Entre la vorágine de acontecimientos que ha precipitado la administración Trump con su hemorragia de “Acuerdos Gubernativos” (como les llamaríamos aquí a esas resoluciones del Ejecutivo que no pasan por la aprobación del Congreso); la inmensa mayoría de estas “órdenes del Presidente” tienen el carácter de una ampliación tal del poder ejecutivo a expensas de los otros dos poderes, que van a resultar, en muchos casos, claramente inconstitucionales en las cortes. Pero entre el torrente de noticias controversiales vino también un anticipado cambio de política –enteramente dentro de las facultades constitucionales del ejecutivo– con relación a las cripto-monedas, que Trump ofreció a los cripto-actores más importantes del mundo, a cambio de su reciente y muy generoso apoyo a su campaña política. Esta transacción política fue muy bien vista por alguna de la gente del mundo financiero que es de la más informada e inteligente; esa que sabe que es importante estar a la vanguardia. La desatención de este grupo por el partido que perdió las elecciones, es un ejemplo más de la miopía de la dirigencia del partido Demócrata norteamericano que nunca se puso a estudiar en serio este histórico fenómeno y se empeñó en catalogarlo como una “estafa” o una “burbuja financiera” que inevitablemente “estallará”; y a cuyos proponentes sólo los veía -y parece los sigue viendo- como “evasores de impuestos” o facilitadores del crimen financiero (“magos del lavado”).
En síntesis, la nueva política establece no vender el Bitcoin ya confiscado por varias agencias de gobierno por su procedencia ilegal (lo que de paso desdice el dicho común de los simplones críticos del BTC que lo consideran el paraíso del “dinero negro”; cuando en ese mundo toda transacción deja huella electrónica indeleble y por tanto puede conducir a una fiscalía eficiente a “pescar” a los criminales, cuando delinquen). Se estima estamos hablando de entre 1 y 2% de la emisión total, presente y futura de BTC. De ese inventario se calcula que el tío Sam ya “liquidó” prematura y torpemente, por unos cientos de millones de dólares, BTC que hoy valdría unos US$17B. Esos cripto-activos, hoy “regados” en varias agencias de gobierno a nivel local, estatal y federal, “se centralizarán” y manejarán unificadamente, como una “reserva de valor de largo plazo” que no se venderá. La reserva permanente se constituirá únicamente con Bitcoin, haciendo clara diferencia con muchos otros arreglos imitadores de la criptomoneda original que en la jerga de ese mundo son las “Shitcoins”, algunas malas y otras peores. Habrá, dentro de la entidad administradora la facultad de hacer procesos similares con otros criptoactivos -incluyendo “tokens” equivalentes a acciones, bonos y similares- pero la intención es que en aquellos que pretenden funcionar como dinero, tras asegurar su confiscación cuando son de origen ilegal, se vendan para comprar y conservar sólo BTC.
Esto sólo es el inicio. Existe una iniciativa de Ley propiciada por la Senadora Cynthia Lummis, del Estado de Wyoming, que mandaría buscar que la reserva estratégica de los EE. UU. llegue a concentrar el cinco por ciento de la emisión presente y futura del BTC, o sea un millón y pico de unidades. Para ello, la astuta senadora ha propuesto tomar reservas de oro que tengan tanto el departamento del Tesoro como la Reserva Federal (que están registradas a un precio artificial ridículamente bajo) y con esas ganancias de capital comprar BTC en el mercado abierto. A nadie escapa, por supuesto, que cuando ese proceso empiece, el precio del BTC “se podría ir a las nubes”. Por eso, los países con dirigencia financiera “lista”, deben actuar cuanto antes. Yo aquí ya lo sugerí, en privado y en público, de palabra y por escrito a las autoridades financieras que han querido escuchar. Pero somos parte de una cultura congénitamente conservadora, hasta entre nuestros “revolucionarios”. Siempre temerosos de agitar las aguas… Claro, no ayudó que Trump haya cedido a la tentación de hacerse de unos millones fáciles, “flotando” su “estampita cripto” (¡y la de Melania!), en la que siempre caen bastantes incautos. Y después, el fiasco de Milei y Cía. Es comprensible que todo mundo se quiera distanciar de escándalos, en particular cuando no se entiende realmente lo que está pasando. ¡Estudien! Una cosa es cierta, Junta Monetaria: aunque no podemos predecir qué sucederá en el futuro inmediato, es obvio que nos encaminamos a una situación global de alta incertidumbre en la que las “reservas de valor” auténticas (el oro y su versión digital, el BTC) tomarán creciente rol protagónico…
La idea de la Senadora Lumis, se encamina a “neutralizar” la acumulación de una supuesta “deuda impagable” (una ficción conservadora monetarista -los EE. UU. “se deben” a sí mismos y pueden “pagarse a sí mismos” ¡en dólares emitidos por ellos mismos!). El dólar no se ha devaluado significativamente en relación a las monedas de los países con los que comercia pese al resultante crecimiento de la masa monetaria mundial, porque el déficit comercial norteamericano provee así -por diseño- la “moneda de reserva de última instancia” aceptada de facto por casi todos. La economía global no ha encontrado sustituto y necesita al dólar para operar y liquidar entre terceros países. Ojo: si Trump lograra que todas las relaciones comerciales con EE. UU. fueran balanceadas o superavitarias, como infantilmente propone, el mundo financiero “se quedaría sin gasolina” (y entonces el mundo sí va a encontrar un sustituto, que no será el BTC; pero eso es materia para otro artículo). Sería mucho pedirle a Trump que entienda eso. A pesar de que 80 años de operación del actual sistema de Bretton Woods, ha favorecido injusta e inconmensurablemente a los EE. UU., Trump pareciera empeñado en arruinar con sus absurdas políticas arancelarias este “almuerzo gratis” que le ha venido regalando el mundo. Está promoviendo la erosión de su posición imperial de facto. Increíble estupidez.
