En memoria de José Agustín

Luis Aceituno     abril 26, 2024

Última actualización: abril 26, 2024 12:40 am
Luis Aceituno

El 16 de enero pasado murió José Agustín, el narrador mexicano autor de ¿Cuál es la onda?, Se está haciendo tarde, De perfil… lecturas casi devocionales para cualquier aprendiz de escritor en los años 70 del siglo pasado. A mí personalmente me abrió muchas vías, digamos que me enseñó a qué podía parecerse la libertad, al menos en cuestiones de estilo. Como afirmó su correligionario Juan Villoro, Agustín nos reveló que, si se narraba con gracia, inteligencia y sentido del humor, una vida tan aparentemente gris como la nuestra podía convertirse en algo apasionante.

Nacido en Acapulco en 1944 y crecido en la colonia Roma de la Ciudad de México, José Agustín publicó su primera novela, La tumba, antes de cumplir 20 años. Era, como su título deja entrever, una novela sombría, resultado de lecturas desordenadas de los existencialistas franceses y del magisterio del mítico Juan José Arreola, quien le enseñó que la principal tarea de un escritor es la búsqueda de la palabra justa. A pesar de la tortuosidad adolescente que lo sustentaba, el libro poseía un encanto y un sentido del humor bastante inusuales en la literatura hispanoamericana de la época. Una curiosa mezcla entre J. D. Salinger (El guardián entre el centeno) y Raymond Radiguet (El diablo en el cuerpo) escribiendo sobre la realidad nada esplendorosa de los adolescentes latinoamericanos.

La tumba se publicó en 1964, el mismo año de Introducing… The Beatles (Conozca a los Beatles), el primer LP del cuarteto de Liverpool editado en este lado del mundo. Tanto libro como disco anunciaban que algo se estaba moviendo en alguna parte, quizás dentro de nosotros mismos. Sin proponérselo ni vislumbrarlo, José Agustín se convirtió en el mensajero, en una especie de Porfirio Barba Jacob enganchado a los Rolling Stones que pregonaba la buena nueva.

Sobre todo, a partir de su segunda novela, De perfil (1966), publicada por la legendaria editorial Joaquín Mortiz, que hizo trascender su fama de enfant terrible a la mayoría de países de Latino América. Autores como el colombiano Andrés Caicedo, quien también escribió la emblemática Qué viva la música antes de los 20 años, siempre reconocieron la deuda que tenían con José Agustín.

De perfil o los relatos publicados en Inventando que sueño significaron llevar la revuelta y el desenfado del rock’ n’ roll a las letras latinoamericanas. Por supuesto, ya se había publicado Tres Tristes Tigres de Guillermo Cabrera Infante, un autor al que Agustín homenajea en ¿Cuál es la onda?, un relato iniciático escrito curiosamente para Angélica María, la novia de México y de la nueva ola, quien sostuvo con el escritor un romance que se volvió legendario. Tres películas dan cuenta de ello, entre estas la magnífica 5 de chocolate y 1 de fresa (1968).

De perfil e Inventando que sueño también fueron los libros responsables de que José Agustín resultara capitaneando el movimiento de la Literatura de la Onda, una categoría acuñada por la crítica Margo Glantz para agrupar a escritores tocados por la música rock, las revueltas del año 68 (trágicas en México), el hipismo, el argot juvenil como forma de expresión literaria: Parménides García Saldaña, Gustavo Sainz, René Avilés Fabila, Margarita Dalton… Aún si Agustín escribió excelentes ensayos que lo convirtieron en algo así como el apólogo de la contracultura mexicana, siempre renegó del término y lo consideró como una forma de marginarlos del territorio de la “gran literatura”.

Detenido, durante la represión gubernamental luego de la masacre de Tlatelolco y las revueltas del 68, por posesión de mariguana, pasó siete meses en la tétrica cárcel de Lecumberri, donde también estaba preso el escritor José Revueltas, cuya sapiencia y lucidez literarias y políticas lo influenciaron de manera definitiva. Ahí, en las bolsas de papel en que le llevaban la comida, escribió Se está haciendo tarde (final en laguna), una de las grandes novelas mexicanas de los años 70. Su importancia nunca ha sido reconocida por el establishment literario, aunque sí por un significativo número de lectores que lo han convertido hasta la actualidad en el autor más leído de su país.

Juan Villoro opina que una de las grandes aportaciones de José Agustín a la literatura, fue la de haber transformado en lectores (y hasta en escritores) a varias generaciones de jóvenes que iban más bien para rockeros fundamentalistas y recalcitrantes. Entre estos se sitúa él. Y también podría situarme yo. Como dije al principio, fue José Agustín el que me regaló, a una edad muy temprana, la libertad de leer y de escribir, o lo que es lo mismo la libertad de pensar. Esto me ha sostenido durante casi 50 años. No es poca cosa. Gracias, maestro, y que los Dioses te acojan en su templo.   

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