Estabilidad macroeconómica: Ni inicio, ni fin del camino

Hugo Maul R.

enero 13, 2025 - Actualizado enero 11, 2025
Hugo Maul R.

El caso argentino de Milei es el ejemplo más reciente de cómo la estabilización macroeconómica, aunque esencial, por de pronto, resulta insuficiente para resolver los problemas estructurales que afectan el desarrollo de un país. Tras décadas de crisis recurrentes, inflación descontrolada y déficits fiscales crónicos, el gobierno de Milei ha logrado en un tiempo récord estabilizar aspectos clave de la economía, entre otros, como la desbordada y permanente inflación; los recurrentes y abultados déficits fiscales; y cambiar las expectativas de los mercados internacionales y locales. Argentina se encuentra en un punto crítico: consolidar la estabilidad alcanzada mientras inicia reformas profundas que permitan a la economía generar riqueza, empleo y desarrollo sostenible.

En contraste, Guatemala no ha enfrentado crisis macroeconómicas como las de Argentina. Desde hace décadas, el país se ha caracterizado por una inflación controlada, déficits fiscales moderados y una deuda pública baja en relación al PIB. Sin embargo, la estabilidad macroeconómica guatemalteca no se ha traducido en crecimiento transformador ni en mejoras significativas en productividad y competitividad. La informalidad laboral supera el 70%; los niveles de inversión en infraestructura y tecnología son bajos; y la dependencia de las remesas limita la diversificación de la economía.

El contraste entre ambos países es revelador. Mientras Argentina lucha por estabilizar una economía históricamente volátil, Guatemala enfrenta el desafío de convertir su estabilidad en un motor de desarrollo. Ambos comparten el problema de traducir avances macroeconómicos en mejoras estructurales, pero las diferencias en sus puntos de partida son evidentes. Argentina, con una historia reciente marcada por la inflación y el endeudamiento descontrolado, apenas comienza a construir una base sólida. Guatemala, por otro lado, tiene una plataforma de estabilidad que podría ser una ventaja, pero carece de las reformas necesarias para aprovecharla. A pesar de sus diferencias, ambos países ejemplifican los límites de la estabilización macroeconómica como estrategia única. A pesar del éxito alcanzado, el afán reformista de Milei está limitado por el contexto institucional y político y las divisiones sociales, lo que dificulta implementar reformas estructurales. Limitaciones que también afectan a Guatemala, aunque no con la severidad de Argentina; acá el problema parece ser la falta de ambición reformista.

La estabilización puede frenar el deterioro, pero no resuelve problemas estructurales como la baja productividad, la desigualdad o la falta de competitividad. Es necesario combinar la estabilidad macroeconómica con inversiones estratégicas en educación, infraestructura, tecnología y políticas industriales. En el caso de Guatemala, el desafío es doble. Por un lado, debe mantener la estabilidad que ha sido su fortaleza histórica y, por el otro, abandonar la autocomplacencia que ha caracterizado el debate público en torno a los logros macroeconómicos. Las discusiones deben ir más allá de los temas fiscales y monetarios para abordar cuestiones fundamentales como la educación, la innovación, la industrialización y el fortalecimiento del Estado de derecho.

La estabilidad macroeconómica de Guatemala, aunque ejemplar, no debe ser excusa para la inacción. Si no se toman decisiones audaces, el país corre el riesgo de perpetuar un modelo que beneficia a pocos y deja atrás a la mayoría. La estabilidad macroeconómica es como tener un vehículo bien afinado y lleno de combustible: indispensable para emprender un viaje, pero inútil si no se sabe hacia dónde ir. Guatemala tiene el motor en buen estado, pero sin un mapa claro ni la decisión de avanzar hacia un destino de desarrollo integral, corre el riesgo de quedarse estacionada, viendo cómo otros países toman la delantera. El verdadero desafío no es encender el motor, sino trazar y recorrer el camino hacia un futuro más próspero y equitativo.

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