aún no tenga acceso decente a escuela, a hospital, a techo y a futuro.
No se equivoque, ciudadano. Lo que está en juego tras estas maniobras del pdc es impedir que todos los amantes de la auténtica república democrática, desde la centro-izquierda hasta la centro-derecha, haciendo a un lado nuestras diferencias, logremos -como lo acaban de hacer los demócratas alemanes- unir fuerzas para que sigamos avanzando hacia un futuro menos deleznable. Lo que quiere el pdc, por lo contrario, es que la “mayoría de la minoría” continúe siendo cínica o indiferente, para que pese a sus bajos números, con su influencia se logre restaurar el viejo sistema conservador; ese en el que una banda de rufianes “hace el trabajo sucio” desde el gobierno, “para que todo siga igual”, a cambio de enriquecerse ilegalmente a la sombra del poder. Entre ahora y las elecciones del 2027, se viene la renovada confrontación entre el deseo por un futuro mejor y la restauración “a puro tubo” del viejo régimen corrupto. Una lucha entre el pasado y el futuro. Si el gobierno logra remontar su percibida parálisis ejecutora, el electorado verá claramente, de nuevo, quiénes nos quieren arrastrar al pasado y cuáles son los caminos que quedan para encontrar un futuro deseable. Y la realidad es que por nuestras abismales carencias sociales, aquí en Guatemala, el pensamiento retrógrada que quiere que nada cambie tiene a los números en contra…
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