La situación actual de Guatemala bajo la administración del presidente Arévalo ha significado múltiples complejidades, desde su dificultad para tomar posesión hasta el sinnúmero de comentarios, especialmente negativos y destructivos respecto a su forma de gobernar, que no recuerdo haber escuchado para con las administraciones pasadas.
Su estilo de liderazgo ha generado críticas desde diversos sectores, acusándolo de falta de carácter para enfrentar los problemas nacionales. Sin embargo, otros destacan su perfil diplomático como una ventaja para la estabilidad del país.
En esencia el presidente Bernardo Arévalo ha enfrentado ataques crecientes desde su ascenso al poder, tildándolo de ser un líder sin una personalidad recia, que muestre su autoridad con carácter fuerte, para enfrentar los grandes problemas del país.
A pesar de esto, para muchos y me uno a ellos, su estilo calmado y diplomático para determinadas decisiones son necesarias y vistas como rasgos positivos en un contexto político altamente polarizado y en conflictividad.
Muchos han señalado la lentitud del presidente para enfrentar las estructuras que siguen afectando el desarrollo de Guatemala. Lo acusan de no tener la fuerza política para desmantelar los nudos de corrupción y la injerencia en la justicia, perdiendo credibilidad ante sus electores.
Pero me pregunto ¿conocerán con exactitud estos ciudadanos que tanto critican sus formas de reaccionar para confirmar que su “ inacción” es falta de carácter? o quizá se trate de estrategias, para abordar las cosas de formas a las que no estemos acostumbrados.
Podría resultar interesante analizar y preguntarse ¿qué es realmente un liderazgo óptimo o ideal, sobre todo ante los contextos que vivimos?
Cuando tenemos un país tan complejo, con enormes grados de desigualdad y sumido en una corrupción que ha llevado décadas de construcción y consolidación, soportadas y apoyadas por grandes fuerzas de poder económico y con nexos con el crimen organizado, quizá ponerse en la misma línea y hasta negociar como muchos han opinado o desearían, no creo que permitiría salir del ámbito de la podredumbre en la que estamos sumidos.
Hemos probado de todo y lo que sí queda claro, es que ni los que se quisieron mostrar como mano dura o los que se hicieron llamar ni corruptos ni ladrones y mucho menos los gritones, bipolares y déspotas, fueron ejemplo de liderazgos sanos, positivos y capaces de cambiar el rumbo de este país y por el contrario sólo contribuyeron a hundirlo más.
Dicen que las comparaciones no son buenas y que eso es ya el pasado, el problema es que ese pasado tiene hoy consecuencias que siguen revirándonos en la nariz y hoy pretendemos que un hombre sin equipos completos que no están enredados con la corrupción, vengan a componer todo en meses y con gritos autoritarios.
Entedámoslo, ese no es el carácter ni el estilo del actual presidente y su forma de liderar, va acompañada de otras técnicas y prácticas que quizá conlleven errores, pero no están en alianza con el narcotráfico ni la corrupción.
Personalmente creo que esto es una enorme ganancia y de la cual debiéramos partir para construir y no destruir.
Resaltar la importancia de tener un líder con un enfoque diplomático en una nación que ha sufrido años de conflicto armado, desigualdad social y abusos políticos, es por mucho una situación beneficiosa.
Es importante entender que no todas las guerras se ganan a través de la fuerza bruta y aplacante y todo cambio profundo merece, aunque duela, un proceso paulatino hacia los cambios que realmente deseamos sean permanentes y no sólo maquillaje o componendas transitorias que finalmente dañen al país.
Quizá todos quisiéramos ver cambios inmediatos, pero repito, un buen líder no es el que necesariamente impone o grita más fuerte, sino el que esté trabajando por implementar protocolos y sistemas que cambien estructuras desde la raíz.
Lo analogo a las terapias de toda índole, desde las psicológicas hasta las que aplican las fracturas de algún hueso del cuerpo. Mover el área fracturada sin haber pasado por un proceso de terapia de calor, frío, ultrasonidos, etc. pareciera inocuo pero cuando todo esté listo, comenzar a mover el área afectada con ejercicios de restauración, tendrá grandes resultados. Igualmente para la salud mental. ¡No se trata sólo de medicar!
Hablar es muy fácil y más cuando se hace desde la comodidad de nuestros sitios o redes y sin las presiones ni la información completa. La responsabilidad que conlleva administrar todo un país, con diversos frentes abiertos y con muchas instituciones y personas en contra, gobernar es totalmente complicado.
