El “va y viene” del péndulo de las tendencias dominantes equivale a la circularidad de la medida del tiempo, que marca el día en relación al giro de la tierra sobre sí misma, o del año con respecto al sol. 

Un día se apoya lo conservador (tan poderoso en Guate) y al otro lo transformador y transgresor a través de los medios convencionales o al poder de las redes sociales, que en las pasadas elecciones tuvo un impulso inusual tras la expulsión de la contienda de un candidato desconocido que levantó importancia inusual en las estadísticas, emocionando como la película de Rocky Balboa.   Así aumentó el interés por elegir a alguien diferente a los favoritos, se vio que se podía, y ayudó a escalar muy cerca de la meta a otra figura poco conocida pero de apellido famoso, progresista de apariencia conservadora, entacuchado, a quien ya no hubo tiempo de conocer.

En redes sociales se encendieron los jóvenes de manera fugaz, no permitirían a los adultos fracasar nuevamente, y por unas cuantas semanas hubo esperanza. Tras los resultados se apagaron.

¿Y qué vendrá ahora, cuando el mundo está de caravuelta?

Tanta globalización y de repente cada quien es enviado a su corral. Los jóvenes transgresores resultan nacionalistas y voltean a ver con simpatía a líderes poderosos que se imponen. 

Trump está sacudiendo al mundo, Milei a la Argentina, Bukele a El Salvador, Meloni a Italia, y tantos más, y los supuestos progresistas se convierten en dictadores nacionalistas, como Maduro u Ortega, que persisten al mando, pero a la fuerza.

La admirable democracia española se puso en duda cuando el actual mandatario negoció votos como en el mercado de canastos o en el Congreso chapín.   El resultado ya se manifestó, porque las redes sociales están llenas de vivas al General Franco de jóvenes que antes lo odiaban, con tal de oponerse a la actualidad.  La nueva generación quiere saber quién manda, ya no se sienten cómodos con la cabeza de hidra democrática, donde las culebras ya no ven por el mismo cuerpo sino por interés.

Para el próximo evento electoral, en Guatemala hay oportunidad para un líder carismático que solucione a partir del primer día, que tome medidas drásticas, como está sucediendo en el resto del mundo, que haga a un lado a quienes estorban, ponga a trabajar a todo el país y pan en cada mesa, y termine con la delincuencia. Pero los Partidos de Responsabilidad Limitada están aumentando, cuando lo deseable es que la contienda no pase de pocas opciones serias, para no fragmentar el poder repartiendo pequeñas cuotas que hacen imposible gobernar.