Para quienes no lo saben, que seguramente serán muy pocos, poquísimos. Este país es de los más felices del mundo. Por lo menos eso reporta una de esas encuestas mundiales de ociosa procedencia y dudosa utilidad. Uno que vive acá no lo percibe… aunque… es cierto, y la constatación se atribuye a Miguel Ángel Asturias: aquí solo se puede vivir en una farra sin fin. Tal vez aquello sea la felicidad. Por cierto, y no es por aquella constatación, la obra de Miguel Ángel Asturias estará bajo sesudo análisis en la asamblea de las letras de este año y todos: hombres y mujeres, legos y virtuosos, podremos escuchar de estudiosos sus conclusiones. Pero… volviendo a la felicidad, con esto de vivir el día con día, no queda tiempo para fijarse en ella y, sin embargo, existe. Hasta las letras -en este país- tienen su festival, se congregan las de aquí con las de allá y juntas en asamblea, arman palabras, frases, libros, cantan poesía, cuentan cuentos. Saberes, querencias, sentires.
Quizá por eso dicen por ahí del mundo que somos felices, han de haber hecho la encuesta durante una Asamblea de letras, allá, donde toda la chapinada lectora y lega, entramos en una especie de trance, atraídos por las palabras hechas libros, saludamos a los amigos y amigas que no veíamos de hace rato. Quienes nos congregan de año en año son poetas, lingüistas, editores y literatos. Hasta estiramos las finanzas para acopiar libros, oímos conferencias, recitales, musicón, tomamos café, hasta criticones de arte nos ponemos. Nos sublimamos, y justamente el mes que viene llega la FILGUA, como se llama oficialmente la asamblea de las letreas. El cuatro de julio para ser exactos y así como escucharemos sobre los escondrijos en la literatura del viejo Miguel Ángel Asturias para quedar claros. Servirá de marco a la Conferencia Internacional de Literatura Centroamericana Contemporánea (CILCAC), esto para atisbar que hay en la región y sorprendernos con su evolución, y como les preveníamos arriba, lingüistas, también meten la lengua en esta sopa de letras y nos ponen a disposición en la misma FILGUA: la I Conferencia Internacional de Lingüística Maya, con acceso libre. Esta FILGUA trae -hasta- eje transversal: la migración, ese fenómeno de luces y sombras, que desdice a quienes nos suponen felices y no se explicarán por qué los jóvenes huyen despavoridos de este paraíso de felicidad.
En fin, de seguro, felices y contentos acudiremos a la cita. FILGUA 2024. Noveleros que somos dirán algunos. Si, esa pasión por la novela nos llevará a hurgar en las estanterías, y, ya con suerte saludar y sacar la firma del homenajeado este año el Premio Nacional de Literatura Francisco Pérez de Antón. “guatemalteco” naturalizado español, a quien se dedica esta asamblea de las letras. Es la FILGUA, y lo digo con convicción, uno de esos pocos espacios a donde confluimos, guatemaltecos de todas las cepas, es un crisol como pocos, que genera discusión y debate de altura intelectual, sin llegar a la pedantería del sabelotodo, hay fraternidad en el ambiente. Quizá FILGUA sea nada más que eso, un presagio de la Guatemala que vendrá, aquella cuya construcción demora tanto y que implica a muchos. Talvez por eso, los únicos que le huyen a FILGUA, como Drácula a la luz, sean los obcecados patrocinadores y ejecutores de la vuelta al pasado.
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