No quiero sonar aduladora del señor presidente, a quien le conozco pero no he pasado de tener algunas reuniones con su persona, estrictamente en temas de lucha anticorrupción. Por ello confío y apoyo muchas de sus acciones para seguir construyendo.
Debemos aceptar que este es el presidente que tenemos y que su carácter tranquilo y diplomático puede tener ventajas, evitando las confrontaciones innecesarias que puediesen poner en riesgo la institucionalidad.
¿Por qué no considerar valioso e importante un estilo que puede ser la clave para evitar más divisiones y tender puentes entre sectores que históricamente se han enfrentado?
En la actualidad, el liderazgo requiere de un equilibrio entre la firmeza para tomar decisiones difíciles y la capacidad de negociar en busca del bien común. Arévalo tiene el desafío de demostrar que la diplomacia no está reñida con el carácter, sino que, pueden ser perfectamente coadyuvantes, jugando un rol que desarrolle un liderazgo competente, que sea la clave para solucionar y no complicar.
El tiempo dirá si Arévalo logra encontrar ese balance necesario entre esa diplomacia y el carácter firme que muchos demandan. Mientras tanto, es vital reconocer que en una nación dividida, la capacidad de diálogo jamás debe subestimarse.
Me gustaría invitar a la siguiente reflexión: a pesar de las críticas que señalan al presidente Arévalo como un líder de ‘”débil de carácter’” o falto de firmeza para tomar decisiones ante los graves problemas que Guatemala sigue enfrentando, los hechos demuestran que su gestión ha comenzado a producir resultados tangibles en diversas áreas que merecen ser reconocidos. Si bien la percepción de su liderazgo puede estar influenciada por el contexto político y las expectativas generadas, hay ejemplos concretos de avances que deben ser valorados.
Cito rápidamente el ámbito económico, pues aunque las dificultades persisten, su gobierno ha mantenido una estabilidad macroeconómica en medio de una coyuntura internacional compleja. La economía en el país ha registrado un crecimiento moderado y se han mantenido indicadores relativamente estables, como la baja inflación en comparación con otros países de la región. A nivel de política fiscal, Arévalo ha defendido la importancia de una mayor recaudación tributaria para impulsar proyectos de infraestructura y desarrollo social, lo cual es clave para reducir la desigualdad. Asimismo el programa de apoyo a pequeñas y medianas empresas (PyMEs) ha sido un pilar de su estrategia para estimular el crecimiento económico, con medidas concretas como la facilitación del acceso a crédito para estas, así como la creación de incentivos fiscales para fomentar el empleo en este sector.
Es cierto que se ha acusado a Arévalo de no haber actuado con suficiente rapidez para desmantelar redes de corrupción y enfrentarse a grupos poderosos que siguen ejerciendo presión sobre las instituciones del país. Sin embargo, su administración ha implementado reformas orientadas a fortalecer la transparencia en el uso de los recursos públicos y ha dado pasos importantes en la lucha contra la corrupción en el área preventiva, lo cual, repito, no exterminará la corrupción que hoy opera, pero sí permitirá el inicio de sistemas anticorrupción que harán que los procesos sean digitales y con ello mucho más transparentes.
Conmemorando la revolución del 44, Arévalo está mostrando mantener relaciones constructivas con actores nacionales e internacionales, intentando volver a ese pasado y viendo hacia ese futuro que desea atraer atención y confianza de inversores extranjeros, lo que podrá traducirse en desarrollo para el país.
Mantener la estabilidad política interna en momentos de alta tensión, como lo fue la crisis electoral post-segunda vuelta, donde su postura calmada y de diálogo evitó una escalada de conflictos políticos y de las cuales muchos fuimos parte y pudimos ser testigos de esa necesidad de equilibrio ante una situación que podría haberse desbordado en detrimento de la débil democracia que nos rige, ha traído grandes beneficios y es necesario reconocerlas, porque esto es lo que nos está permitiendo hoy conmemorar tranquilamente estallidos sociales que obligan por la fuerza a cambiar el rumbo de la historia.
Quedan desafíos muy importantes, como enfrentar la presión de los sectores más conservadores y la creciente inseguridad en ciertas áreas del país, así como mejorar el acceso a la salud y la educación, pero ello debe obligarnos a ser el doble de productivos y evitar sumarnos a las voces que insisten en la falta de carácter del presidente, sino fortalecernos como ciudadanos exigiendo para avanzar y sumar al proceso de consolidar un país más justo y equitativo.
Las críticas son parte natural de la democracia, pero cuando se observan logros que pueden transformar el país, el respaldo ciudadano se convierte en un catalizador indispensable para que el proyecto de nación sea exitoso y duradero.
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