En la mente de los economistas conservadores monetaristas, por un déficit acumulado de aproximadamente el 125% de su PIB anual, que no quieren -o no pueden- resolver políticamente por la doble vía de aumentar los impuestos y reducir los gastos; la “reserva estratégica BTC” es una solución “conveniente”. Las ganancias de capital esperadas compensarían en el balance financiero de los EE. UU. “la deuda impagable”. El BTC es un activo cuyo valor real que tiende a ir en dirección opuesta a la devaluación del dólar. El cuento de que los EE. UU. se encaminan a una “inminente debacle” internacional lo vienen cantando los simplistas conservadores desde hace por lo menos, veinte años; pero eso no ocurrirá. Al menos, no por esa razón…
Jorge Luján Muñoz
El mismo 6 de marzo, falleció en Guatemala, su insigne historiador, Jorge Luján Muñoz.
Si no hubiese sido por Heródoto, el “padre de la Historia”, que decidió reunir sistemáticamente la información que estaba disponible en su tiempo acerca de las guerras de los griegos contra Persia, y dejarnos ese legado, no tendríamos noción del heroísmo de “los 300”, del mártir espartano Leonidas, ni de la subsequente derrota de la flota persa en la bahía de Salamina, bajo la experta dirección del ateniense Temístocles, con todas sus lecciones. Sin ese legado, quizá tampoco habría continuado con la importante tarea de preservar el pasado, Tucídides, crítico de Heródoto, pero seguidor de sus enseñanzas, en “las guerras del Peloponeso”. El mundo sería intelectualmente más pobre de lo que es. Esas viejas relaciones del mundo clásico, y muchas otras forjadas en el devenir de la humanidad, tras transitar por la Roma de Polibio y muchos otros historiadores; fue “copiada” y conservada en manuscritos por monjes y otros hombres de letras, que preservaron ese conocimiento durante los “mil años de oscuridad”; hasta que aquellas viejas historias se redescubrieron durante el Renacimiento.
En la época contemporánea, Edward Gibbon (1737-1794), autor de la “Historia de La Decadencia y Caída del Imperio Romano” (1776) puso ya las bases definitivas del sistema científico de hacer Historia, para que las sociedades aprendieran de su pasado. Pero en Guatemala, ese estilo de hacer Historia no llegó fácilmente. La guerra civil que destruyó a Centroamérica inició una historiografía “partisana”, según fuera escrita por liberales o conservadores. Le siguió una historiografía “revolucionaria” y otra muy conservadora, negacionista de nuestras verdades incómodas. Hasta que llegó Jorge Luján Muñoz. Riguroso, profesional, apegado a los hechos. Concertador de esfuerzos divergentes, para lograr la síntesis necesaria.
En esta Guatemala a la vez trágica y amable, Jorge fue denostado por la derecha y por la izquierda. La izquierda nunca le perdonó que haya reabierto las puertas de la relación entre España y Guatemala, rotas por la oprobiosa quema de la Embajada de España en tiempos de Lucas. Él fue en España estudiante, investigador, profesor y Embajador. Se casó con otra insigne historiadora peninsular. Y le entró al espinoso tema de la quema de la Embajada con el rigor que lo caracterizaba, aunque eso lo descalificara con la izquierda. La derecha, desconfiada de él por su obvias simpatías social-demócratas, lo vio siempre como un molesto pariente pobre, dizque arrimado mientras resultara útil. Y, sin embargo, en medio de esta cloaca tercermundista, Jorge floreció y dio generoso fruto. Gracias a ello, entre otras obras singulares, Guatemala cuenta con una Historia General que envidian naciones más ricas y poderosas. Gracias, Jorge. Gracias al patriota, al maestro, al colega, al amigo.
Guatemala ha perdido a uno de sus mejores hijos. Descanse en paz.
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